Las huellas de los campamentos caucheros en el Amazonas
Después de cien años del genocidio cauchero, los pueblos ocaina, bora, muinane y huitoto decidieron por primera vez hablar sobre los sentidos, los peligros de la memoria y las resistencias gestadas durante los años de la cauchería. En respuesta a los acuerdos y compromisos institucionales adquiridos durante la conmemoración del etnocidio cauchero en el año 2012, el Centro Nacional de Memoria Histórica suscribió un convenio con la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (AZICATCH) para iniciar un proyecto de memoria histórica desde los saberes locales.
Uno de los principios de este convenio fue la autonomía para asumir la investigación desde los saberes de los jóvenes y abuelos de los cuatro pueblos. En este sentido, el equipo estuvo conformado por jóvenes que eligió la asamblea y cada equipo tuvo el acompañamiento de por lo menos un abuelo para guiar los momentos rituales de la coca, el tabaco y la yuca dulce que debían gestarse para hablar de un tema tan difícil como el de la cauchería. Durante dos años se embarcaron en largos trayectos en búsqueda de las huellas de la cauchería: campamentos caucheros, caminos donde circulaban a pie los indígenas para entregar el caucho a los peruanos y lugares de tortura. Durante los recorridos también recolectaron narrativas de los mayores, jefes de clanes y abuelas.
Los textos, fotografías, dibujos, videos y cartografías de estos recorridos son de autoría de los investigadores locales contratados en el marco del convenio del CNMH y AZICATCH.
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Contexto
Como consecuencia de los descubrimientos de la segunda revolución industrial, la explotación intensiva del caucho en la Amazonia se inscribió en el periodo de expansión de la demanda de este producto en el mercado mundial entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. En el contexto colombiano el látex de Castilla comenzó a ser explotado junto a otros recursos como la quina en la zona del piedemonte amazónico durante la década de 1870, configurando un eje económico cuyo eje principal estuvo en las ciudades de Mocoa y NeivaPineda Camacho, Roberto, 2000, El de las caucherías: una historia social de la casa Arana, Bogotá, Espasa- Fórum, página 40..
Para este momento la explotación del caucho en la región del Putumayo se sustentaba en la mano de obra esclava obtenida de los intercambios comerciales entre los portugueses y los grupos indígenas de la región, o bien, en las prácticas del endeude entre las comunidades indígenas y los caucheros. Sin embargo, la tala exhaustiva de los árboles de Castilla en estas regiones prontamente obligó a los caucheros colombianos a desplazarse hacia las selvas orientalesCentro Nacional de Memoria Histórica, 2014, Putumayo: la vorágine de las caucherías, Bogotá, CNMH, página 44.. Es en el impulso de esta nueva avanzada que toma forma la funesta experiencia histórica de los indígenas de la región del Putumayo con el caucho y la conquista de estas poblaciones en la época republicana. Pues fue precisamente a lo largo de esta avanzada que se sentaron las bases de un modelo de conquista y de dominación de la población indígena fuera de cualquier marco legal o de control.
En la región del Alto Caraparaná y el río Igaparaná actores como Crisóstomo Hernández y Benjamín Larraniaga, aún recordados por las actuales comunidades indígenas de la región, se erigieron como los primeros contactos entre la sociedad nacional y los pueblos indígenas. La llegada de Crisóstomo Hernández marca el punto de encuentro de dos mundos hasta el momento desconocidos donde el hombre blanco fue aceptado sin mayor oposición, en cierta medida porque se inscribió en la idea preexistente que lo representaba como su hermano. En este sentido, la llegada inicialmente de Crisóstomo Hernández y después de Benjamín Larraniaga impulsados por la extracción del caucho es asimilable al proceso de conquista vivido por los indígenas del Nuevo Mundo cuatro siglos antes.
Algunas fuentes perciben este primer encuentro como orientado por relaciones armoniosas, construidas en el marco de un intercambio de mercancías en contrapartida de la explotación del caucho. Otras miradas más críticas como la de Roger Casement ponen en tela de juicio tal convivencia pacífica cuando señalan que dichas relaciones solo fueron permitidas por el interés de los indígenas por adquirir insumos como machetes, dinamita y cartuchos para las pocas armas de fuego que tenían, y que en realidad los indígenas temían a los blancosCasement Roger, 2012, El libro azul, Informe de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo. CAAAP/IWGIA. Lima, página 78..
