Bojayá: espíritu, memoria y dignidad

Boris Velásquez: artista y gestor cultural del Medio Atrato

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Instructor de danzas, de teatro, deportivo y gestor cultural, Boris Velásquez Vásquez marca la ruta para los más pequeños en Bellavista y sabe que sigue el camino de aquellos que les arrebató la masacre.

Boris Velásquez Vásquez es el indicado para encontrar armonía en la algarabía desbordada de niños y niñas de Bellavista, la cabecera municipal de Bojayá. Tenía 16 años el día de la masacre y ya era un joven inquieto por los ritmos tradicionales y la cultura. Hizo parte del proyecto de emisora comunitaria del que nació Bojayá Estéreo. Hoy dirige un grupo de danzas y una escuela de fútbol y es integrante del grupo de apoyo del Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá.

Boris fue uno de los gestores locales de memoria que participó entre 2018 y 2019 de los encuentros familiares que buscaban reconstruir el recuerdo de 79 víctimas de la violencia en la marca más dolorosa que lleva su pueblo. Estos encuentros familiares tenían el objetivo de entrelazar de nuevo estas redes familiares, rotas por todos los daños de la violencia en la región, y propiciar un espacio para relatar, entre todos, esas historias de vida de los ausentes. Con sus compañeros, Boris se ocupó del registro audiovisual de cada uno de los encuentros, tarea en la que tuvo una especial sensibilidad por la grabación de audios. Y también fue el encargado de liderar las dinámicas de inicio de cada encuentro, un espacio de confianza en el que los integrantes de las familias se presentaban, generando un ambiente de confianza y familiaridad; creó juegos y dinámicas para que los pequeños entendieran qué era aquello que estaban contando los mayores, las historias de vida de sus familiares que luego se integrarían en cada álbum familiar.

“Cuando en una familia había muchos niños, yo me encargaba de ellos. Las compañeras se quedaban con los mayores y los jóvenes, y yo me retiraba con los chicos a otro sitio. Lo primero que hacíamos era conocernos, entrábamos con dinámicas, con juegos… Cuando ellos le pregunten a uno quién era mi tío, ahí está el álbum. A mucha gente no le gusta tampoco estar recordando”, dice.

“Los álbumes son muy importantes para la memoria—agrega Boris—. Ese ejercicio me tocó mucho el corazón en cuanto al amor de la familia, porque era expresarle a ese ser querido que sigue allí sin importar que se haya ido”.

—Boris, ¿cómo atraviesa la cultura esa relación con sus muertos?

“La relación es grande y es viva. Todas esas personas que se fueron, y de esa forma, todas esas personas hacían cultura, bailaban, les gustaban las costumbres… y nosotros, replicando eso que ellos hacían, ahí estamos conectados con ellos”.

La labor comunitaria de Boris inició haciendo parte de la fundación de la Asociación Juvenil Unidos por Amor al Pueblo (Ajuap), una organización que iniciaron 20 jóvenes de la localidad, que de la mano de varios sacerdotes al servicio de la comunidad, entre ellos el padre Sterling Londoño, se fueron integrando en labores de aseo y embellecimiento del espacio público, y actividades con el objetivo de participar en los procesos comunitarios, sociales y políticos de su región, priorizando el  arte, la cultura y la comunicación para fortalecer el tejido social. Hoy cuentan con cerca de 100 integrantes. El aniversario del 2 de mayo de 2008, coincidieron con Diego Molano y con él trabajaron en el proyecto de una emisora comunitaria que hoy es un eje comunicativo vital para la región: Bojayá Estéreo.

En el silencio del Atrato y con calor de más de 30 grados, todo lo ocupa el estridular de los grillos a las cuatro de la tarde —no cantan porque no tienen voz, frotan sus alas para producir ese sonido con el que buscan llamar a las hembras—.

“Desde que yo tengo uso de razón siempre hemos pertenecido a los grupos prejuveniles, juveniles, de la parroquia. Y en las parroquias estas son las que más mantienen los grupos fortalecidos; de danza y de teatro. Y desde ahí, ¿qué? de 12 años, ya bailábamos danzas. Con el padre Jorge Luis Mazo, que lo asesinaron los paras en Quibdó, un 17 de noviembre”.

Boris es de hablar cadencioso, como la gente de las orillas de aquel río inmenso. Sus palabras se deslizan, se estacan por momentos y luego corren como en remolinos que se rompen otra vez, en ciclos de ese acento suave, cantar de la costa Pacífica y de la región del Atrato.

