Recorridos por los paisajes de la violencia en Colombia

Día 3: recorrido Río Catatumbo

Recorrido en el río Catatumbo: Día 3

El río Catatumbo nace en el Cerro Jurisdicciones, municipio de Ábrego, y hace parte de la identidad de los catatumberos y las catatumberas porque atraviesa prácticamente todos los municipios de la región. Es un afluente que está relacionado con los acontecimientos humanos, sus ideas, culturas y usos de la naturaleza, por lo que ha sido decisivo en la configuración de las actividades humanas. Para los habitantes de La Gabarra y sus veredas el río significa agua, pesca y vía de transporte; pero también es contaminación, cementerio clandestino de miles de cuerpos que nunca se recuperaron y recuerdo de especies de peces que ya no existen. Por eso, después de 10 años entre la vida y la muerte, el río aún conserva algunas de las huellas de la guerra.

Tomamos un bote río arriba y río abajo para registrar las bases paramilitares y los lugares más representativos del horror para cuatro habitantes de la región que nos acompañaron. Aunque visualmente estos lugares no dan cuenta del horror, los testimonios e historias de estas personas nos ayudaron a registrar la memoria de los significados atribuidos a cada lugar.

El río se convirtió en un espacio de permanente disputa, lo cual causó temor en las personas que lo transitaban. Con retenes, fincas de tortura, bodegas de almacenamiento e infraestructuras de vigilancia, los paramilitares lograron controlar no solo lo que pasaba por tierra firme, sino también lo que fluía por el río: muertos que no podían ser recogidos, botes de los pobladores, comida que se transportaba, entre otros. De acuerdo con los testimonios, el río mismo sufrió de primera mano la violencia del Bloque Catatumbo, pues este llegó a lanzar bombas sobre su cauce con el objetivo de agilizar los procesos de pesca.

Pero andar por el río nos hizo entender que la memoria no solo está determinada para hablar de la presencia de actores armados sino también de otro tipo de actividades humanas que han aportado a la contaminación y transformación del río, como el derramamiento de crudo que ha causado la desaparición de animales como las nutrias, los pájaros, los peces (la lucía, la doncella) y los caimanes. Incluso, este afluente también fue funcional para los habitantes pues muchas personas huyeron por el río antes de que los paramilitares pusieran retenes alrededor de la cuenca.

Placa Río Catatumbo - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.

El Catatumbo: un río de memoria y dignidad. En agosto de 2009 la Pastoral Social, la Asociación Minga y el Comité de Integración Social del Catatumbo (CISCA) se organizaron para hacer un homenaje a las víctimas y conmemorar los 10 años de la arremetida paramilitar. Estas instituciones decidieron apoyar un ritual de sanación, “pedirle perdón al río, dignificar a las personas que fueron arrojadas al río que no se les pudo dar un entierro digno y aquí se ubicó la placa emblemática para recordar los 10 años de la cuestión paramilitar y de la primera masacre ocurrida en agosto de 1999”CNMH, habitante de la región, testimonio, Tibú, 2016..

Base paramilitar en Puerto Guadua

Base paramilitar Puerto Guadua - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.

El recorrido inició río arriba. El primer punto que identificamos fue la base paramilitar en Puerto Guadua, donde este grupo armado instaló un primer retén. Todas las canoas debían parar allí para ser requisadas y dar información sobre su ruta y las personas que se transportaban.

Allí también había una pista de aterrizaje a la que llegaba la avioneta de los paramilitares.

En esta base los paramilitares mataron a muchas personas:

uno encontraba los costales de los troncos [de personas] sin cabeza, extremidades… era normal. En cuanto al pescado, yo creo que no comió muerto porque a la gente la rajaban, la botaban, pero volvían a salir normal, los peces no se lo comían; el único animal que pica es el cangrejo que pincha las orejas. Este retén estuvo durante los siete años. A veces bajaban a todos los pasajeros y algunas veces nos dejan toda la noche. CNMH, hombre adulto, testimonio, Tibú, 2016.

Finca El Higuerón

Finca El Higuerón - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.

La finca El Higuerón se convirtió en el principal centro de acopio de droga de los paramilitares. Allí la recibían, la pesaban y la sacaban.

