Dos investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica viajamos a Córdoba desde Bogotá con el propósito de apoyar la construcción del perfil biográfico de Jorge Eliecer Carrascal Acevedo para dignificar su nombre y recordar su vida como parte de la medida de reparación simbólica. Nuestro recorrido hacia el corregimiento de Colomboy inició en la Terminal de transporte de Montería. Allí tomamos un bus de la empresa Expreso Brasilia con destino a Sahagún. Después de aproximadamente una hora de camino, llegamos a La Ye en donde trasbordamos a una camioneta carpada que llevaba pasajeros por los corregimientos de Sahagún. Desde La Ye hasta Colomboy, el recorrido es de quince a veinte minutos. Al llegar al granero La Sorpresa caminamos dos cuadras hacia la cancha de fútbol del pueblo, luego la rodeamos. Frente a esa cancha, en las que tantas tardes Jorge Eliecer jugó, corrió y disfrutó la vida junto a sus amigos, su madre Ana María Acevedo y su hermana Ana Fermina nos compartieron sus recuerdos de él. Ahí, en la terraza de la casa de la señora Ana María.
Y es que, según cuenta Ana Fermina, desde pelado a Jorge Eliecer le gustaba el fútbol, jugaba en equipos que conformaban en Colomboy, hasta llegó a participar en campeonatos en varias ciudades de la Costa. Jorge Eliecer desde pequeño fue muy inquieto. Como recuerda su mamá, no le gustaba estudiar. El bachillerato lo hizo en el Colegio Andrés Rodríguez de Sahagún, cada día salía temprano y regresaba a la una de la tarde, pero algunos días no entraba a clases sino que se quedaba jugando con su amigo “El Perucho”. Ana María cuenta que una vez el papá lo descubrió, porque fue a verlo al colegio.
Cancha de fútbol de Colomboy, junio de 2019.
En esa ocasión, Jorge faltó como una semana al colegio y según dice jocosamente doña Ana: “a él lo que le gustaba era el juego y el ron”, por eso perdió ese año escolar. Nos cuentan que Jorge fue muy buen amigo, era recochero, le gustaba echar chistes, se la pasaba riendo y los amigos le decían “El Globo”, porque tenía la cabeza grande. Ana Fermina recuerda que a Jorge no le gustaba la pelea. Pero si le buscaban pelea a un amigo, él se metía a defenderlo.
Poco a poco vienen a la mente de doña Ana María los recuerdos y, mientras acaricia sus manos entre sí y mira hacia abajo, manifiesta que la vida matrimonial de Jorge inició muy joven, cuando se enamoró de Elvia Salcedo, una muchacha de Campano, un corregimiento cercano a Colomboy. Se fueron a vivir a una casita en el barrio Dos de Diciembre y allí hicieron familia. Tuvieron cuatro hijos, dos niñas y dos varones, sus nombres son Yolanis, Eider, Jorge Enrique y Aury Estela.
Con orgullo, nos cuenta Ana Fermina que Jorge era muy trabajador, se dedicó a arrancar yuca, ñame y ahuyama. Iba a jornalear en las fincas cuando lo buscaban. Una vez se fue a trabajar un mes y Elvia lo acompañó, porque los niños eran pequeños, así permanecían juntos. También relata doña Ana María que cuando se quedaba en la casa estaba muy pendiente de ella, cuando la veía enferma le decía “te acuestas un ratico y yo te voy a lavar los platos” y los viernes la invitaba a almorzar, hacía una cabeza de puerco y les mandaba comida a sus hermanos menores. Jorge fue el segundo de cinco hijos que tuvo doña Ana María, fueron tres varones y dos mujeres, la relación con sus hermanos siempre fue cálida y cercana.
Con nostalgia, doña Ana María mira al horizonte recordando que a Jorge le gustaba parrandear y ella preocupada le advertía: “vas a dejar a tus hijos solitos, mijo”. La noche del 28 de junio de 2001 Jorge Eliecer se encontraba en su casa cuando hombres armados ingresaron de manera violenta buscando a un tal “Cabecitas” y aunque Jorge les dijo que no era él, le dispararon en repetidas ocasiones. Aunque ella no fue testigo, a Ana Fermina le contaron que cuando mataron a su hermano, él estaba en la sala con su esposa, quien tenía a uno de sus hijos en brazos.
Posterior al hecho, la familia se enteró que unos jóvenes habían estado en la hacienda Morrocoy de propiedad del señor Pedro Pablo Beltrán. Ana Fermina recuerda que unos pelados entraron a esa finca sin permiso a pescar, cuando estaban en su actividad puyaron un búfalo y se murió. Luego buscaron a Jorge para que arreglara los pescados y le dieron uno. Con el tiempo se decía en Colomboy el señor Pedro Beltrán intentó tomar represalias contra aquellos jóvenes, incluido Jorge que no estuvo allí.
Esta versión fue aceptada y confirmada por los postulados del Bloque Córdoba durante el proceso judicial y aunque en los años siguientes la familia ha sido citada a las audiencias de Justicia y Paz y a los actos de pedida de perdón, Ana María y Ana Fermina señalan que esos espacios aún les generan mucho dolor y por eso se han apartado de ellos. Además, mencionan que la imagen que Jorge dejó en la familia permanecerá siempre, pero que prefieren no hablar de lo sucedido con las nuevas generaciones. En ocasiones, Eliécer Nisperuza, uno de los mejores amigos de Jorge, visita a la señora Ana María y llorando le dice: “hombre, vieja, ¿sabes por qué te abrazo? Porque me hace falta mi hermanito”. Elvia y sus hijos poco a poco se alejaron de doña Ana, aunque los pelados actualmente se encuentran trabajando o estudiando como lo hubiese querido su papá. Los hermanos de Jorge, por su parte, cambiaron su lugar de residencia.
Las palabras de doña Ana María y Ana Fermina escasearon al revivir sentimientos dolorosos. Para finalizar nuestro encuentro vemos las fotografías de Jorge, los ojos de su mamá y su hermana se iluminan al recordarlo jugando fútbol junto a uno de sus hermanos, Heriberto Bolívar, y mientras cae el sol de media tarde una sonrisa se dibuja en sus rostros. Con esta actividad termina la reunión, partimos de regreso a Montería con total agradecimiento con doña Ana María y Ana Fermina por permitirnos entrar en su casa y conocer las historias de Jorge Eliecer.
Ana María en su terraza con las fotos de su hijo, junio de 2019.