Día 2: recorrido Tibú - La Gabarra
En el segundo día recorrimos la carretera destapada que conduce de la cabecera municipal de Tibú al corregimiento de La Gabarra. Dejamos atrás un paisaje de preponderantes cultivos de palma aceitera para adentrarnos en el corazón de la industria petrolera del Catatumbo.
A través de los 55 kilómetros transitados fue posible evidenciar paisajes que dan cuenta de un territorio desarrollado en torno a la explotación del hidrocarburo, un recorrido que muestra una larga historia de disputas que se dieron desde el poblamiento mismo de sus veredas y corregimientos, pues a sangre y fuego se expulsó y aniquiló a las comunidades indígenas Barí que previamente habitaron la zona.
Incluso, la carretera por la que transitamos fue trazada como una herida sobre las selvas de un territorio habitado para entonces por el pueblo indígena Barí. Esta vía fue inaugurada en 1957 como evidencia de la consolidación del proyecto petrolero que desde entonces marcó las vidas de quienes habitaban la zona del Bajo Catatumbo.
El primer grupo armado en llegar a la región fue la guerrilla del ELN. Desde la década de los sesenta su Frente Carlos Armando Cácua Guerrero dirigió repetidas acciones en contra de la industria petrolera y se manifestó frente a los abusos que soportaban los trabajadores. Esto hizo que el ELN se ganara la simpatía de este gremio que llevaba años manifestándose en contra de las difíciles condiciones que les eran impuestas por las empresas petroleras en medio del silencio cómplice del Estado colombiano. A pesar de ello, y a medida que avanzaron las acciones violentas del grupo armado, las afectaciones de las mismas sobre la sociedad civil hicieron lo propio, lo cual puso en evidencia que las reivindicaciones de ambos sectores no eran las mismas.
Las FARC, por su parte, hicieron presencia en la zona entre la década de los setenta y la de los ochenta. Al final de este periodo la proliferación de los cultivos de coca tornó más fuertes y violentas las acciones de los grupos guerrilleros que, con la llegada de diferentes carteles de droga, buscaron controlar a toda costa el lucrativo negocio que tenía lugar en medio de diferentes condiciones favorables: una amplia línea fronteriza con Venezuela, un corredor estratégico que comunica a Arauca con la Costa Atlántica, una débil presencia del Estado, un campesinado empobrecido sin posibilidades para sembrar productos de pancoger y unas muy propicias condiciones ambientales.
Puente de Socuavó
María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
Este puente está ubicado en la vereda de Socuavó. En 1999 el EPL interceptó al Bloque Catatumbo cuando quiso incursionar en el corregimiento de La Gabarra y puso una bomba en el puente para obstruirle el paso. El grupo paramilitar se vio forzado a detenerse y no pudo llegar el día de mercado a La Gabarra. Después de los hechos, el Bloque Catatumbo tomó control de este punto y estableció un retén para controlar el paso de quienes se acercaban a La Gabarra. Fue en este lugar donde se dieron los primeros asesinatos selectivos por parte de las AUC y hasta el día de hoy es un sitio emblemático en el que se llevan a cabo diferentes conmemoraciones.
Sede Educativa Palmeras Mirador - El Taladro
María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
Las instituciones educativas en el país representan un lugar simbólico para las comunidades ya que es desde allí donde se tejen parte de los lazos sociales. La memoria de los habitantes de Catatumbo evoca con particular énfasis las estrategias desplegadas por los actores armados para arrebatarle a las comunidades un espacio simbólico de convivencia. Es así como la escuela se convirtió en un lugar de convergencia y síntesis de las múltiples afectaciones que produce un conflicto armado prolongado como el que todavía se vive en la región. Estas consideraciones, y el hecho de que las escuelas constituyeran un lugar de disputa estratégico para los actores armados, permiten comprender las graves violaciones al Derecho Internacional Humanitario y a los Derechos Humanos de niños, niñas y adolescentes.
No obstante, una vez registradas en medio de una guerra entre diferentes actores armados, las escuelas también constituyeron espacios desde donde se configuraron estrategias de resistencia al conflicto, de la mano de los esfuerzos de sus docentes y de la comunidad educativa.
La sede educativa Palmeras Mirador está ubicada a 20 minutos de la vereda Caño Indio y guarda dentro de sus instalaciones marcas visibles de la presencia de las FARC-EP en la zona.
