Me acuerdo de que yo era muy chiquita y mi papá era altísimo, yo lo veía muy grande. Mi papá no sé cuánto medía, pero mi papá era muy muy grande y yo siempre decía que mi papá era muy grande. Mi mamá me decía que sí, que era muy grande. Pero yo me refería al tema de la estatura y mi mamá se refería a que era muy grande, porque mi papá […] era muy inteligente. Le tenía la solución a todo y pensaba en todo. Además, pensaba en todo el mundo. Entonces, pienso que una de las cosas que amaba mi mamá de mi papá era eso, que era demasiado inteligente. Siempre estaba pensando en los demás.
En el anterior fragmento, Kelly Bula resume las ideas que de Jaime tienen sus amigos, conocidos y familiares. En los relatos de quienes lo recuerdan, Jaime es una persona grande; físicamente corpulenta, intelectualmente brillante y políticamente justa, altruista y humanitaria. Varias de estas características tienen que ver con su personalidad, con las relaciones amorosas, bondadosas y compasivas sobre las cuales se cimienta su familia y con su ideario político de izquierda democrática.
Sobre su personalidad hay otros adjetivos no tan trascendentales como los anteriores, pero sí importantes para imaginar a Jaime como un individuo complejo: un buen comensal, vanidoso, que odiaba engordar y envejecer y le fastidiaba cumplir años, era una persona muy “jocosa”, serena, que detestaba que le mintieran y que condenaba el consumo de drogas. En una conversación que sostuvieron sus hermanos Gloria y Luis Paternina Espinosa con Elsa Reinel (una exesposa de su padre José Bula), aparecen esos rasgos claramente descritos:
Elsa: bueno, a él no le gustaba, por ejemplo, una persona que te está echando embustes. A él no le gustaba eso. Decía: “así usted sea bien malo, tiene que decir siempre lo que está pensando”.
Luis: “busque juicio, deje de echar mentiras. Respete, usted no me respeta a mí. Yo estoy viejo para que usted me esté echando mentiras”, decía Jaime. A él le daba rabia que alguien le echara mentiras. Era un tipo al que no le gustaba la mentira.
Elsa: eso no lo toleraba él, no permitía gente mentirosa.
Luis: “busque juicio”, le decía a la gente mentirosa. Y le daba igual si una persona que es mayor le estaba echando mentiras, le daba rabia. Y no le costaba para decírselo, ¿sabes? Decía: “usted está muy viejo para eso”.
Gloria: me encantaba cuando el viejo Rubén, para amargarle la vida…
Luis: lo quería mucho también.
Gloria: lo adoraba, y resulta que el tío Rubén a veces le echaba mentiras. Le decía: “ya te tengo el mondongo, te tengo el pescado frito para que vayas a comer”. Y él llegaba, creyendo que era cierto. Lo mantenía bravo, le decía: “usted se ve tan viejo para estar echando tanta mentira”.
Elsa: él llegaba aquí, y uno sabía que, si no había comida, tenía que hacerle. Él duraba aquí una hora, media hora, iba a donde el hermano...Eso, mejor dicho, esa barriga de él… Ese comía bastante. Sí, después iba a donde la tía, eche para acá (para la boca la comida). Eso sí, no te despreciaba. Te comía de todo. Era de buen comer.
Elsa: yo me acuerdo esa tarde, que le dice uno: “¡uy, Jaime!”. Porque estaba tan bonito ese día. Que te digo que estaba con ese pantalón azul turquesa y camisa manga larga de rayas. Y como él fuera que no fuera bonito así de cara, pero era un tipo alto, era elegante. Era un tipo bien elegante. Y todo el mundo: “uy, Jaime”. Y la hermana: “Jaime, como estás de bonito”. Yo me acuerdo ese día en la morgue que yo entré a verlo, dos enfermeras que dijeron: “lástima que lo mataron, a ese tipo tan bonito”. Porque él tenía un cuerpo bonito, era caderón. Sin ser de gimnasio ni nada, eso era natural. Bien elegante sí era.
Luis: a veces se preocupaba, cuando comía mucho y se veía en el espejo, decía: “¿cómo me ves tú?” Yo le decía: “Lobo, te veo barrigón”. Y él: “¿juras?”. Y yo: “sí…”. Eso, una vez comenzaba se iba para el mercado y traía calabaza, berenjena…
Gloria: y lo veías todas las mañanas haciendo abdominales. Y ajá, decía: “¡que no puedo engordar!”.
Luis: y duraba una semana comiendo lechuga, y yo le decía el conejo.
Gloria: lechuga, comía lechuga todas las tardes. Y estaba así, tan bonito que parecía un burro comiendo lechuga.
Luis: porque se preocupaba, cuando se veía muy barrigoncito le preocupaba, ¿sabes? Él se veía así, entonces iba al mercado y traía…
Gloria: y tenía su vanidad, porque fíjate que él me decía: “Gloria, busca una vieja que venda revista que por allá vi que no sé quién vendía unas mascarillas para la cara”. Y yo le digo: “no joda, ¿tú viste mascarillas dónde?” Él decía: “no joda, que fui por allá a una casa. Voy llegando y allá el marido Zenón le tenía a la Elsi una vaina plástica aquí transparente. Búscame esa vaina que yo quiero una”. Y me dio risa cuando una mascarilla de pepino se la fue poniendo.
Luis: lo encuentro dormido con las dos máscaras de pepino en los ojos.
Gloria: con la mascarilla de pepino brillante en la cara. Y le dice él (Luis): “¿tú cuando te pusiste ese pedo en la cara?” Y le dice: “respete, que esto es una mascarilla. No me hagas reír porque después me queda arrugada la cara”.
Elsa: él era así.
Gloria: y le decía Luis: “tú puedes hacer lo que quieras, pero estás viejo y acabado”. Y Jaime: “deja que me quite esta vaina y hablamos”. Este le amargaba mucho la vida, lo molestaba.
Gloria: 59 años hubiese cumplido Jaime el próximo 19 de agosto (2019).
Luis: a él lo preocupaban los años. Decía: “eh, cumplo años mañana”. Yo le decía: “¿cuántos lobo?”. Y él: “ni sé”. Pero mentira, lo que pasaba es que no le gustaba cumplir años. Él decía: “yo no me quiero poner viejo”.
