Era el presidente de la Asamblea: un apasionado por los debates filosóficos y políticos. En su discurso siempre hizo un llamado para que los colombianos no se acostumbraran ni al secuestro ni a la guerra. Esta es su historia.
“Ni la humillación, ni las cadenas, ni el maltrato han sembrado en mí rencor ni venganza. Soy de la casta de líderes honestos, valientes y dignos que construirán una patria en paz”, afirmó en una prueba de supervivencia Juan Carlos Narváez, presidente de la Asamble del Valle para el momento en que la guerrilla de las FARC asaltó esa institución y secuestró a doce diputados, el 11 de abril del 2002.
Su liderazgo social aparece siempre en los relatos de sus familiares y amigos. Su hermana Yolanda, quien lo acompañó en una de sus campañas, recuerda que cuando Juan Carlos recorría los barrios más pobres de la ciudad decía: “Anótenme todas las necesidades, todo, todo”. “Yo veía que le decían: ‘Doctor necesitamos dinero para pagar los servicios’, y él sacaba de su bolsillo y les daba”, continua Yolanda.
En el distrito de Aguablanca, en Cali, lo conocieron bien y, sobre todo, apreciaron esa cercanía a la gente más vulnerable. Como Consejero de Paz de la Alcaldía de Cali, trabajó por el desarme y la reintegración de los jóvenes de las pandillas, un proyecto que le generó amenazas que no lo frenaron. Fue especialmente crítico con el dominio ejercido en el Valle del Cauca por unas pocas familias y con el monocultivo de la caña, que había dejado en la marginalidad a miles de campesinos. “Sueño con un Valle para todos y distinto para nuestros hijos”, solía decir.
En la misma prueba de supervivencia ya citada, Juan Carlos Narváez aseguraba: “Resisto por amor”. Su familia da cuenta de ese amor. A Fabiola Perdomo, su esposa, quien se convirtió en una de las lideresas más activas por el Acuerdo Humanitario, una de las cosas que más la enamoraba de él era su inteligencia; asegura que muchas personas se referían a él como un hombre “brillante”. Él era un hombre del que todos aprendían, dice Fabiola. Una persona que siempre quería seguir creciendo intelectualmente.
“Ni la humillación, ni las cadenas, ni el maltrato han sembrado en mí rencor ni venganza”
Después de estudiar Filosofía y Letras, quería hacer la carrera de Derecho y Economía. Para él un buen político debía saber comunicar, pensar, saber de leyes y de economía. “No le gustaba bailar y en eso medio le ayudé un poquito. Era un hombre más de irse para una finca o de quedarse en casa leyendo, viendo una película, más de este tipo de cosas”, dice Fabiola.
Daniela, la segunda hija de Juan Carlos Narváez, tenía solo dos años cuando secuestraron a su padre y a sus compañeros de la Asamblea; era muy pequeña para recordarlo, pero lo tuvo muy presente el día de su graduación como bachiller. Ese día la oyeron decir: “Gracias a mi padre, quien a pesar de no estar a mi lado en uno de los días más importantes de mi vida, sí está presente en mi corazón, en mi mente y en mi espíritu. Está en cada risa, en cada lágrima, en cada parte de mí. Lo siento y lo sentiré a mi lado. Este logro es para él y para mi madre, para que estén orgullosos de la hija que tienen, la hija que honrará sus nombres mientras viva”.
Y su hijo mayor, Juan Carlos jr., dice que a pesar de su muerte lo sigue sintiendo muy cerca: “A veces cuando estoy triste voy al cementerio y me siento y hablo dos o tres horas con él, porque yo hago de cuenta que está ahí. Lo saludo y sin que me lo esté preguntando le voy contando mis cosas, las de la familia, pero especialmente de mi hijo Matías, para quien quiero ser un papá tan amoroso como el que yo tuve y darle lo que me faltó recibir por la muerte de mi padre”.
Conozca la historia completa de Juan Carlos Narváez Reyes descargando el libro “El caso de la Asamblea del Valle: tragedia y reconciliación” y siguiendo la serie documental “Somos más que 11”.