En el país por lo menos 80.000 personas han sido víctimas de desaparición forzada. Esta forma de violencia es capaz de producir terror, causar sufrimiento prolongado, alterar la vida de familias por generaciones y paralizar a comunidades y sociedades enteras.
Hace 10 años las cifras sobre desaparición forzada en el país estaban dispersas en diversas instituciones y organizaciones sociales. Una de las tareas del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) fue consolidarlas y así, en el 2016, publicamos el informe “Hasta encontrarlos: El drama de la desaparición forzada en Colombia”, el cual reveló que entre 1970 y 2015 se registraron 60.630 personas desaparecidas forzosamente en el país. El Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH continuó con la labor de investigación y recopilación, y hasta agosto del 2018 reportó 80.000 víctimas de este flagelo.
Pero además de aclarar las cifras, hemos hecho un esfuerzo por reconstruir la historia de cada hecho o evento de desaparición, a través de entrevistas, testimonios, talleres de memoria, expedientes penales de la justicia ordinaria y militar, expedientes disciplinarios y administrativos, procesos judiciales (en los casos que han sido objeto de demandas internacionales); documentos del Ejército, la Policía y el DAS; informes de organizaciones no gubernamentales y prensa.
“Me agarraba como un ataque, una cosa, me parecía que lo veía por ahí acurrucado, que lo veía por allá bregando por en medio de esas eras de café… Yo me ponía a gritar, me agarraba una cosa (…) Mi hijo era tan joven y quién sabe cómo fue su muerte (...) ¿Ustedes qué creen? En 18 años todavía tienen que existir los huesitos, ¿cierto?”.Testimonio del documental “Trujillo: una tragedia que no cesa” de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
También hemos contribuido en la caracterización de la desaparición forzada, lo que nos ha permitido profundizar en el conocimiento sobre este flagelo. Por ejemplo: hoy sabemos que no solo hay víctimas directas (los desaparecidos), sino también víctimas indirectas (sus familiares), y que son tan diversas (sindicalistas, estudiantes, población de sectores vulnerables y marginalizados) que es muy difícil establecer un perfil específico.
Sobre los perpetradores, sabemos que los grupos paramilitares fueron responsables del 46,1% de los casos registrados entre 1970 y el 2015 (un total de 13.562); las guerrillas, del 19,9% (5.849); los grupos posdesmovilización, del 8,8% (2.598) y los agentes del Estado, del 8% (2.368). Conocemos que este fenómeno se ha presentado en 1.010 municipios de los 1.115 del país, y que las regiones más afectadas son el Magdalena Medio, el oriente Antioqueño y el Valle de Aburrá.
También sabemos que los impactos psicosociales y los daños emocionales de las víctimas son incalculables, porque la naturaleza y las características de este delito producen una incertidumbre permanente que impide hacer el duelo. Así lo evidencia este testimonio recogido en el informe “No los olvidamos: Necesidades de los familiares de las personas desaparecidas en Colombia”: “Lo que más pido es que nos ayuden a encontrarlos porque todos estos años que han pasado han sido una tortura y un tormento muy grande para nosotros (…) otra Navidad en esta angustia, dolor… las niñas esperan todos los días que aparezca. Lo que más imploro es que nos ayuden a esclarecer, que nos digan qué es lo que hicieron, dónde están. Por lo menos que nos lo entreguen para saber a qué atenernos”.
“Con toda la responsabilidad de la tarea emprendida [los investigadores del CNMH] han navegado-naufragado en un mar de relatos imposibles e inenarrables, de imágenes no menos crueles, de dolores, de testimonios. Y para poder hacerlo, se han introducido en el inframundo de la humanidad. Con ello han contribuido a su esclarecimiento por medio de una caracterización amplia del fenómeno (su naturaleza criminal y sociológica, sus víctimas, los actores armados que lo ejecutan, los modos de ejecución, las cifras que el fenómeno alcanza, los lugares donde sucede, sus dinámicas, los daños e impactos psicosociales del fenómeno). Al hacerlo, han mostrado también y de manera particular, la indolencia de la sociedad colombiana cruelmente indiferente ante la atrocidad que han vivido las víctimas en este drama y cuál ha sido la acción o inacción del Estado y de la justicia de cara al fenómeno”
Balance de Desaparición forzada
Todavía hay muchos vacíos que resolver para tener un mapa completo de lo que ha sido la desaparición forzada en el país. Las cifras siguen siendo un reto, porque se trata de un delito cuya intención o modo de ejecución pretende el “ocultamiento de los cuerpos”, lo cual deriva en un subregistro muy alto. Falta profundizar en el análisis de muchos de los aspectos de este fenómeno, como el análisis social y espacial en el que sucedieron los hechos, la relación del cuerpo con la violencia y el poder, y las emociones.
El deber de las instituciones y organizaciones sociales y políticas comprometidas con este fenómeno, es continuar trabajando por la búsqueda de la verdad de lo que pasó con ellos. Además, es esencial la atención de las víctimas indirectas, insistir en los altísimos niveles de impunidad, y trabajar para combatir la indolencia de una gran parte de la sociedad colombiana ante este drama.