Luis: no le gustaba que la gente anduviera en las esquinas fumando cigarrillos, él era un tipo muy conservador en ese sentido. Decía que quería una sociedad libre de drogas, que la gente le sirviera a la sociedad.
Elsa: bueno, yo así de especial de él...digamos que era una persona que, dentro de su seriedad y todo, tenía sus momentos que lo hacía reír a uno con sus cuentos y sus cosas. Y donde él estaba era ameno en una reunión. Porque si era una cosa de seriedad, de seriedad; y cuando era un momento de compartir era muy jocoso.
Luis: si había una mesa redonda de hablar todos serios con políticos, el tipo hablaba serio. Entonces, cuando ya se cansaba de hablar seriedades, decía: “bueno, vamos a hablarnos para hablar lo que tenemos que hablar”. Para cada tema tenía sus cosas. Si es seriedad, seriedad. Mamadera de gallo, mamadera de gallo. Y se reía, echaba cuentos. Eso, mejor dicho, eran carcajadas. Él era feliz en eso, era un tipo que en cada ocasión tenía sus cosas.
Jaime también era un hombre muy romántico y enamoradizo, que tenía entre sus repertorios de galantería la escritura y la dedicación de poemas y canciones y que recurría a su familia para que mediara en sus conquistas. Por ejemplo, Gloria recuerda entre risas los detalles cómicos de la conquista de Rosa y la ayuda familiar para que se llevara a cabo:
En ese episodio, cuando se enamoró de la chica que era la secretaria [del colegio], terminé diciéndole: “vamos a llevarla a su casa, ya sabes dónde vive”. […] Era Rosa. Entonces, como yo estudiaba allí, me decía: “pasa siempre por ahí para ver con quién la ves”. Y yo le contaba todo. […] Me decía: “pero llega, saluda, entra”. Entonces, empecé a hacer una súper amistad con ella: tenía el [número del teléfono] fijo de ella, la llevaba a la casa y me la pasaba allá todo el tiempo. Y él me decía: “¿para dónde vas?”. Yo le decía: “voy para donde Rosa”. Entonces, él me recogía allá. Llegaba a decir: “¿está mi hermanita por aquí?” Yo estaba chiquita, tenía como unos 14 años. Como ella trabajaba para él, entonces siempre apenada. Lo fui metiendo en esa casa hasta que conocimos al hermano de ella que se fue volviendo un súper amigo de mi hermano, como si fuera hermano de nosotros. Se llama Omar. Imagínate: Jaime quería llevarla a la casa, como agradarla. Me decía: “yo tengo que inventarme algo y tú me tienes que ayudar”. Yo le decía: “¿qué más quieres que haga si ya te metí en la casa? ¡Tienes que enamorarla tú!”. Pero él decía: “vamos a inventarnos que tú cumples años”. Yo decía: “pero ¿cómo vas a echar esa mentira Jaime si yo ya cumplí años?” Él respondía: “no importa, vas a cumplir años”.
Me dijo: “usted va a cumplir años el último sábado de este mes, que es el 30 de julio”. Y fue e invitó a Omar, al difunto Corrales, el profesor. Ha empezado a invitar y llevó unas gallinas a la casa. Le dijo a mi mamá que hiciera un sancocho y dijo: “ésta está cumpliendo años y aquí el que me la embarre tiene problemas conmigo”. Me ha celebrado el cumpleaños. Y llegó ella y me trajo un regalo. Llegó el hermano, el otro; todos me trajeron regalos y yo toda colorada. Él me decía: “no se avergüence que es su cumpleaños, vaya para allá afuera”.
Y ese día fueron a decirme unas palabras y yo no podía aguantarme la risa, porque [Jaime] se para a darme unas palabras. Me decía: “ya no te quejes, no te celebré tu cumpleaños de verdad, pero te celebro éste”. Y mi mamá se prestaba para eso, todo el mundo lo hacía. Si se enamoraba era una cosa impresionante. Hasta el punto de que me decía: “necesito que te aprendas la canción Chispitas de oro de Diomedes Díaz, porque vamos a cantársela a Rosa”. Yo me volví la rockola de él. Íbamos allá y yo cantaba. […] él era una persona muy romántica, le gustaba escuchar los poemas y escribir poesía. Cuando se enamoraba, eso poemas iban, poemas venían.
La madre y una de las hijas de Jaime (Carmen Julia Espinosa y Vanessa Bula) comentan el evento de la “pedida de mano” de Antonia Herrera, la mujer con quien Jaime se casó y tuvo tres hijas. Ocasión memorable, porque su familia conformó una comisión para hablar con la madre de Antonia, una mujer que tenía fama de ser “temperamental”:
Vanessa: yo realmente no tengo una historia así de cómo se conocieron mi mamá y mi papá. Lo único que mi mamá me ha contado es de la vez que le fue a pedir la mano para casarse. Fue con un montón de gente a donde mi abuela. Y mi abuela, que es bastante temperamental… Fueron muchas personas para pedirle la mano.
Carmen Julia: “yo quiero que ustedes me acompañen”, nos dijo él. Yo le dije: “¿a dónde quieres que te acompañe?” Y me responde: “hay un problema con Antonia, mi novia. Tengo que ir a resolver ese problema”. Y también dijo: “Hugo, ¿me acompañas?” Entonces fuimos Hugo, Helfi, el esposo de Helfi, Gloria y mi persona”. Y cuando llegamos allá, la suegra un poquito como que ajá, pues es que era la primera vez. Entonces hablamos con ella, pero terminó que eso no era un yerno para ella, sino un hijo. Para no alargarte el cuento, que eso era un hijo.
Además de todo lo anterior, la familia de Jaime señala el altruismo de él como un rasgo central de su personalidad. Para ilustrar esta característica, no se cansan de repetir lo que alguna vez les contó Alfonso Carvajal, amigo de la familia y escolta de Jaime: la ocasión en que Jaime paró su carro al lado de un campesino que conocía y que deambulaba por las calles de Montería para ofrecerse a llevarlo a su destino y regalarle los zapatos que estaba estrenando ese día, después de comprobar el mal estado en el que se encontraban los de su amigo.