La zona también se configuró como un importante lugar de retenes en el que muchas personas, principalmente bogasTérmino que los catatumberos y catatumberas usan para referirse a quienes manejan lanchas o canoas., fueron asesinadas, detenidas o despojadas de sus pertenencias. “Ser boga era un riesgo porque uno como boga salía a trabajar y, si le tocaba cargarlos a ellos, uno andaba con el presentimiento que la guerrilla al primero que le iba a dar era al bogaCNMH, habitante de la región, testimonio, Tibú, 2016.”.

Otras actividades que se realizaban en este punto eran el mantenimiento del armamento y el arreglo de los camuflados.

El dueño de la finca murió antes de la desmovilización paramilitar. No obstante, la finca fue recuperada por sus familiares que hoy viven allí.

Procesadora de yuca

Río abajo desde La Gabarra, yendo a Venezuela, la canoa tuvo que parar en un retén de la fuerza pública para dar información sobre el destino de la ruta. Los militares nos advirtieron no pasar del caserío Kilómetro 60 porque esa zona estaba controlada por la guerrilla.

Río Abajo - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.

Poco después llegamos a la antigua planta procesadora de yuca de la cooperativa Corpoyuca, ubicada en Kilómetro 60.

Este lugar se encuentra en la actualidad deshabitado y en ruinas. Fue señalado como uno de los centros de tortura de los paramilitares. Encontramos algunas palabras consignadas en el metal oxidado de la única máquina procesadora que se encuentra ubicada al aire libre: son unos sapos revolucionarios.

Procesadora de yuca - María Luisa Moreno para CNMH, 2016.

La procesadora de yuca es una ruina que produce miedo, desolación y abandono. En este caso la ruina se mantiene para darle lugar al pasado en el paisaje. Pero dentro del paisaje este lugar no se habita, no se visita sino más bien se esconde alrededor de los caminos camuflados por la maleza. Esta ruina nos convoca a pensar en el silencio que también se plasma en el paisaje de la violencia.

María Luisa Moreno para CNMH

Calabozo

El calabozo estaba ubicado dentro de una de las casas de Kilómetro 60. A este caserío, a tan solo 20 minutos del casco urbano de La Gabarra, eran dirigidas las víctimas de la zona; allí eran torturadas y asesinadas.

Calabozo - Juan Pablo Duque para CNMH, 2016.

“Metieron a las personas [en el calabozo] y le daban una ficha y por orden de ficha las iban matando”Centro Nacional de Memoria Histórica, (2015), Con licencia para desplazar. Masacres y reconfiguración territorial en Tibú, Catatumbo, CNMH, Bogotá, página 112.. Los cuerpos se veían bajar por el río, pero nadie se arriesgaba a recogerlos por miedo a represalias de los paramilitares.

Según el periódico nortesantandereano La Opinión, la comunidad quiere que este calabozo sea resignificado con la construcción de un centro cultural y de memoria para las víctimas del conflicto armado:

A través de piedras, la comunidad quiere dejar mensajes alrededor de un monumento que, si bien no está muy definido cómo será, contará con agua como fuente de vida. También quiere que todas aquellas familias que sufrieron la desaparición o muerte de uno de sus integrantes en La Gabarra, puedan llegar hasta este lugar a honrar la memoria de su ser querido escribiendo su nombre o un testimonio en su honor. Jácome Ramírez, Jhon Jairo, (2016, 16 de octubre), “De casa de tortura a centro cultural y de memoria”, en La Opinión, disponible en: http://www.laopinion.com.co/region/de-casa-de-tortura-centro-cultural-y-de-memoria-120826, recuperado el 8 de agosto de 2017

El recorrido por el Bajo Catatumbo nos mostró que la guerra ocurrió en un espacio determinado, que las carreteras y ríos que conectan municipios y veredas se convirtieron en puntos estratégicos de los actores armados para cuidar sus fronteras de acción y determinar el control de quienes las transitaban. La guerra cambió el ritmo de la vida cotidiana, transformó las relaciones de los habitantes con el espacio y los significados otorgados a lugares simbólicos como los ríos y los árboles. El paisaje de la violencia del Bajo Catatumbo está conformado por lugares que aún guardan las huellas de la guerra y otros que han sido resignificados por los habitantes del territorio. Cabe mencionar que esta región aún no le hace quite a la guerra, todavía hay presencia de actores armados consolidados alrededor de rutas de narcotráfico y grandes proyectos extractivos.