Es necesario subrayar que en el contexto de los primeros encuentros, la legitimación de la explotación y dominación del mundo indígena tuvo lugar por medio de un discurso civilizador que manifestaba la intención de “rescatar” a estos pueblos al percibirlos como sumidos en la antropofagia y en un permanente estado de guerraPineda Camacho Roberto, 2000, Holocausto en el Amazonas: una historia social de la casa Arana, Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, página 62.. Sin embargo, desdibujando los intereses humanitarios, el afán económico salió a flote con el establecimiento de las primeras relaciones comerciales a cambio de la extracción del caucho, las cuales derivaron prontamente en formas de coerción y violencia.
Por otra parte, el modelo de “conquista” implementado por los caucheros puso a su servicio la fragmentación sociopolítica y territorial que caracterizaba a los pueblos de la región. Las distintas islas que configuraban las jefaturas en cabeza de un cacique o capitán eran aprehendidas por las incursiones de los caucheros para extraer el producto en cercanías de sus sitios de habitación. Sobre las jefaturas indígenas se superponían los espacios de extracción del caucho transformándolas en unidades de producción. La composición demográfica de cada una de estas unidades dependía de la talla del grupo local, las cuales en algunos casos podían albergar hasta doscientas personas“Una vez la tribu ha sido ‘conquistada’ se vuelve propiedad exclusiva de quien la asaltó, y ese reclamo sin leyes es reconocido como un derecho por toda esa extensa región, que no sólo se limita al Putumayo. No hay necesidad de decirlo, no tiene sanción en la ley, ni en el Perú ni en ninguna de las otras repúblicas que comparten la soberanía de las selvas más remotas en que rige” (Casement Roger, 2012, El libro azul, Informe de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo. CAAAP/IWGIA. Lima, página 76)..
Varios testimonios documentales evidencian que al inicio de estos intercambios comerciales buena parte de la captación de la mano de obra indígena se aprovechó de la autoridad política de los caciques y capitanes. Al respecto, el mismo Casement señaló que “como la influencia del cacique era muy grande y la docilidad del indio una característica de las tribus del alto Amazonas, el trabajo de conquistar gente primitiva y reducirla a una búsqueda continua de caucho era menos difícil de lo que uno hubiera supuesto al principio”Casement Roger, 2012, El libro azul, Informe de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo. CAAAP/IWGIA. Lima, página 79. . El rol de los jefes indígenas en la recolección del caucho se apoyaba igualmente en función de sus economías tradicionales, como la organización del trabajo y el control de la mano de obra productivaGasché Jorge, 2003, Nueve hipótesis sobre la naturaleza, del 52 Congreso Internacional de Americanistas, Santiago de Chile; Preuss Theodor Konrad, 1994, Religión y mitología de los uitotos, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, página 27..
La implementación de este modelo de extracción del caucho por parte de los nuevos colonos solo fue posible gracias al uso de la violencia sustentada por la superioridad técnica de las armas del hombre blanco. En esta medida los procesos de conquista fundados en el intercambio comercial, como se ha mencionado, se transformaron en procesos de dominación que llevaron a una explotación de la mano de obra indígena desmesurada y en los mismos términos de la esclavitudOtero Delia del Pilar, 2009, “Frontera, etnocidio y comercio mundial. La Amazonia peruana-colombiana durante el boom cauchero”, en Revista Estudios Avanzados, No. 11, página 80.. Es así que bajo este modelo en la última década del siglo XIX se habían constituido 19 centros caucheros en el territorio comprendido entre los ríos Caquetá y Putumayo controlados por comerciantes colombianosPineda Camacho, Roberto, Holocausto en el Amazonas: una historia social de la casa Arana, página 66.. Estos centros pasarían en 1905 a manos de la Casa Arana.