Jaime fue el primero de los seis hijos e hijas que tuvo la señora Carmen Julia. Nació el 19 de agosto de 1960, “un día soleado en el barrio Granada de Montería, a las cuatro de la tarde”, como todavía recuerda su madre. Concepción Galindo, su abuela paterna, fue quien fungió como partera en esa ocasión.
Carmen Julia guarda la imagen de Jaime como un niño y un adolescente brillante e independiente, que aprendió “sus primeras letras” en la escuela de su barrio y que se matriculó sin “asesoría” de ella en el Colegio Nacional José María Córdoba para cursar el bachillerato.
Según Gloria, esa imagen y el orgullo que se desprende de ella lo mantuvo su madre hasta en los momentos en que más se sintió angustiada y cansada por la actividad política de Jaime y su hermano Hugo:
Resulta que cuando no capturaban a Jaime en uno de los múltiples mítines en los que participó en su vida universitaria, capturaban al que está en España, a Hugo. Y mamá un día llorando dijo: “¡estoy es aburrida, estos tipos pasan presos!”
Y mi mamá vivía triste, porque les decía a Jaime y a Hugo: “¿ustedes qué es lo que les pasa?, van a acabar conmigo”. Pero en el fondo yo pienso que estaba orgullosa de tener unos hijos que ayudaban al otro a través de la lucha social por los derechos.
A pesar de que Jaime vivió algunos años de su adolescencia en el hogar de su padre José Bula y Elsa Reinel, la mayor parte de su vida habitó la casa y el hogar de su madre Carmen Julia y Hugo Manuel Paternina, el padre de todos sus hermanos maternos. En la vida de Jaime, el señor Hugo Manuel ocupó el espacio del padre que, con el ejemplo, le enseñó la importancia de la lucha social y organizada por los derechos de los sectores populares. Al respecto, Luis Paternina comenta:
Mi papá nunca tuvo un roce con Jaime por la actividad política de izquierda. Siempre le respetó ese espacio. Fíjate que mi papá fue uno de los primeros fundadores del sindicato de Coca-Cola de aquí de Montería. Entonces, claro, mi hermano veía y pensaba que, si él lo hacía, por qué no lo podía hacer él también. Se dio cuenta que era una buena lucha, que era una causa por la lucha trabajadora.
Según Vanessa Bula, la fuerza y la profundidad de esa relación se hizo evidente en el tipo de lazo familiar que Jaime construyó entre ella, sus hermanas Vania y Vianys y el señor Hugo: “el abuelo de nosotros, a mi abuelo Pepe (José Bula), lo conocimos y si lo vi tres veces fue mucho. Pero mi abuelo, el que nos presentó él como abuelo, cuando tuvimos conciencia, fue el abuelo Hugo”.
Para sus hermanos maternos, Jaime fue el hermano mayor que asumió el liderazgo y la autoridad propia de un padre ante la ausencia del señor Hugo Manuel, quien mantenía alejado de su hogar por sus jornadas laborales. Esa responsabilidad volvió a Jaime objeto de admiración, respeto y amor profundo por parte de Hugo, Luis, Sandra, Helfi y Gloria Paternina Espinosa. En palabras de Gloria:
Él nos crio a nosotros, básicamente era como nuestro papá. Cuando yo nací él tenía 19 y yo lo veía como papá. Ponía el orden en la casa, porque mi papá siempre mantenía trabajando todo el día. Él mantenía el orden. Buscaba las calificaciones de mi hermano y si por si acaso le iba mal venía y le formaba problema, lo ponía a estudiar. Él era el del orden, el faro, era el baluarte de todos, orgullo de la familia, supremamente inteligente. Una persona con gran talento y carisma.
Pese a lo anterior, Jaime construyó relaciones distintas con cada uno de sus hermanos. Hugo y Luis, y en algunas ocasiones Gloria, fueron sus compañeros de correrías en las marchas, paros y movilizaciones de las que participaba Jaime cuando era estudiante del Colegio Nacional José María Córdoba y después cuando hizo parte de la Corriente de Renovación Socialista.
Poco antes del asesinato de Jaime, Hugo se fue a Madrid a estudiar un doctorado en antropología. Esa distancia física con la familia le dio un matiz formal a su relación con Jaime. Cada conversación entre ellos se convirtió, según Gloria, en una “actualización de intelectuales”, donde hablaban de los libros que leían y de la política nacional e internacional. Con su hermana Helfi, Jaime tuvo una relación parecida; sus conversaciones trataban de la idea de justicia social que él se había formado en su paso por el Colegio Nacional José María Córdoba y por su militancia en la Corriente de Renovación Socialista. Ella presenció el momento justo antes de su muerte, cuando se encontraba fuertemente herido al interior de la camioneta de su esquema de seguridad, el que le había otorgado el Estado por ser líder desmovilizado de la CRS. Eso la marcó profundamente; de ahí en adelante todos sus recuerdos de Jaime se impregnaron del dolor que sintió cuando lo vio agonizando.
Con Luis la relación de hermanos se forjó y se fortaleció en la convivencia cotidiana, la de compartir el mismo cuarto en la casa materna, en las tardes de poesía en voz alta y en las continuas parrandas. Cotidianidad que estaba llena de peleas triviales, reconciliaciones fáciles y situaciones graciosas. Luis y Gloria tienen muchas anécdotas al respecto, a continuación se presentan dos de ellas, las que narran entre sonrisas y carcajadas:
Gloria: él a cada quien le delegó sus cosas. Con Luis era el trago que se iban a tomar allá peleados. Éste (Luis), borracho le faltaba al respeto y ahí Jaime le pegaba en la calle. Entonces, venían a la casa a pelear: uno adelante y el otro atrás. Y éste, llorando decía: “mami, me pegó” Así, viejo como está. Y mi mamá le decía: “Jaime, ¿por qué le pegó?” Él le respondía: “pregúntele…que estaban unas chicas ahí buscándome y él faltándome al respeto, enamorándolas.” Al día siguiente peleaban, entonces no se hablaban. “A mí no me hable que usted es un sinvergüenza, ya no lo saco a ninguna parte”, le decía Jaime a Luis. Al día siguiente, a las 10 de la mañana, Jaime lo iba a buscar y le decía: “mira, vamos”.
