Noticia

Autor

Harold García

Fotografía

César Romero para el CNMH

Publicado

27 Abr 2015

Pizarro descansa en un monumento por la paz

 

El hombre, de unos 60 años, sobresalía entre la gente a pesar de su poca estatura, algo lo hacía grande: tenía una bandera inmensa -cualquiera allí presente desearía cargarla- que ondeaba de lado a lado como las olas del mar, iba y venía al ritmo suave de la brisa bogotana. Los colores rojo, blanco y azul, con la escritura M19 en el centro, flotaban en el cielo el pasado 26 de abril en el Cementerio Central de Bogotá. Todos los asistentes a la inhumación de un “héroe”, Carlos Pizarro Leongómez, como lo llamó el senador Antonio Navarro, eran simpatizantes de este grupo guerrillero que le apostó a la paz.

Pizarro es un apellido que se ha transformado en símbolo de resistencia, lucha y paz. Ese es el apellido de María José, la hija menor de Carlos, el hombre que hace 25 años, como jefe del M19, decidió dejar las armas para firmar el primer proceso exitoso de paz en Colombia. Sin embargo, 40 días después, y siendo candidato presidencial, fue asesinado: “no podemos tener control sobre cada uno de los millones de colombianos”, explicó en su momento el presidente Virgilio Barco al referirse que el entonces candidato presidencial por la Alianza Democrática M19, debió prestar más atención a las noticias del país y no salir a las calles arriesgando su vida. 

El pasado domingo 26 de abril, a las 12:20 p.m., María José Pizarro entró al Cementerio Central con su hermana María del Mar, cargaban un ataúd pequeño de color oscuro. Llevaban blusas blancas, jeans y caminaron con firmeza. Un cordón de seguridad les permitía moverse entre la gente, unas 300 personas que gritaban “Pizarro presente, presente, presente”. Hace 25 años fueron miles los que llegaron hasta aquí, llenos de rabia y dolor por la muerte del líder político. 

María José recuerda que el día más horrible de su vida fue cuando mataron a su padre; ella era una niña que lloraba desconsolada frente al féretro, sentía que le arrancaban su vida. “No me atrevo a dejarlo ir”, expresa en su película “Pizarro”, al hablar sobre la fuerte unión que existe entre los dos. 

María José llegó del exilio decidida a encontrar la verdad acerca del asesinato de su padre. Por eso el año pasado se realizó la exhumación del cadáver de Carlos Pizarro con apoyo de la Fiscalía, a la espera de que avance la investigación ya que el caso se encuentra en total impunidad; y pese a que fue declarado crimen de lesa humanidad aún no existe alguien juzgado. 

El dictamen de la Fiscalía arrojó inconsistencias graves en el asesinato del sicario del padre de María José, a quien también se le practicó la necropsia. El estudio fortalece las declaraciones de los testigos quienes afirman que Gerardo Gutiérrez, el sicario, después de arremeter contra Pizarro se rindió y tras estar detenido en el piso del avión, uno de los escoltas del DAS le disparó al joven desarmado.



    “En el infinito también existiremos”

    María José se acercó al micrófono sobre una tarima instalada en el cementerio, dio las gracias a los presentes recordándoles, al igual que su padre, que no acepta otro camino que el de la paz: “un camino con verdad, justicia, una paz en la que los colombianos puedan ser partícipes directos del futuro que se quiere en el país, de la sociedad que queremos para nuestros hijos”, dijo con voz pausada. 

    Y es que en el emotivo sepelio de Carlos Pizarro, se recordaron los nombres de decenas de hombres y mujeres asesinados y desaparecidos a lo largo del conflicto armado. Nombres de colombianos, historias que no se olvidan. “El cambio está en manos de ustedes muchachos, que los sueños de millones de colombianos sean realidad”, recalcó el senador Antonio Navarro, antes de que empezara el acto conmemorativo a cargo de Agroarte, un colectivo juvenil que vino desde Medellín para acompañar a la familia Pizarro. 

    Ellos hablaron desde las plantas de la memoria, hablaron de la muerte a través de la vida, de una planta que representa las personas, “esas que han caído a lo largo de estas violencias”. Esa fue la reflexión de Aka, líder de este grupo, en ese espacio para encontrase a través de la historia para entender que en un cementerio no hay buenos ni malos: “solo personas habitando y construyendo la historia, un espacio de dialogo y unión”, expresó Wilmar Botina, integrante de Agroarte. 

    En este acto simbólico apoyado por la Unidad de Víctimas, Centro de Memoria Paz y Reconciliación, La Fiscalia y el Centro Nacional de Memoria Histórica, se reconstruyó la tumba de Carlos Pizarro, ahora con baldosas verdes y oscuras en forma de pirámide, decorada alrededor con más de 10 plantas sembradas por Agroarte que representan diferentes víctimas del conflicto, un monumento a la paz y a la vida. “Así se merece que sea la tumba del precursor de la paz contemporánea en América latina”, dijo Navarro, quien no dudó en hacer un llamado al gobierno de Juan Manuel Santos, al recordarle que “cumpla el compromiso de hacer un monumento a la paz de Colombia con el acero de las armas del M-19”.

    Antes de salir del cementerio, el viejo que ondeaba la bandera grande del M19 se despidió con abrazos de un par de compañeros, otros viejos que no olvidan a Pizarro y la apuesta de paz del eme, como María José, que tampoco olvida, que busca la verdad, la justicia, y que se preserve la lucha que dio su padre por la reconciliación de los colombianos

     
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