El río Vaupés
Las aguas del Vaupés siempre han sido agitadas. A través de ellas y en medio de piedras y cachiverasLas cachiveras o raudales son puntos en el cauce de un río en los que el agua fluye con gran velocidad y fuerza. ha discurrido buena parte de la historia de este departamento ubicado en la zona nororiental de la región amazónica en el suroriente del país. Allí son pocas las carreteras, tan solo unos cuantos kilómetros alrededor del área urbana de su capital, Mitú. En estas condiciones quien quiera recorrer este territorio, no tiene alternativa distinta a adentrarse en la extensa red de caños, ríos y varadoresLos varadores son caminos que comunican a un río con otro. Debido a las difíciles condiciones de navegabilidad de los cuerpos de agua de la región, en ocasiones es necesario sacar los botes del agua y caminar con ellos hasta alcanzar un nuevo punto navegable que permita continuar el camino. que lo conectan de un extremo al otro.
Foto: César Romero para CNMH, 2018
Nuestro recorrido tuvo como escenario el río que da su nombre al departamento. Durante cinco días del mes de junio de 2018 nos movimos por una pequeña porción del curso medio del río Vaupés y visitamos algunas de las comunidades que habitan sus riberas y caños. El punto de partida fue la cabecera municipal de Mitú, donde tomamos una lancha de motor de 15 caballos de fuerza que nos llevó, después de hora y media de camino, hasta la comunidad de Bocas del Yi, ubicada a 25 kilómetros de la capital departamental habitada por indígenas de las etnias cubeo, yurutí, tukano, siriano y piratapuyo.
Foto: María Luisa Moreno para CNMH, 2018
Bocas del Yi es un referente para las comunidades del Medio Vaupés, principalmente porque allí está ubicada una de las pocas instituciones educativas en las que es posible hacer la primaria y el bachillerato. En este lugar, debido a las largas distancias entre una comunidad y otra y a las dificultades y peligros que supone navegar el Vaupés, la mayor parte de estudiantes asisten en calidad de internos y visitan a sus familias una vez a la semana, una vez al mes o, incluso, una vez cada semestre.
Al movernos por la región tuvimos la oportunidad de recorrer sus caminos, de navegar algunos de sus caños, de conversar con varios de sus habitantes y de realizar talleres de dibujo y cartografía con niñas, niños, adolescentes y personas adultas, donde fue posible conocer acerca de la estrecha relación entre el río y las comunidades que lo habitan.
Podría decirse que la vida de los pueblos del Vaupés fluye al ritmo de las aguas que bañan sus asentamientos y resulta difícil imaginar los paisajes de esta zona desprovistos de ellas. En las actividades diarias el río suele estar siempre visible y su sonido es una constante. El río permite el transporte, da los alimentos y trae las noticias. Día tras día los niños y las niñas del internado se bañan en sus aguas y en este mismo lugar lavan su ropa e implementos de cocina, juegan, nadan, sueñan, conversan y aprenden a pescar.
A pesar de ello, así como por el río ha llegado la vida, en varios momentos de la historia por allí mismo se ha ido. Tras haber sobrevivido a los fuertes años de la conquista española y portuguesa, los grupos indígenas de la región tuvieron que hacer frente a la llegada de nuevos pobladores a sus territorios, a las violencias asociadas a los auges del caucho, de las pieles y de la cocaEn el Vaupés se suele hablar de tres grandes bonanzas, la del caucho, la de las pieles y la de la coca, que si bien supusieron un enorme movimiento de dinero en la región, pocos concuerdan con llamarlas “bonanzas” o con que sus beneficios hayan sido extensivos para la totalidad de la población. Lo que para algunos fueron años de auge, para otros fueron de devastación. En esta región la época fuerte del caucho suele situarse entre 1930 y 1960, la de las pieles entre 1960 y 1979 y la de la coca entre 1979 y 1983. y al arribo impositivo de creencias religiosas y de formas de educación que poco se preocupaban por adaptarse a ellos.
De acuerdo a los testimonios recopilados, desde los primeros años de la década de los ochenta empezaron a navegar por las aguas del Vaupés hombres armados cuyo tránsito esporádico derivó pronto en permanencia. Los caños de la región, que solían ser los principales caminos de las comunidades indígenas, pasaron a ser los lugares de residencia y control de este grupo que se identificó ante la comunidad como perteneciente al Bloque Oriental de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Foto: César Romero para CNMH, 2018
Sin solicitar autorización, la organización guerrillera empezó a hacer presencia en la cotidianidad de las comunidades indígenas. Asistían a fiestas, convocaban a reuniones y establecían reglas. No pasó mucho tiempo para que por el río bajara la noticia de que las FARC planeaban tomarse Mitú.
Sin buscarlo, cubeos, yurutíes, tukanos, sirianos y piratapuyos comenzaron a ser vistos como colaboradores del grupo guerrillero sin importar que, en muchos casos, la cercanía obedeciera a la imposición, a la contingencia o a la necesidad. En un abrir y cerrar de ojos el río dejó de unir a Bocas del Yi con la cabecera municipal de Mitú y pasó a ser el que separaba a los dos lugares.
A medida que pasaba el tiempo las comunidades indígenas, acusadas por el Ejército de ser colaboradoras de la guerrilla y bajo sospecha del grupo guerrillero de que fueran informantes del Ejército, vieron profundizadas sus condiciones de pobreza y vulnerabilidad. La Institución Educativa Departamental Bocas del Yi, con cerca de 200 estudiantes, pasó a ser vista por el grupo insurgente como un objetivo de alto valor donde era posible reclutar a jóvenes que pasarían a engrosar sus filas.
El agua comenzó a ser ajena. Ya no simbolizaba la vida o lo cotidiano, ya no era un lugar seguro. Los sonidos de los motores en el cauce del río empezaron a generar temores. En cualquier momento la guerra podría llegar a los puertos y por el agua misma podían irse, tal vez para siempre, las personas reclutadas o retenidas por los armados.
Entre la noche del 31 de octubre y la madrugada del 1 de noviembre de 1998, el rumor de la toma se hizo realidad. Desde un campamento guerrillero ubicado a menos de 1 kilómetro de Bocas del Yi fue planeada y dirigida esta operación militar que dejó un balance de 61 miembros de la fuerza pública secuestrados (entre soldados y auxiliares)ElEspectador.com, (2008, 31 de octubre), Mitú fue el infierno, disponible en: https://www.elespectador.com/impreso/nacional/articuloimpreso87232-mitu-fue-el-infierno, recuperado el 3 de septiembre de 2018. y un número aún incierto de muertes, tanto del Ejército como de la guerrilla.
Tras la toma de Mitú el estigma sobre la población indígena se profundizó a la vez que lo hacían el abandono y la indefensión. Entre 1998 y 2005 tuvieron lugar los años más fuertes del reclutamiento en la región. Tan solo en Bocas del Yi, se habla de 16 menores de edad reclutados por el grupo guerrillero que, sin reparo alguno, separó a niñas, niños y adolescentes de sus hogares o escuelas y se los llevó por los mismos caños que solían navegar con sus familias.
Según señalan los habitantes de la región, los años más difíciles parecen haber quedado atrás y la mayoría coincide en que la última vez que el grupo guerrillero patrulló la zona fue hace más de un lustro. No obstante, las condiciones de las comunidades del Medio Vaupés distan de ser ideales y aun enfrentan violencias como la pobreza y el abandono frente a las cuales resisten con aplomo y organización.