Gloria: Jaime era un hombre muy elegante y muy pulcro. Yo te lo voy a mostrar en la foto y así era él. La camisa de la mañana no era la misma de la tarde o de la noche. Tenía muchísima ropa. Y sabes que hacía Luis, cuando veía que las camisas eran nuevas se las ponía nuevas, era bueno para ponerse las camisas de él. Y se miraba en el espejo para ver cómo le quedaban, antes de que él llegara. Y Jaime tenía algo, que sabía cómo dejaba las cosas. Cuando llegaba decía: “me huele a colonia, eso es este desgraciado que me está sacando la colonia”
Luis: yo me la echaba fuera de la casa, esperaba para que la brisa viniera y me la echaba. Y él llegaba como que olía y decía: “mami ¿dónde está éste que se está echando mi colonia?” Jaime era un tipo tan cuidadoso con sus cosas. Una vez lo veo que viene en la camioneta, mientras yo estaba esperando a una muchacha. Yo tenía como 17 años. Y salgo es corriendo, porque tenía puesta la camisa de él. Yo mantenía peleando con él era por ese tipo de cosas, ¿sabe? Cuando iba a comprar ropa nueva, cogía toda la que ropa vieja y me la regalaba. Me decía: “te lo regalo y no me cojas lo mío”.
Gloria: entonces, le regalaba alguna ropa, pero aun así éste se le ponía la ropa nueva. Un día yo iba con Jaime en el carro por la tarde, porque acabábamos de hacer un mandado. Y resulta que había comprado una camisa azul con rayas en Tennis, porque le gustaba mucho comprar la ropa allá. Resulta que estábamos esperando en la bomba echándole gasolina a la camioneta y pasa un tipo con una camisa igual a la de él y medio miró y dijo: “ese man que va allá tiene una camisa como la que yo compré”. Luego se asoma y dice: “¡Gloria!, ¿este no es el desgraciado éste?, ¿no es mi camisa?” Yo le dije: “¡sí!, esa es tu camisa”. Entonces, le dijo al de la camioneta: “¡síguelo, síguelo!” Éste se dio cuenta que lo estábamos siguiendo y se voló el semáforo. Y dice Jaime: “me lo alcanzas y me lo atropellas”.
Luis: y otro día él se levantó, mientras tanto yo iba viendo donde escondía las cosas, porque él dormía conmigo en el cuarto. Entonces, vi que en un zapato metió las llaves de la camioneta. Uno con esa fiebre de manejar, porque apenas uno aprende quiere andar montado en una camioneta todo el tiempo. Entonces, uno enamorado y pelado, y para chicanear con la camioneta esa, me di cuenta de donde había dejado las llaves. Él se fue y yo con la camioneta, qué coincidencia que justo me lo encontré que venía con sus guardaespaldas. Y cuando yo lo veía, yo me tiraba de la camioneta y se la dejaba parqueada ahí a irme corriendo. Y él peleaba conmigo, pero solo en el momento, no era nada de rencor ni de estar bravo por meses, jamás. Solo una rabia momentánea. Luego me pellizcaba que lo acompañara. Yo me sentía muy seguro de él y él se sentía muy seguro conmigo, porque yo con él tuve experiencias muy bonitas, lo recuerdo mucho por ese tipo de cosas.
Además de ayudarle en las conquistas amorosas a Jaime, Gloria siguió de cerca su trabajo como docente en el “programa educativo” de la Universidad Pedagógica Nacional que contempló el acuerdo de paz entre la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y el Estado colombiano y que tenía como objetivo convertir en bachilleres a los excombatientes de esa guerrilla y a los habitantes de los territorios donde la CRS había operado. Ella hacía las labores de asistente docente (pasar las notas de las clases) y lo acompañaba a todas las reuniones en Montería y sus alrededores donde se discutía el avance de ese programa educativo.
Según Luis Paternina, el padre de Jaime (Jose Bula) “era un Diomedes Díaz”; una persona que había tenido varios hogares y múltiples hijos. Hermanos paternos con los que Jaime había establecido diferentes grados de cercanía. Con algunos, como José Luis y Darly, la relación filial había sido muy fuerte, pero a otros apenas los había conocido poco tiempo antes de su muerte.
Jaime tuvo cuatro hijas: Vania, Vanessa, Vianys y Kelly Bula. Las tres primeras hijas de Antonia Herrera y la última de Sandra de León. Todas eran niñas cuando Jaime murió, ninguna superaba los doce años. Vanessa recuerda un padre que a veces incumplía los compromisos con ella y sus hermanas por estar muy ocupado solucionando los problemas de personas extrañas, que no permitía ninguna especie de comportamiento que molestara o incomodara a sus hijas, un hombre “muy exagerado”, como ella concluye a partir de uno de sus recuerdos más felices a su lado:
Él se levantaba tarde los domingos, y hubo un domingo en particular que se levantó como muy contento, muy, muy contento. Prendió la grabadora a todo volumen, se quedó en toalla y se puso a cantar con nosotras, eso es lo que más recuerdo yo esa vez. Duramos como hasta las 12 de la mañana en eso. Después mi mamá nos alistó y él nos llevó a comprar una cantidad de pescado exagerada, él era muy exagerado para comer, y le dijo a mi mamá que se lo cocinara. Mi mamá le decía que no iba a cocinar toda esa cantidad de pescado, porque después se iba a perder. Y él le decía: “que me cocines ese pescado”. Entonces era una mano de plátano, de yuca, ñame. A mi mamá le tocó hacerle todo ese pescado en viuda. Duró comiendo pescado como hasta la 5 de la tarde. Pescado, yuca, ñame, queso.
Vanessa dice que de su padre ella y sus hermanas maternas aprendieron a nunca estar descalzas, a ser personas responsables, respetuosas y tolerantes, prestas a ayudar a resolver los problemas de los demás, a tener el hábito de leer y estudiar y que su hermana Vania es un claro ejemplo de esas enseñanzas: “mi hermana mayor siguió como esa corriente de él; es muy socialista, muy de izquierda. Ella lee mucho, es algo que nos inculcó él, que debíamos leer muchísimo. Mi hermana mayor lee muchísimo y le importan mucho las cosas sociales.”