Julio César Arana era un empresario peruano que había iniciado sus actividades de extracción de caucho en la actual región de Loreto, logrando el monopolio de varias áreas caucheras en el Perú, lo que finalmente en 1896 le había permitido constituir la firma “J. C. Arana y Hermanos”, posteriormente denominada “Peruvían Amazon CoLimited” cuando fue reformada con la participación de inversionistas ingleses. Pocos años después, Arana amplió su área de cobertura hacia el río Putumayo, territorio poco explotado y en disputa entre Colombia y Perú. Para finales del siglo este empresario peruano había monopolizado el abastecimiento de los centros caucheros colombianos, logrando de manera posterior adquirir por compra, venta y otros medios coercitivos los centros de producción colombianosOtero Delia del Pilar, “Frontera, etnocidio y comercio mundial. La Amazonia peruana-colombiana durante el boom cauchero”, en Revista Estudios Avanzados, No. 11, página 87; Casement Roger, El libro azul, página 50..
Si bien los primeros centros colombianos sirvieron de puntos de acopio para la extracción del caucho, el territorio de influencia y control de la Casa Arana fue expandido a través de múltiples expediciones y redadas que tuvieron como objetivo someter por la fuerza nuevas poblaciones indígenas y mestizas. Una dinámica de expansión favorecida por el tratado de Modus Vivendi firmado en 1904 por Colombia y Perú, en el cual se dejaba la región del Putumayo fuera de cualquier jurisdicción, hasta llegar a una delimitación definitiva de los territorios en conflictoOtero Delia del Pilar, “Frontera, etnocidio y comercio mundial. La Amazonia peruana-colombiana durante el boom cauchero”, en Revista Estudios Avanzados, No. 11, página 88.. Para la primera década del siglo XX el territorio de la compañía, que en la práctica era “tierra de nadie”, comprendía la región entre los ríos Igará Paraná, el Cara Paraná y el PupuñaCentro Nacional de Memoria Histórica, 2014, Putumayo: La vorágine de las caucherías, V.1, página 126.. Sin embargo el área de influencia de la compañía, a través de las correrías y redadas, podía alcanzar las riveras del Caquetá en la zona definida como colombianaAsí, por ejemplo, Norman Thomson en el Libro rojo del Putumayo denunciaba estas expediciones: “y más tarde los agentes de la Peruvían AmazonCo Limited, emprendieron expediciones armadas contra los colombianos establecidos tanto en esa región como en el territorio de Colombia situado al Norte del Caquetá y que no está sujeto a discusión” (Thomson Norman, 1913, El libro rojo del Putumayo, Bogotá, Arboleda –Valencia, página 10)..
Este territorio fue controlado por la Compañía Arana a través de una red cuyo centro administrativo fue La Chorrera. De acuerdo con Casement, este sitio era tan solo un centro de acopio, donde cada cuatro meses se realizaban las entregas de caucho proveniente de los sitios periféricos de producción, los cuales se encontraban organizados en diez secciones o estaciones principales, distribuidos en los distintos territorios de los grupos indígenas de la región: bora, okaina, huitoto, muinane y resingeroMatanzas, La Sabana, Asbisinia que incluían las secciones de Morelia y Palmera, Santa Catalina, Entre ríos, El Último Retiro, Sur, Occidente, Atenas y Oriente. Las secciones eran dirigidas por agentes de la compañía, quienes obtenían una remuneración económica determinada por un porcentaje del caucho obtenido, lo que visiblemente estimulaba la explotación indígenaCasement Roger, El libro azul, página 86.. Es de anotar igualmente que la subsistencia económica de las estaciones recaía en los hombres y las mujeres indígenas.
Durante más de veinte años se expandió una red de violencia a lo largo del territorio cuyo objetivo fue la explotación intensiva y sistemática de la mano de obra indígena en pro del aumento de la producción del caucho. Numerosos documentos de la época, así como estudios historiográficos modernos, dan cuenta de los distintos dispositivos y relaciones de dominación impuestos por los agentes de la Casa Arana sobre la población indígena, los cuales iban desde la práctica encubierta del “endeude”, hasta flagelaciones, asesinatos y torturas. Hombres, mujeres y niños fueron forzados a dedicarse de lleno a la extracción y el transporte de caucho dejando de lado sus actividades tradicionales de producción y llevando a sus comunidades al borde de la extinción. Como consecuencia de estas acciones se estima que la producción del caucho había cobrado la vida de 30.000 indígenas, es decir, casi el 60 por ciento de la población que existía en la regiónCasement Roger, El libro azul, página 300..
