Un salón
Granada, departamento de Antioquia
Todo comenzó con una obra de teatro. Se trataba de un mercader que pasaba por un pueblo ofreciendo la compra de los malos recuerdos, los que dejó la violencia. “Compro, compro los recuerdos”, decía y en medio de la obra varios personajes le vendían los suyos.
“Yo hacía el personaje del Olvido, vestida con una túnica negra, aparecía al final y hacía una reflexión sobre todo: ‘Ustedes ahora vivirán sin el horror del pasado pero perderán el derecho al recuerdo, de hecho, ya no podrán reclamar justicia ni dignidad. No podrán recuperar nada de lo que la violencia les arrebató. Serán felices, pero no serán los mismos, no tendrán identidad”, recuerda Gloria Ramírez, directora de la Asociación de Víctimas de Granada, Asovida.
A partir de ese momento, preservar la memoria se volvió una necesidad para los granadinos y empezaron a gestar lo que sería el Salón del Nunca Más, un lugar hecho por y para las víctimas. “Aquí venimos las viudas y los huérfanos a ayudarnos los unos a los otros. Ningún sicólogo puede entender nuestro dolor, solo entre nosotros mismos nos comprendemos y nos damos apoyo”, dice Amanda, una de las guías del Salón.
Sí, fueron las mismas víctimas las que escogieron, una a una, las fotos que se exhibirían, las que escribieron los textos que las acompañarían, y las que contaron, en una línea de tiempo, cómo su región fue escogida por los actores armados para librar su batalla.
Y es que en la zona todos los grupos hicieron presencia. A finales de los ochenta llegó el Frente Carlos Alirio Buitrago, del ELN; en los noventa, arribarían las FARC, y en 2000 los paramilitares (con la connivencia de las fuerzas del Estado). Estos últimos se hicieron visibles el 3 de noviembre de 2000, cuando entraron por tres lugares diferentes del casco urbano disparando en contra de cualquiera que estuviera en la calle, mataron en total a 19 granadinos.
Al mes siguiente, los frentes 9, 34 y 47 de las FARC “tomarían venganza” con la explosión de un carro-bomba con 400 kilos de anfo y una sangrienta toma que dejaría 24 muertos, 25 heridos, 131 viviendas destruidas y 82 locales destrozados.
Todos los sectores del pueblo se unieron, la iglesia, las cooperativas, los que vivían por fuera, y recogieron dinero para reconstruir su municipio. Las víctimas empezaron a hacer marchas los primeros viernes de cada mes con velas en honor a los más de mil muertos y desaparecidos que dejó el conflicto.
Hoy esa resistencia se mantiene, prueba de esto es un mural que tienen en el Salón del Nunca Más, con fotos de los desaparecidos, tratando de sustituir el sepulcro que los victimarios no les dejaron tener.
Cada desaparecido tiene un cuaderno o bitácora donde sus seres queridos les escriben y les cuentan de su vida. Como Yésica, una pequeña que desde que aprendió a escribir va regularmente a contarle a su padre cómo le está yendo en el colegio o los problemas que tiene con su mamá. Con estos pequeños actos, las víctimas de Granada les dicen a los violentos que no van a permitir que la guerra vuelva a su pueblo, les dicen: “no más, ni uno más, nunca más”.