Kelly atesora pocos recuerdos de su padre, esto se debe a que Jaime ocupaba su vida en el trabajo político de la CRS en Córdoba, mientras ella se criaba con su familia materna en Simijaca y Bogotá. No obstante, él siempre estuvo pendiente de su bienestar: se ocupó de los gastos de Kelly y le pagó el seguro médico que costeó la rehabilitación de su enfermedad cardiaca. Para enterarse del estado de su hija, a menudo Jaime la contactaba por teléfono. La llamaba “Lola”, por razones que ella nunca supo. La última vez que Kelly compartió con él fue en la casa de su abuela materna en Simijaca, de esa ocasión ella cuenta que Jaime “llegó en una avioneta y se quedó conmigo como un día. Me acuerdo que me llevó un peluche muy grande”. La imagen que Kelly tiene actualmente de su padre se lo debe a los demás, lo que le han transmitido su madre, sus hermanas, sus tías, sus tíos, sus abuelas y los textos que ha encontrado en internet. En esos relatos, Kelly reconoce haber descubierto una parte de sí misma:
Digamos que yo me entero un poco de lo que es mi papá en el transcurso de mi vida y con cosas mías. Yo siempre he sido muy llorona, y mi mamá siempre decía que era igualita a mi papá. Y yo: “¿cómo así?”. Entonces me dijo que mi papá lloraba por todo. A mí se me va creando entonces el perfil de que mi papá es un hombre sensible.
Carlos Andrés Hoyos Paternina es uno de los hijos de Sandra, la hermana de Jaime. Cuando su tío fue asesinado, Carlos tenía once años. La ausencia de Jaime, cuenta él, tiñó de melancolía profunda el rostro y los recuerdos de su madre. No obstante, en Carlos, como en otros sobrinos y sobrinas de Jaime, la imagen que perdura de su tío es la del líder social que realizaba acciones que buscaban equidad para el mundo que habitaba. De esa imagen, cuenta Carlos, se desprenden la ética con la que él vive y con la cual quiere que su hijo de tres años aprenda a vivir, pues para él continuar con el legado de su tío es la manera más adecuada de honrar su memoria. Las palabras y las ideas de Draisha, la hija de Gloria Paternina, siguen un argumento parecido a las de su primo Carlos, a pesar de que su tío murió cuando ella no superaba los dos años de vida. Así lo hizo saber en el muro del perfil de Jaime que Gloria creó en Facebook:
Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos" decía Alí Primera y hoy lo reafirmo. Desde que tengo memoria he escuchado hablar de un hombre con la grandeza del universo, su esencia, su corazón y sus historias, hacen de él casi que un personaje de ficción, algo realmente increíble. Me gusta creer que era demasiado para todo este caos, me gusta pensar eso para sentirme menos impotente ante la realidad de no tenerlo con nosotros (…). Su nombre será recordado por muchos años, su legado ya no sólo vivirá en nuestros corazones, sino que también será reconocido por todos aquellos que quizás no tuvieron la fortuna de conocerlo.
Jaime sigue vivo en la cotidianidad de su madre, sus hermanas, sus hermanos, sus hijas y sus sobrinos. En muchas de sus conversaciones lo nombran, lo aluden, piensan en lo que él diría de cualquier situación actual, sea de la familia o de la política regional y nacional. Sus palabras, anécdotas y fotografías las conservan con mucho cuidado para revisarlas y usarlas cada vez que el dolor, la añoranza, la nostalgia o el deseo de tener esperanza en la vida venidera lo amerite.
Sin embargo, algunas veces se preguntan si conservar sus recuerdos de la manera en que lo hacen es una acción compasiva con ellos y con Jaime, con su ser espiritual. Gloria, Luis y Kelly son, tal vez, quienes tienen más presente este asunto.
Gloria: todo el tiempo hablamos de él. Y la gente nos dice: “¿pero por qué no lo dejan descansar a él?” Pero a él siempre lo hemos tenido vivo, con los recuerdos. A veces cuando nos ponemos a tomar, nos ponemos a acordarnos de él, a reír y a ratos nos ponemos a llorar. Realmente nos hace mucha falta. Yo a Jaime lo extraño todos los días de mi vida, no hay día que no abra los ojos y que no me acuerde de él.
Luis: yo recogí toda la ropa y me la llevé para España. Pero me maltrataba mucho esa cosa allá, ¿sabes? O sea, como él cuidaba tanto su ropa.
Kelly: yo me quedé en la casa de mi abuela. Y cuando yo entré al cuarto que era de mi papá, mi abuela me dijo: “mira, esa es la cama de tu papá, la mesa de noche, el closet…”. Era como si no lo dejaran ir. No sé si todavía esté, pero por el pasillo principal de la casa había una foto gigante de mi papá. Están los diplomas de mi papá y un montón de cosas, entonces era como ir a la casa de mi papá sin que estuviera ahí. Era como volver a pasar por muchas cosas cuando pasaba por ahí. Y sí sentía que estaba con mi papá, así él no estuviera ahí. Estar durmiendo en la cama de mi papá me daba muchos escalofríos. […] En la costa se usa mucho esos vasos de aluminio, entonces yo pasé por el hall de la casa con un vaso de agua y me hicieron así en el vaso; me lo arrebataron de las manos. Y yo pegué el grito y salió mi abuela y yo le dije: “me acaban de rapar el vaso de las manos”. Ella se quedó como pensando y no me dijo nada, pero al día siguiente me dijo: “a tú tía le pasó lo mismo”. Estamos hablando de hace tres, cuatro años. […] Pero hay muchas cosas de mi papá, y muchas personas que aún no dejan ir a mi papá. Más que dejarlo ir, es que mi papá no se va porque hay muchos recuerdos de él allá.
