Era un avezado músico y abogado, que lideraba la orquesta de salsa “La Sabrosura”: así entre notas musicales, y la política, este hombre desde muy joven empezó su carrera en el sector público hasta llegar a ser diputado del Valle del Cauca.
En las imágenes que amigos y familiares conservan de Héctor Fabio Arismendy, diputado del Valle del Cauca secuestrado y asesinado por las FARC, casi siempre aparece él componiendo, formando grupos musicales, haciendo música y organizando conciertos. Al escucharlos, es difícil no preguntarse ¿cómo describir a Héctor: como músico o como político?
Cuando Arismendy se entregó por completo a la política, se sintió desilusionado. Hablar en público lo asustaba y sentía que su integridad física estaba en peligro. Incluso, pensó dejarlo todo para volver a la música. Pero no lo hizo.
Arismendy tenía solo 25 años cuando fue nombrado secretario de Gobierno Municipal de Cartago. Desde ese cargo, vivió la experiencia de “El Cartagazo”: una enorme manifestación que protagonizaron los habitantes de este municipio en 1983, exigiendo su derecho a tener servicios públicos. Después trabajó en las rentas departamentales, hasta que le anunció a su familia que se había lanzado al Concejo.
A partir de ese momento toda su familia y amigos se entregaron a la actividad política. “Le pusimos el pecho a esa campaña para ponerlo de primero. Distribuimos a Cartago por grupos que él llamaba ‘fogoncitos’, eran como 15 o 20. Y en medio de eso iba formando líderes que nos acompañaban. Y para completar, hacíamos ese trabajo a pie porque no teníamos vehículo”, recuerda su amiga Marlene Giraldo.
“Dejé de ser un niño, enfoqué todo en vengarme”
El novato concejal repitió curul. En una segunda campaña contaron como puntos a favor sus triunfos musicales y su encanto personal. Aunque en algún momento manifestó su desilusión, buscó un tercer período como concejal y probó sus capacidades después en Invías como secretario de transportes en momentos difíciles. Había conflicto con las empresas transportadoras y, por primera vez, tuvo que usar chaleco antibalas y camioneta blindada. Fueron seis meses intensos que terminaron con su aspiración a la Asamblea.
La política lo traía y llevaba como una dama exigente. Así debió pensarlo cuando tuvo que vencer su timidez frente al público y aprender técnicas de oratoria, para obtener un discurso con “calor humano”. Su amiga Olga Gómez le decía: “Párese así”, “hable así”, “suéltese que está muy rígido”, “mire al frente”, “que se vea convencido”, “hable con el corazón en la mano”. Así su voz y sus ideas configuraron una campaña con “calor humano” que lo llevó a la Asamblea. Pero esa curul de diputado, tan gozosamente celebrada, le costó todo.
“Yo veo a mi papá como un superhéroe”, dijo su hijo Juan Camilo, con seriedad. Y su hermano Sebastián describió así el cambio en su vida, luego de la muerte de Héctor Fabio: “Dejé de ser un niño, enfoqué todo en vengarme”. Años después, durante los diálogos de paz entre las FARC y el Gobierno, la vida puso a Sebastián frente a frente con la guerrilla. “Yo juré matarlos a todos cuando solo tenía 9 años. Sin embargo les dije que ya los había perdonado, y que también yo me había perdonado y por eso era libre y feliz. Pero ellos, como nunca lo había esperado, me escucharon con respeto y ponían atención a todas mis palabras. Al final Pablo Catatumbo nos dijo: ‘No nos enorgullecemos del asesinato de los diputados. Eso nunca debió pasar. Hoy hacemos un reconocimiento público y pedimos perdón. Ojalá ustedes nos perdonen”.
La sabiduría musical de su padre –ese arte de combinar notas y silencios y convertirlos en armonía- dejó en Sebastián y en los suyos una huella imborrable.
Conozca el relato completo de la memoria de Héctor Fabio Arismendy Ospina descargando el libro “El caso de la Asamblea del Valle: tragedia y reconciliación” y siguiendo la serie documental “Somos más que 11”.