En los territorios se gesta la paz

Autor

Maria de los Ángeles Reyes

Fotografía

Juan Arrendondo

Publicado

07 Mar 2016

En los territorios se gesta la paz

El pasado 29 de febrero la oficina del Alto Comisionado para la Paz organizó la conferencia internacional Los retos de la paz territorial. La discusión, que se dio casi cuatro años después de iniciado el proceso de paz, abrió grandes interrogantes por los diferentes obstáculos que se deberán superar en el camino de la construcción de una paz estable y duradera.


Cuando apenas empezaba a nacer el proceso de paz con las Farc, las partes plantearon dos grandes pilares que guiarían las negociaciones. Por un lado, se estableció que las víctimas estarían en el centro del proceso. Y, por otro lado, se dijo que la paz debía ser construida desde los territorios, dejando atrás el centralismo institucional que predomina en Colombia.

El tema de las víctimas es uno de los puntos establecidos en el Acuerdo General para la terminación del conflicto. De hecho, fue el último punto en ser acordado en la mesa de negociaciones, el 15 de diciembre de 2015. La paz territorial, sin embargo, es pensada de forma que sea un eje transversal, abordada en cada uno de los momentos del acuerdo.  

¿Por qué hablar desde los territorios?

Las divisiones y la lejanía entre “el centro” y “la periferia” son, para muchos estudiosos, una de las causas principales de varios conflictos armados internos en el mundo. Colombia no es la excepción. Según James Robinson, uno de los invitados al foro, coautor del libro Por qué fracasan los países, la violencia se engendra más fácilmente en la periferia, que es donde coexisten fenómenos de pobreza, desigualdad e instituciones estatales débiles o ausentes.

En Colombia los lugares donde más se ha vivido el conflicto es en la periferia. Esto, según Robinson, con el agravante del elemento de codicia que tiene la guerra colombiana. Es decir, hay factores de economía ilegal que empeoran las condiciones de seguridad en las regiones, y que conforman el caldo de cultivo perfecto para el fortalecimiento de grupos armados ilegales.

Es por esta razón que para ninguno de los representantes del gobierno presentes en la conferencia, Rafael Pardo, ministro Consejero para el Postconflicto, Humberto de la Calle, jefe negociador en La Habana, y el alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, se ponía en duda la importancia de dar la discusión de lo que significa la paz territorial y plantear los retos que seguramente tendrá a la hora de ser implementada.

Los tres coincidieron en que es necesario que las políticas del posconflicto se planteen desde los territorios, un modelo Bottom-up, de abajo hacia arriba, de forma que sean validados por el Estado, pero que respondan a las necesidades particulares de la región. Además, recalcaron la importancia de ir más allá de una pacificación de la geografía nacional. Lo fundamental será garantizar las condiciones para que, en la periferia, las condiciones de vida de las personas sean tales, que se reduzca al mínimo la posibilidad de la emergencia de nuevas formas de violencia o la continuidad de las ya existentes.


    ¿A qué se enfrenta la paz territorial?

    Todo lo anterior, en teoría, suena muy bien pero hay dos tipos de dificultades: respecto al alcance administrativo del Estado, y respecto a la voluntad y capacidad de participación de las regiones en el posconflicto.

    El primero, y quizá el más evidente, fue planteado por varios de los invitados a la conferencia, entre ellos el senador Antonio Navarro, el director de Planeación Nacional, Simón Gaviria, y el mismo Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas. El Estado no tiene la capacidad económica para asumir, de tajo, todos los retos que acarrea la puesta en marcha de lo que se acuerde en La Habana; eso es un hecho.

    Habrá, entonces, que hacer una reestructuración de muchas de las funciones y la operatividad del Estado. Esto implica un fortalecimiento de las instituciones en las que abundan lógicas de corrupción que entorpecerían los procesos. Para James Robinson,  tanto el problema como la solución no serán de carácter técnico. Más allá del dinero o de la forma de distribuirlo, habrá que resolver las deficiencias institucionales, como el centralismo, la poca trascendencia que tienen los mecanismos de participación y la falta de legitimidad que tienen las instituciones estatales en muchas de las regiones periféricas.

    El segundo gran reto que enfrentará la paz territorial tiene que ver, precisamente, con lo anterior. Las personas, acostumbradas a vivir a merced de un Estado débil, lejano o incluso ausente, no ven la cultura de la participación como algo intuitivo. Esto, según, Vijayendra Rao del Banco Mundial, otro de los invitados internacionales, es fundamental en los modelos Bottom-up. Si se espera que las iniciativas políticas surjan desde las regiones, es necesario que existan mecanismos de participación, pero sobre todo que la gente acuda a ellos para expresar sus necesidades y para hacer seguimiento de la aplicación de las políticas públicas que los afectan.

    Aunque Colombia avanzó mucho en este sentido con la Constitución Política de 1991, hace falta un gran trabajo de construcción de confianza por parte de la ciudadanía, sobre todo de la de los territorios que han sufrido más de cerca la guerra. Es decir, las víctimas, como en todo, tendrán que seguir siendo el centro, y se tendrá que priorizar todo lo que tenga que ver con ellas en las regiones vulnerables si se quiere que el proceso de paz no se quede en el papel sino que tenga una aplicación eficaz y real en el territorio nacional.

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    El Centro Nacional de Memoria Histórica también tiene dentro de sus pilares institucionales la construcción de la memoria desde los territorios. Cada uno de sus proyectos busca apoyar, visibilizar y acoger las propuestas de las iniciativas regionales de memoria, los lugares de memoria que las comunidades han construido, y la labor que las diferentes organizaciones realizan en pro de la construcción de la paz territorial por medio de la memoria histórica.

     
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