Y, paradójicamente, son esos recuerdos que mantienen a Jaime entre los vivos los que le permiten a Kelly saldar la ausencia de su padre en su infancia:
Pienso que la relación que tengo ahorita con mi papá de grande es más fuerte que cuando era chiquita. Yo le digo a mi mamá que todavía lo veo como ese señor grandote que llegaba a la casa, y estaba como ahí. Entonces, mi mamá cree un poquito más que yo en el tema de las energías, y justo hoy le dije como: “me estoy encontrando plumas en todas partes”. Y me dice: “eso es porque usted desde que se murió su papá tiene un ángel. Usted no cree en eso, pero sí, uno tiene un ángel desde que la gente está muerta. Sobre todo, si uno tiene como conexiones con ella y todas esas cosas”. Digamos que yo no soy mucho de creer en esas cosas, pero sí siento que desde que mi papá se murió tengo más fuerte la conexión con él que cuando estaba chiquita. Me hace entonces mucha más falta.
Nosotros nunca lo hemos ocultado y jamás lo vamos a ocultar, porque eso es quitar una parte de la historia de él y nunca lo vamos a hacer. Esa era una parte de su pensamiento y se lo respetamos. Así lo amamos, lo queremos y lo defendemos.
Gloria Paternina
Hubo muchas circunstancias y factores que hicieron de Jaime un líder social y político. La influencia que sobre él ejerció el señor Hugo Manuel Paternina parece decisiva, también algunos elementos de su personalidad como su carisma, su autonomía y su independencia, los cuales se forjaron al interior de su familia desde que asumió el rol de autoridad frente a sus hermanos menores. En su formación política fue muy importante su paso por el Colegio Nacional José María Córdoba durante la segunda mitad de la década de 1970. Periodo de “radicalización del movimiento estudiantil” en Colombia y del tan afamado Paro Cívico de 1977, del cual participaron la Asociación de Maestros de Córdoba (Ademacor), la Federación de Estudiantes de Córdoba (Fedecor), la Federación de Trabajadores de Córdoba (Festracor) y la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc) (Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH, 2009, página 91). En ese contexto, Jaime empieza a militar en los movimientos sociales de izquierda, particularmente en “Pan y Libertad”, “la organización de masas” que se fundó en 1981 y que hacía parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria Patria Libre (MIR), uno de los tantos partidos políticos de izquierda que surgieron tras la ruptura del Partido Comunista Colombiano en 1964 y la creación del Partido Comunista Marxista Leninista en 1965 (Pan y Libertad, 1989, página 190; ElTiempo.com, 1993, 4 de abril).
Después de graduarse de la secundaria, en 1982 Jaime presta el servicio militar obligatorio en Montería. Por sus conocimientos y dotes de liderazgo es enviado a alfabetizar a los soldados no bachilleres de las unidades del Ejército en el municipio de Tierralta. Por ese trabajo, el Ejército le da una beca para estudiar una carrera universitaria al finalizar el servicio militar. Con esa beca, él cursa cuatro semestres del programa de derecho de la Universidad del Sinú.
Fuera del cuartel, Jaime retoma el trabajo político y comunitario que había empezado en el colegio con el movimiento Pan y Libertad, el cual consistía en ayudar a solucionar los problemas cotidianos y concretos que surgían de las necesidades básicas de los sectores populares de Montería y Córdoba; “problemas del lugar de vivienda, trabajo y estudio” (Pan y Libertad, 1989, página 189).
Así es como Jaime apoya y promueve la toma pacífica de la Catedral de Montería llevada a cabo en 1983 por los campesinos, indígenas, estudiantes y trabajadores de Córdoba para denunciar “[…] el despojo de la tierra de los campesinos e indígenas, la crisis de la educación en Córdoba, el problema de los servicios públicos, la para-militarización de la región y el asesinato de miembros de diferentes movimientos sociales en el Departamento” (Paternina, sf.).
Para estos mismos años Jaime se convierte en presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Galilea de Montería y se compromete con la construcción de la iglesia de ese mismo barrio, la iglesia de la Parroquia del Espíritu Santo. Con actividades recreativas y con la ayuda de su familia y la comunidad barrial, recoge el dinero suficiente para llevar a cabo esa obra. En reconocimiento por esa labor, Jaime es nombrado “cabeza” del Concejo Parroquial, cargo ad honorem que ocupa entre los años 1987 y 1991.
Carta del Padre Bert Chilson certificando el trabajo comunitario de Jaime en la Parroquia del Espíritu Santo, 11 de enero de 2018.
En 1984, el movimiento Pan y Libertad decide hacer parte de una organización más amplia que trabaja con sectores populares en el país y se disuelve para conformar el movimiento político ¡A Luchar! (Pan y Libertad, 1989, página 192-194). En 1987, el MIR-Patria Libre se une al Ejército de Liberación Nacional para conformar la Unión Camilista Ejército de Liberación Nacional (UC-ELN). Sin ejercer labores militares de esa guerrilla, los integrantes del MIR-Patria Libre, incluido el movimiento ¡A Luchar!, aumenta el trabajo político con los sectores populares donde, en ese entonces, hace presencia la UC-ELN (Celis, 2005, página 123). Jaime hace este tipo de trabajo político en Córdoba, de manera especial en los sindicatos de trabajadores y en los barrios populares de Montería. En este escenario, él se convierte en un “importante cuadro” de la Federación de Trabajadores de Córdoba (Festracor), filial de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).
Según Gloria Paternina, esa actividad política casi vuelve a Jaime objeto de desaparición forzada por parte agentes de seguridad del Estado en el año 1990. Así lo comenta en una biografía de su hermano:
[…] en enero de 1990, [Jaime] es detenido por la XI Brigada del Ejército, al parecer con el propósito de ser desaparecido, ello al colegir de la permanente negativa de esta guarnición militar a reconocer que éste estaba en los predios de esa institución. Bula Espinosa fue negado por las autoridades durante varios días, lo que implicó ser sometido a vejámenes y torturas. Su captura se produjo al frente del viejo Hospital San Jerónimo. De no ser por la rápida intervención del sacerdote y amigo personal Berth Chilson (cura misionero por entonces de la Iglesia del Espíritu Santo en el barrio Galilea) a él lo hubieran desaparecido. Es de recordar que al ser el Padre Berth Chilson un profundo conocedor de la vocación de entrega de Bula Espinosa por la comunidad, no dudó en poner en conocimiento su desaparición ante monseñor Darío Molina Jaramillo -entonces obispo de Montería-. Dado este hecho, el obispo no dudó un minuto en llamar al entonces director del DAS -Emilio Vence Zabaleta- para preguntarle por el paradero de Bula Espinosa. Ante tanta evidencia y el acoso de las organizaciones sociales, las autoridades militares tuvieron que reconocer después de muchos días de sufrimiento y angustia familiar que Bula Espinosa estaba en su poder (Paternina, sf.).