El etnocidio indígena del Putumayo fue objeto de múltiples denuncias y escándalos en los medios internacionales que condujeron al cierre definitivo de la Peruvían AmazonCo Limited en 1920. Sin embargo la producción cauchera y el sistema de explotación continuaron bajo los mismos términos hasta el año 1927, cuando la Casa Arana fue obligada a dejar el territorio del Putumayo, luego de haberse difundido el tratado Salomon- Lozano, firmado en 1922, en el cual el territorio del Putumayo fue entregado definitivamente a ColombiaColombiaOtero Delia del Pilar, “Frontera, etnocidio y comercio mundial. La Amazonia peruana-colombiana durante el boom cauchero”, en Revista Estudios Avanzados, No. 11, página 95..
A partir de este momento y hasta finales de la década de los treinta, a pesar de la ausencia de la Casa Arana, el descenso demográfico de las sociedades indígenas de la región fue profundizado por la deportación masiva de sus miembros hacia el Perú promovida por esta compañía. Este fenómeno no fue nada despreciable pues se estima que más de 6.000 indígenas fueron desarraigados de sus territorios ancestrales y relocalizados en el país vecinoPineda Camacho Roberto, Holocausto en el Amazonas: una historia social de la casa Arana, página 194.. Las consecuencias de la dominación cauchera sobre la realidad indígena fueron inconmensurables, pues bajo la violencia sistemática de los caucheros desaparecieron tribus y clanes enteros, lo que ocasionó una completa desestructuración sociopolítica e incluso culturalPues, como lo testimonia Casement, a las estrategias fundadas en la violencia cotidiana se sumaron otras como la persecución discriminada a las autoridades y sabedores tradicionales indígenas: “los hombres blancos han destruido brutalmente su mayor defensa, más importante que sus espadas y cerbatanas. Sus ancianos, hombres y mujeres, respetados por su carácter y habilidad para dar concejo fueron señalados como peligrosos desde el principio y asesinados en los primeros periodos de ocupación. Su único crimen era dar “mal consejo” advirtiendo a los más crédulos o menos experimentados contra el blanco esclavista…” (Casement Roger, El libro azul, página 108).. Los pueblos bora, okaina, huitoto, muinane y andoques que conocemos hoy en día son el resultado de los procesos de restructuración social de los “huérfanos” del “holocausto” cauchero y de estrategias de recomposición demográfica que aún son desconocidasAlgunas de estas estrategias han sido trabajadas por el antropólogo Roberto Pineda Camacho en el texto ya referenciado, Holocausto en el Amazonas: una historia social de la casa Arana..
Inscritos en este contexto de las afectaciones producidas por la explotación del caucho en la primera mitad del siglo XX, los textos producidos por los investigadores indígenas, durante la primera etapa de este proyecto, son una reflexión valiosa e inédita que nos permite escuchar de primera mano las voces y relatos de comunidades que no son suficientemente visibilizadas en las distintas fuentes académicas.
Con este objetivo, los grupos de trabajo Muinane, Bora, Ocaina y Huitoto emprendieron una serie de recorridos por sus territorios con el fin de encontrar las estaciones o “secciones” de explotación del caucho implantadas en sus territorios. En su mayoría se trataba de sitios desconocidos en la actualidad, pero que sin embargo fueron hallados gracias a la reconstrucción de la memoria transmitida por los dispositivos de la tradición oral. Este proceso fue acompañado del registro de una serie de testimonios de personas en cada pueblo descendientes directos de las víctimas de la explotación cauchera, en quienes reposa la memoria de estos dramáticos eventos.
Introducción a los recorridos por campamentos y huellas de la cauchería
“Cuando la vida y lo vivo estuvo en riesgo a causa del genocidio de la compañía cauchera peruana, se alteró el orden natural y calentó la palabra de vida. Los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce confrontaron como resistencia a quienes alteraron el equilibrio. Desde entonces llevamos cien años cuidando la palabra como práctica del conocimiento con estimación al otro para reafirmar nuestros principios de vida y para hacerla amanecer en abundancia” Hijos de la coca, el tabaco y la yuca dulce, 2017.
Los recorridos fueron realizados en cada uno de los territorios de los pueblos huitoto, muinane, bora y ocaina. Para mayor comprensión, la manera de navegar por estos recorridos también se hará por pueblo. En cada uno de los siguientes link encontrará los lugares, fotos, dibujos y testimonios recolectados por cada uno de los pueblos durante los años 2014 y 2015.