Buenaventura: un puerto sin comunidad, el título de la nueva investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica, hace referencia a un territorio que muestra contrastes entre las apropiaciones socioterritoriales de la población afro y las dinámicas económicas, legales e ilegales. Estas últimas se desarrollan en un puerto en el que la presencia del Estado ha sido débil y en el que, por la presencia de múltiples grupos armados ilegales, se ha configurado lo que los afrobonaverenses denominan “un puerto que desconoce su comunidad”.
Esta investigación surge como respuesta a la solicitud recibida por parte de la Minga por la Memoria, conformada por organizaciones étnicas, eclesiásticas y sociales de Buenaventura. En la solicitud se le pidió a la entidad iniciar un proceso de reconstrucción de memoria que permitiera entender y explicar los motivos que han conducido a la continuación y degradación de la disputa armada en esta ciudad de Colombia. Todo lo anterior narrado desde las propias voces de las víctimas.
Es así como este informe, que se le presenta al país el 2 de junio, analiza el periodo comprendido entre 2000 y 2013 en esa zona del Valle del Cauca y se desarrolla alrededor de los siguientes cuestionamientos:
Homicidios
Entre 1990 y 2012 según
la Policía Nacional
Víctimas
de desaparición forzada, entre 1990 y 2013, según el Sirdec
(Sistema de Información
Red
de Desaparecidos y Cadáveres).
Masacres
Entre 1995 y 2013, según el CNMH.
20 de ellas se presentaron
entre 2000 y 2003
Personas desplazadas
Desde 1990 es la urbe con el mayor
índice de desplazamiento interurbano
de Colombia.
Después del lanzamiento del informe, el CNMH continuará con un proceso de acompañamiento técnico por medio del cual se apoyará a diversas iniciativas de memoria en Buenaventura. A través de estas expresiones artísticas (teatro, poesía, música…), jóvenes y adultos de distintos sectores sociales resignifican su territorio y dan a conocer, no solo lo que ocurre en esta región, sino la gran capacidad que han tenido para resistir como comunidad.
Entre la cortina de polvo vienen 12 hombres que intimidan con máscaras de madera y castigan con un látigo a los desprevenidos que no se mueven al golpe del tambor. El canto, las oraciones y el eco embriagante del biche retumban en las gargantas. El sudor recorre la piel como si fuera el único lugar para expulsar las penas. Pupilas dilatadas. Las máscaras obligan y vigilan el baile. Prohibido quedarse quieto.
Es “el baile del matachín”, una tradición religiosa de Buenaventura que cierra la Semana Santa pero que desde hace un poco más de cinco años se convirtió en un símbolo de resistencia y memoria en el barrio Punta del Este. El 19 de abril de 2005, doce cuerpos adolescentes fueron encontrados con indicios de tortura, desmembramiento y, algunos, reducidos en ácido.
Eran los muchachos “Matachines” encargados de la fiesta de Semana Santa y que días antes les habían prometido 200 mil pesos si ganaban un partido de fútbol en otro barrio. Un carro grande se los llevó. Sería la última vez que los verían con vida.
El duelo por “Los Matachines” duró tres años en Punta del Este. No más disfraces, ni cantos, ni bailes. Solo lágrimas. Luego el duelo se convirtió en resistencia: “Nosotras ahora recordamos a los muchachos con la alegría que nos ayuda a vencer el miedo – dice una de la madres-; por eso bailamos para no olvidar a los doce". Y ese baile de pies descalzos se mezcla con un canto profundo como si llegara desde el propio centro de la tierra. Es El Puerto que resiste al plomo y a la sangre.
La memoria histórica de teatro en Buenaventura
“Tocando la marea” es un proceso dramatúrgico basado en el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica: “Buenaventura un puerto: sin comunidad”
Con presentaciones de 30 artistas en escena, se realizará en Buenaventura, Cali y Bogotá el estreno nacional de la obra de teatro “Tocando la marea”, del semillero teatral por la vida de Buenaventura. Puesta escénica basada en las ideas centrales del informe de Investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica “Buenaventura un puerto: sin comunidad”.
A través del lenguaje teatral, imágenes, cantos y movimientos, esta obra muestra la proliferación de los grupos armados ilegales y su disputa por el control del puerto, las modalidades de victimización, la constitución de casas y esteros donde se desaparecen o arrojan los cuerpos de las personas asesinadas; pero también la importancia de las acciones de resistencia pacífica de la comunidad.
“Tocando la marea” es el resultado de la apuesta del CNMH para fortalecer las prácticas artísticas y culturales de memoria histórica con el semillero teatral por la vida de Buenaventura. Gracias a la labor de la organización Fundescodes y Cepac se recrean los testimonios del informe, como memoria viva que da cuenta de las narrativas propias de la cultura del pacífico en relación a las afectaciones por el conflicto armado y las propuestas de resistencias de sus comunidades.
Con Juana Salgado, artista escénica del Centro Nacional de Memoria, hablamos sobre la obra:
“Posibilitó muchos diálogos y encuentros, aunque lo importante es el proceso de formación y no el producto. La obra es la acción visible de este proceso dramatúrgico de investigación-creación que cumple con la necesidad de visibilizar la crisis humanitaria y la problemática en la región, se escoge este lenguaje teatral porque apela a la vida, a una poética que llega a los sentidos dado que el teatro es un testimonio vivo que posibilita decir lo indecible, todo de lo que no se puede hablar en el puerto”.
“Es una producción única en varios aspectos: los actores son naturales de Buenaventura, la dramaturgia fue construida colectivamente, se tejió el texto a partir del informe el cual es dinamizado con los relatos de vida de los participantes del semillero, tiene muchos testimonios únicos y particulares suministrados por los actores que han crecido en barrios de baja mar azotados por el conflicto, además aparece una familia nueva en el pacífico que es el semillero”.
“Es una producción única en varios aspectos: los actores son naturales de Buenaventura, la dramaturgia fue construida colectivamente, se tejió el texto a partir del informe el cual es dinamizado con los relatos de vida de los participantes del semillero, tiene muchos testimonios únicos y particulares suministrados por los actores que han crecido en barrios de baja mar azotados por el conflicto, además aparece una familia nueva en el pacífico que es el semillero”.
“No, para nada, no es una traducción de un lenguaje a otro, pero sí toma como punto detonador las ideas fuerzas del informe y de ahí surge un sin fin de imágenes que se dinamizan con las vivencias de los integrantes del semillero. Incluso en la obra se verán cosas que no se encuentran en las páginas del informe”.
“El informe contiene información muy importante para entender las dinámicas del conflicto en el puerto, las cifras, impactos y daños pero detrás de esos conceptos están los proyectos de vida; la obra explora el cuerpo como archivo vivo de lo sucedido en Buenaventura, justamente hace aparecer el rostro de la gente, sus sentimientos, miedos y sueños, ellos son un espejo de los olvidados que son la gran mayoría de los bonaverenses”.
“El balance es positivo, el semillero de teatro por la vida pasó de ser una acción artística a una iniciativa autónoma porque tomó vida propia, no solo se instalaron capacidades en las herramientas teatrales, también se empoderó a la comunidad, se reconstruyeron confianzas y se estrecharon lazos de hermandad y solidaridad”.
Buenaventura en los medios de comunicación