Al padre Jorge Luis le reconocen haber montado las tiendas comunitarias en cada caserío de la zona. Una tienda comunitaria era como llenarle de plata los bolsillos a la gente, porque con algunas monedas compraban arroz y aceite para un par de días; era barato, cuentan. El grupo de danzas de la parroquia lleva el nombre del padre: Jorge Luis Mazo.

“Acá lo primordial son danzas tradicionales, el abozao, la jota, polka, fuga también. Pero después de uno bailar, cuando uno baila bastante, empieza a bailar otras danzas. Mapalé, currulao, moña… en fin. Estando en Bellavista Viejo, con el padre Vicente González —otro párroco que también apoyó muy duro el folclor y lo cultural en la población— se hizo un estudio y a varios nos certificaron como instructores de teatro y danza tradicional. Y gracias a eso, me recorrí Juradó, estuve en Bahía, en Cupica, en Acandí, en Unguía, en Capurganá también, como instructor”.

Hoy, Boris dirige un grupo prejuvenil de danzas, con niños y niñas entre los 9 y los 14 años. “Son demasiado desordenados, Dios mío bendito”, anota. Con su grupo, participó del mural que pintaron junto a las alabadoras y sabedores en el Parque de la Memoria de Bojayá, en conmemoración de la vida de los niños, niñas y adolescentes que fallecieron en la masacre. “Cada 10 minutos tocaba regañarlos”, agrega.

En medio de la tarea, los niños de Bellavista hicieron una batalla de danza contra los de Pogue. Perdieron, pero todo el mundo gozó con sus movimientos. En 2018 participaron de un encuentro de teatro en Tadó y siguen ensayando y creyendo en el arte como una forma de resistencia y expresión de sus realidades y sueños de futuro.

“Vaya pa’ Pogue a una competencia de alabaos a ver quién gana…” —se ríe Boris. El corregimiento de Pogue es reconocido por sus cantadoras de alabaos, composiciones tradicionales en forma de plegaria, con las que se despiden las almas de los muertos.

El grupo de danzas ensaya los lunes, miércoles y viernes a las tres de la tarde. Pero no es lo único en que se ocupa Boris. Con su hermano Dayron y su amigo John Pinilla —que también es gestor local—, tienen una escuela de fútbol con grupos de las categorías de 8 a 10 años, de 10 a 12, 12 a 14 y sub 17.

A pesar de haber vivido varios años en Quibdó, Boris decidió regresar a su tierra, Bellavista.

“Yo quiero morir acá. A mí me gusta viajar mucho y he viajado bastante. Voy, pero me vengo. Yo acá me siento muy contento, muy regocijado, tranquilo. Uno acá vive muy sabroso: me llevo a Pipe pa’ la finca a cortar plátano… Se madura el plátano ahí. Vamos al río, uno busca pesca, el vecino le comparte. Uno no tiene que tener el bolsillo lleno pa’ pasar sabroso. Y salga a la calle pa’ que vea: el saludo, el abrazo. La vivencia acá es muy tranquila, humilde, buena”.

El 17 de de noviembre de 2019, Boris junto con el grupo de teatro de Bojayá, integrado por jóvenes de Ajuap, presentaron la obra “Honra a los sagrados espíritus”, durante el acto político y de despedida espiritual de las víctimas mortales de la masacre. Su presentación fue conmovedora, una representación de la armonía de la vida campesina del Medio Atrato, de repente atravesada por los grupos armados, la corrupción, la guerra, la muerte y el sufrimiento; factores que aún amenazan la vida de los hijos e hijas del Atrato. Pidieron al público no aplaudir al final y homenajear con silencio a las familias recordadas.

Boris Velásquez fue elegido concejal de su municipio en las últimas elecciones, y desde su cargo  continúa trabajando por la cultura y el deporte de Bojayá, generando espacios para los jóvenes y la construcción de la tan anhelada paz; siguiendo los mensajes de la obra de aquel 17 de noviembre y honrando a sus espíritus:

Entre los maizales
sembraremos nuestros sueños indígenas y negros
el amor por nuestro pueblo y la fecundidad de nuestros cuerpos

Entre los maizales
enterraremos los cadáveres de nuestros héroes
para que le den el color dorado a las mazorcas
y nos alimenten

El tiempo pasa
la historia se repite,
los actores se levantan