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La palabra y el silencio


En Colombia, desde 1977, han sido asesinados 152 periodistas por hacer su trabajo. La mayoría de ellos trabajaban en pequeñas emisoras y periódicos regionales, y su compromiso con el oficio lo dedicaban a investigar y denunciar hechos de corrupción o sucesos del conflicto armado que se vivían en las distintas zonas.

Esa cifra de asesinados, juntos a las amenazas, los secuestros y las demás obstrucciones que han sufrido los reporteros, han llevado a que el país ocupe los peores puestos en indicadores de libertad de expresión.

Los periodistas sufren por romper el silencio, por poner en palabras la verdad de lo que acontece, por informar lo que sucede, por creer que una sociedad informada no permitirá que las injusticias se perpetúen o se repitan. Pero el armado y el corrupto se incomoda con la palabra del periodista, quiere quitársela, apagarla, sacarla del aire, para que solo se imponga el discurso de la guerra y de la corrupción.

Hacer memoria sobre ese periodismo que ha resistido entre la palabra de su oficio y el silencio de la guerra es, en parte, devolverle la dignidad a los primeros que dieron la vida reconstruyendo la verdad de nuestra historia. Es también devolverle a la sociedad la posibilidad de saber, de informarse, y de salir del desconcierto que deja el conflicto.


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