En el ambiente creado por los procesos de paz del Estado colombiano con los grupos armados ilegales a finales de la década de 1980, un sector de los dirigentes militares y políticos de la UC-ELN deciden apartarse del proyecto de esa guerrilla y crear la Corriente de Renovación Socialista (CRS) en 1991. Los objetivos de esa nueva organización fueron “promover una negociación del conflicto político con el Estado” y realizar trabajo político con los sectores urbanos (“urbanizar la propuesta revolucionaria”), a quienes percibía como los más afectados por la recesión económica de la época por ser la mayoría de la población nacional (Celis, 2005, páginas 140, 145 y 152).
Atendiendo a esos objetivos, en enero de 1992 la CRS declara públicamente su voluntad de iniciar diálogos de paz con el Gobierno nacional y en septiembre de ese mismo año se instala la mesa de negociación en el municipio de Ovejas, Sucre. El 9 de abril de 1994, el Gobierno colombiano y la CRS firman el “Acuerdo Político Final” en una ceremonia llevada a cabo en el corregimiento de Flor del Monte (municipio de Ovejas), donde se desmovilizan 438 integrantes de esa guerrilla (Celis, 2005, páginas 158 y 217).
Jaime hace parte de esa desmovilización y también del proceso de implementación de los compromisos del “Acuerdo Político Final”. Él dirige en Córdoba los componentes de educación y vivienda del “Programa de reinserción” que contempla dicho acuerdo. Frente al componente de educación, Jaime se encarga de coordinar en Córdoba el convenio entre la Universidad Pedagógica Nacional y la Corporación Nuevo Arco Iris (organización de los desmovilizados de la CRS) que tiene como objetivo ofrecerle a los desmovilizados y sus familias la posibilidad de validar la educación primaria y secundaria en un periodo de 18 meses (“Modelo Pedagógico de Bachillerato Acelerado”). En septiembre de 1996, este convenio se modifica para incluir como beneficiarios a todos los integrantes de las comunidades donde hizo presencia la CRS (Celis, 2005, páginas 224, 233 y 234). Gloria Paternina sintetiza los logros de este trabajo de alfabetización de la siguiente manera:
El proyecto que él pasó, que fue el de mayor importancia y de mayor impacto, que fue lo que le valió a la Corriente para darse a conocer, fue el proyecto de educación que ellos tuvieron, que era totalmente gratuito. Abierto para todo el que quisiera estudiar. Desde ahí fue tan bonito y fue una contribución a la paz, porque allá estudiaban reinsertados, del DAS, de la SIJIN, policías uniformados, gente del GAULA, de todos los estamentos del Estado. Esa fue una de las cosas. En una entrevista que le hicieron le preguntaron cuál había sido el mayor logro con ese programa y la respuesta de él fue el gran aporte que hicieron a la educación y a la paz por el hecho de concentrar en el mismo salón a una persona de un grupo guerrillero con la policía y el ejército. Que se sentaran y debatieran, que a través de las ideas se pudiera construir una mejor sociedad.
En la ejecución del componente de vivienda del Programa de reinserción, Jaime dirigió la gestión de las obras de desagüe (“cunetaje”) y de construcción de parques y viviendas en los barrios populares de Montería Seis de Marzo, Galilea, El Prado, La Granja y Rancho Grande.
Jaime aspiró tres veces al Concejo Municipal de Montería con el aval de la Corriente de Renovación Socialista. En la primera ocasión, las elecciones locales de 1994, decidió hacer una campaña como cualquier candidato de un partido tradicional, después de abandonar la consulta entre la CRS y Esperanza Paz y Libertad para elegir el líder desmovilizado que se beneficiaría de la curul en el Concejo que ofrecía el Estado en el marco del cumplimiento de los acuerdos de paz con las guerrillas del Ejército Popular de Liberación (EPL) y la CRS. Esto ocurrió así, porque Jaime quería evitar enfrentamientos con el aspirante por Esperanza Paz y Libertad a esa corporación, Rafael Kerguelén Durango, comandante Marcos Jara del EPL desmovilizado en 1991, quien para ese entonces ya era reconocido por sus alianzas con los hermanos Castaño Gil (ver ElTiempo.com, 2000, 28 de septiembre). Gloria Paternina cuenta que esa vez Jaime no salió elegido, a pesar de que sacó 600 votos, mientras Kerguelén Durango terminó como concejal con solo 150.
En las elecciones locales de 1997 volvió a intentarlo. Tampoco consiguió el escaño en el Concejo de Montería. Como lo recuerda su hermano Luis, fue un momento en el que Jaime dio una muestra más de su espíritu filantrópico:
[…] yo duré una semana llorando. Y él me contentaba, me decía: “no llores, vamos a tomarnos los tragos para festejar eso”. Y yo decía: “yo qué voy a festejar, ¿la pérdida?” Y él: “vamos, vamos”. A él le dolía que me veía llorando. Me decía: “estamos empezando. Yo tengo todavía mucha vida por delante, estamos empezando; y vas a ver que verás un concejal aquí. Me vas a ver”. Eso me animaba, y a veces me entristecía por la gente. Le decía: “no trabajes más por la gente”. Él tenía un proyecto creo que en ese tiempo de dos mil millones de pesos para las obras. Yo le dije: “pues, piénsalo bien. Actúa cuando tengas que actuar, actúa cuando ya más o menos falten 6 meses para las elecciones” Me dijo: “no, me da exactamente igual. Ese dinero es para las comunidades y eso hay que gastarlo aquí. Sea que lo haga ahora, o que lo haga dentro de 6 meses”. Era un tipo desinteresado, ¿sabes? En comparación con un candidato que sacó un proyecto de vivienda, que no lo conocía nadie. Y el tipo sí sale. El tipo no entregó casas hasta que no salió como concejal.
