Los trabajos de esclarecimiento histórico realizadas por el Grupo y el Centro de Memoria Histórica en los últimos diez años, han permitido construir el relato de lo que nos sucedió desde diversas voces, miradas, enfoques y protagonistas.
Sesenta años de conflicto armado han dejado huella sobre gran parte de la sociedad colombiana. Los campos y ciudades han vivido cambios sustanciales, luego de que millones de personas abandonaran sus territorios por causa de la violencia y tuvieran que reconstruir sus vidas en lugares desconocidos. La afectación psicosocial también ha sido protagonista. En muchas regiones de Colombia el miedo persiste, las heridas siguen abiertas, subsisten las estigmatizaciones y asesinatos a líderes sociales, así como la polarización y la fragmentación. Por eso es necesario constatar que el pasado doloroso no se ha cerrado.
Desde hace diez años el Grupo de Memoria Histórica, y luego el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), han recogido las narraciones de las víctimas de la violencia, en búsqueda de sustituir la venganza por la esperanza y así, con el tiempo, abrir el camino para la reparación, la justicia social y la consolidación de un país democrático.
“Doscientos veinte habitantes de Bojayá habían escuchado por dos horas y media la versión de Freddy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, sobre la masacre ocurrida allí el 2 de mayo de 2002, cuando un funcionario de la Fiscalía preguntó quiénes se consideraban víctimas de ese suceso. El auditorio entero levantó las manos y, como si eso fuera insuficiente para hacerse sentir, gritaron al unísono: ‘¡Todos! ¡Todos! ¡Todos somos víctimas!’”
Informe Bojayá. La guerra sin límites, 2010.
Steve J. Stern, quien realizó el informe “La memoria nos abre camino”, luego de analizar los informes del CNMH, señala que la guerra en Colombia ha generado tres dinámicas: soledad, dignidad y solidaridad. Stern habla de soledad para referirse a las víctimas que quedaron a merced de los grupos armados ilegales por el olvido y el abandono del Estado; una soledad que persisten por la indiferencia social. Por otro lado, habla de dignidad para hacerle un reconocimiento a las luchas y las resistencias de las víctimas, y para reiterar en el protagonismo humano que debe haber en los procesos de memoria. Y de solidaridad, para insistir en que no podemos caer en la indiferencia y la deshumanización.
En el 2008 el Estado empezó a hablar del valor de la memoria histórica para alcanzar la paz, y la sociedad respaldó esa idea. Se establecieron caminos institucionales que le dieron, primordialmente, la voz a las víctimas. Stern hace énfasis en que sus experiencias no pueden ser ajenas o invisibilizadas. Son el pilar de la paz. Pero advierte que para comprender sus ejercicios de memoria, es necesario trascender la idea de la “victimización” en un sentido restringido o simplista. “Las víctimas no son solo víctimas, ni tampoco son homogéneas, pues desde distintas posturas y experiencias son protagonistas. Es decir, son sujetos de la historia que saben o descubren cómo reclamar sus derechos, organizar su agencia, plasmar su dolor, buscar alianzas y encontrar en ellas solidaridad e incluso empatía”, señala Steve J. Stern.
“En otras palabras, la memoria abre camino, pues la idea de propiciar la narración para sustituir la venganza representa una esperanza y también la fuerza de la memoria histórica. Abre camino para la reparación, para una justicia social plena, que incluye la dimensión penal pero incluso va más allá, y para la esperanza de consolidar un país democrático. En palabras de una víctima a quien le asesinaron a su padre: ‘queremos una memoria para que todos quepamos en este país’”
Balance la Memoria nos abre camino