Durante los años de presencia paramilitar, la escuela se convirtió en un espacio de combates entre la guerrilla y las AUC. Los tiros perforaron las tejas de zinc de los techos y el metal de la puerta principal, la cual fue reemplazada hace pocos meses. Los grafitis de las FARC están expuestos en las paredes principales de los dos salones con los que cuenta la sede. Hay camisetas militares camufladas en la arena, casquetes de balas y granadas que los niños han recogido, y agujeros en las paredes de los salones.
Las AUC patrullaban constantemente y se quedaban en esta instalación educativa para escudarse. Los maestros que trabajaron durante este periodo (1999 - 2005) fueron señalados de guerrilleros, por lo que se vieron obligados a desplazarse.
Actualmente en la escuela, a pesar de no contar con agua ni luz, estudian 19 niños y niñas.
Vereda Vetas Central
Vereda Vetas Central - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
La vereda Vetas Central se convirtió en otro de los puntos donde los paramilitares se asentaron para asegurar el control y dominio de la zona. Como todos los anteriores, Vetas Central está ubicada al borde de la carretera que se dirige hacia La Gabarra.
Visibilidad desde finca hacia la pista - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
Allí tomamos fotografías a la finca principal en la que residieron los paramilitares, desde donde pudieron tener una visión panorámica del pueblo y tener el control de los carros que se acercaban. El retén en este punto era permanente y lo usaban para identificar a posibles guerrilleros.
Desde la finca se tenía absoluta visibilidad del lugar que seleccionaron para el aterrizaje de sus helicópteros.
El árbol de mango de la finca se convirtió en el principal lugar de tortura. Este árbol representa para algunas personas de la comunidad un lugar del horror ya que cuando las personas eran torturadas en este punto, el pueblo podía ver desde abajo.
Visibilidad desde finca hacia la pista - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
Cementerio La Gabarra
Cementerio La Gabarra - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
Después de la masacre del 21 de agosto de 1999 en La Gabarra, el cementerio central se convirtió en el principal contenedor de fosas comunes. En 2006 el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía (CTI) realizó 16 exhumaciones en este lugar. Después de realizado el trabajo, la fosa común fue sellada con cemento. Hoy, después de más de diez años, se puede ver la placa de cemento al lado izquierdo de la capilla.
Los habitantes de La Gabarra señalan que también fueron exhumados los cuerpos de algunos paramilitares enterrados allí, pero sus tumbas aún están marcadas con sus alias.
La Gabarra
La Gabarra - Juan Pablo Duque para CNMH, 2016.
Tras su llegada al Bajo Catatumbo en los últimos días de mayo de 1999, las AUC se abrieron camino hacia el norte de Tibú realizando múltiples masacres, asesinatos selectivos, torturas y retenes, y forzando desplazamientos a lo largo de las carreteras por las que transitamos en este recorrido.
El 21 de agosto de ese año este grupo armado hizo su ingreso definitivo a La Gabarra, donde perpetró una nueva masacre y, tras ocasionar el desplazamiento de la mitad de la población bajo las órdenes de Armando Pérez Betancourt, alias Camilo, se confinó dentro del corregimiento. La Gabarra se convirtió en el principal centro de operaciones de las AUC.
Ruinas La Gabarra - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
La vida de quienes permanecieron en el corregimiento cambió dramáticamente con la presencia del Bloque Catatumbo. Los sentidos de sus caminos, las actividades cotidianas, los usos de sus viviendas, de su río, entre otros, fueron marcados con la impronta del horror.
Los paramilitares marcaron las casas con números que definían el lugar de vivienda de “sus nuevos propietarios” y hasta el día de hoy “sus dueños no quieren ocuparlas porque saben que fueron usadas por sus victimarios como residencias, casas de tortura, sitios de diversión, oficinas o sedes de procesamiento de drogas ilícitas o destrucción de bienes de vecinos, amigos y conocidos”Centro Nacional de Memoria Histórica, (2015), Con licencia para desplazar. Masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo, CNMH, Bogotá, página 126..
Hotel El Río
Hotel El Rio - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.
El día de la masacre, el 21 de agosto de 1999, los paramilitares entraron al Hotel El Río donde se hospedaban comerciantes y vendedores. Sin previo aviso dispararon de manera indiscriminada y asesinaron a todas aquellas personas que se encontraban en las habitaciones, los corredores y los baños.
El hotel es hoy recordado por los habitantes del corregimiento como un lugar de memoria del horror. Según la información recolectada, solo una persona sobrevivió ese día, pues subió al techo del hotel y se escondió en el tanque de agua.