La aspiración electoral de Jaime del año 2000 no alcanzó a convertirse en campaña. Salvatore Mancuso lo amenazó y le prohibió ser candidato. Su trayectoria en los movimientos de izquierda no cayó bien en los proyectos de cooptación del Estado y la política electoral de Mancuso, quien para entonces ya fungía como segundo comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia y comandante del Bloque Córdoba. Debido a lo anterior, Jaime desiste de su aspiración y le da su apoyo a un candidato del Partido Liberal (Elías Assias Alcalá), quien efectivamente se convirtió en concejal de Montería.
Un año más tarde, en la Semana Santa del año 2001, hombres bajo las órdenes de Mancuso matan a Jaime cuando salía del Colegio Panzenú de Montería, después de dirigir una reunión con los habitantes de ese sector de la ciudad para organizar el reclamo por los cobros irregulares del servicio de acueducto.
Sus familiares aún reclaman verdad sobre las razones que motivaron su asesinato. Tienen la certeza de que fue un homicidio con fines políticos (“alguien lo quería sacar del camino”), pero todavía no saben, de boca de Mancuso, a quién benefició la desaparición de Jaime. Los autores materiales del hecho han dicho no saber nada al respecto, manifiestan que ellos “solo seguían órdenes”.
La muerte no acabó con los sueños y los proyectos políticos de Jaime. Además de su familia, hubo amigos de él como Alfonso Carvajal que recogieron sus ideas y sus valores y los integraron a sus vidas y a sus apuestas políticas de sociedad. Para Carvajal, esto se ha concretado recientemente en una candidatura con la que busca ocupar el cargo de edil en la ciudad de Montería, en representación de la comuna donde reside.
Luis Paternina fue a la oficina de Montería del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) a exigir explicaciones por el asesinato de su hermano, motivado por la rabia que lo embargaba porque sabía que la institucionalidad del Estado en Córdoba estaba cooptada por Mancuso y había hecho muy poco para acabar con las amenazas que existían contra Jaime y para prevenir su muerte. Después de ese hecho, Luis fue amenazado y tuvo que dejar Montería e irse a vivir a España junto a su hermano Hugo. En la familia eso aumentó el miedo a represalias e hizo que la denuncia formal por el asesinato de Jaime no se hiciera sino cuatro años después de su muerte (2005). Hasta entonces ningún ente gubernamental se había pronunciado condenando el hecho.
El caso de Jaime fue aceptado en la jurisdicción de la Ley de Justicia y Paz y fue fallado por un juzgado de Medellín en el año 2015, cinco años después de citarse a la primera audiencia. Momento en el cual fueron condenados los autores materiales del hecho, después de arduas jornadas donde la familia de Jaime se sintió revictimizada al escuchar de las bocas de los exparamilitares las justificaciones de su accionar: que lo habían matado, porque supuestamente él iba poner una bomba en la casa de Mancuso.
La Sentencia de Justicia y Paz del 23 de abril de 2015 no satisfizo las expectativas que tenía la familia de Jaime, porque no produjo la verdad que estaban esperando (determinar los autores intelectuales del hecho y sus motivaciones) ni las medidas de reparación simbólicas que habían solicitado (reconstrucción y difusión de la memoria de Jaime).
Con el objetivo de que el proceso judicial sirviera para quitarle el estigma a la memoria de su hermano y reparara el daño moral que eso le produjo a su familia, Gloria se empeñó en apelar la sentencia del 23 de abril de 2015. Gracias a eso, y a las pretensiones de otros dos grupos familiares de víctimas, el 8 de febrero de 2017 la Corte Suprema de Justicia profirió una sentencia de segunda instancia donde declaró “la nulidad parcial de la sentencia” del 23 de abril de 2015 “con el objeto de que la Sala de Justicia y Paz se pronuncie al respecto”: responder a la petición de Gloria sobre la “reconstrucción de memoria histórica de su hermano y dignificación de su nombre, a través de un monumento y homenaje y difusión de la verdad […]” (Corte Suprema de Justicia – Sala de Casación Penal, Sentencia del 8 de febrero 2017).
Para el cumplimiento de lo dispuesto por la Corte Suprema de Justicia, el juzgado de Justicia y Paz determinó que la Alcaldía de Montería y la Gobernación de Córdoba se encargarían de implementar el “monumento” para Jaime. Luis y Gloria propusieron que el homenaje a la memoria de su hermano fuera renombrar un colegio. No porque en un colegio hubiera ocurrido su asesinato, sino porque las escuelas y los colegios habían sido los espacios donde él había ejercido gran parte de su trabajo comunitario y político; y que un colegio tuviera su nombre recordaba que Jaime era un líder que creía en la educación como herramienta para construir sociedades más equitativas y justas.
Sin embargo, el cumplimiento de lo dispuesto por la Corte Suprema de Justicia y la Sala de Justicia y Paz por parte de la Alcaldía de Montería y la Gobernación de Córdoba no ocurrió en las condiciones ni en los tiempos esperados por la familia de Jaime. Así se lo hizo saber Gloria Paternina a la jueza que le hace seguimiento al cumplimiento de la sentencia referida. A través de un oficio enviado el 12 de junio de 2018, ella afirmó que las instituciones mencionadas se habían negado, bajo argumentos insuficientes, a definir con diligencia la institución educativa que homenajearía a Jaime con su nombre. Después de varias reuniones, conversaciones, negociaciones y acuerdos, el 2 de noviembre de 2018 la familia de Jaime recibió de la Alcaldía de Montería la resolución que renombra a la Institución Educativa Mogambo, sede Panzenú como Institución Educativa Mogambo, Sede Panzenú - Jaime Elías Bula (Resolución No. 1929 de 2018). Ese mismo día recibieron de la Gobernación de Córdoba una placa conmemorativa de Jaime que fue ubicada en las instalaciones de la Asamblea Departamental.
Estudiante renombrando la Sede Panzenú de la Institución Educativa Mogambo, junio 9 de 2019.