José Cardona Hoyos fue un destacado dirigente comunista vallecaucano, hizo parte de las instancias más importantes del Partido Comunista Colombiano (PCC) y ostentó distintas dignidades incluyendo la de ser Representante a la Cámara. Su legado, construido sobre la convicción de la necesidad de generar cambios profundos en la vida política, social y económica del país y en la defensa de los derechos humanos, revela el extraordinario valor de este líder, quien fue especialmente crítico con el Estado, la injusticia social y el abuso de poder.
Su hijo, José Cardona Jiménez, ha tocado muchas puertas en el empeño de reivindicar el nombre de su padre, de invitarnos a conocer y valorar su lucha, que permanece vigente más de tres décadas después de su asesinato, en mayo de 1986. Esa intención se transformó en una propuesta al Centro Nacional de Memoria Histórica en 2019, que se materializó en el apoyo brindado por la entidad a este proceso como una iniciativa de memoria histórica que derivó en un especial web que se lanzó en 2019, producto del acompañamiento impulsado de manera autónoma por la familia de José Cardona, que busca dignificar y promover el reconocimiento de las huellas que él dejó. Es un proceso impulsado de manera especial por su hijo, a través del cual volvieron las memorias íntimas, los archivos, las fotos y las enseñanzas que dejó José: una forma de materializar la apuesta de reivindicar su quehacer político.
Siendo muy joven, Cardona Hoyos se arropó bajo las ideas marxistas y desarrolló una militancia activa que lo llevó a destacarse en el PCC, inicialmente en su natal Sevilla y luego en Cali (Valle del Cauca). Sus opciones políticas y los aportes que hizo desde su militancia estuvieron enmarcados en la lucha pacífica y legal, aunque en los años 60 llegó a pensar en la legitimidad de la lucha armada y el carácter complementario de esta con respecto a la acción política. Pronto rectificó esa postura y se negó a la lucha armada revolucionaria.
José fue un convencido de que la lucha política revolucionaria y la toma del poder debían hacerse por vía de la acción política democrática, excluyendo el recurso de las armas y de la violencia. Y advertía que la combinación de estas dos formas de lucha (política y armada) no solo evidenciaba un profundo desconocimiento de la realidad colombiana, sino que entrañaba enormes riesgos, en particular para quienes desde la izquierda actuaban en la legalidad.
Su obra Ruptura, que conoció la luz pública tan solo pocos días antes de ser asesinado en Cali por la extinta guerrilla de las FARC, el 8 mayo de 1986, condensa sus planteamientos políticos en relación con la dura, pública y valiente lucha que dio para controvertir la combinación de todas las formas de lucha revolucionaria. Se dedicó sin descanso y con enorme valor a promover estas ideas y hasta el último de sus días, mediante su militancia comprometida, su capacidad oratoria y de escritura, compartió sus pensamientos tanto en público como al interior de su partido.
Desde su crítica a la lucha armada, abogó siempre porque las guerrillas, especialmente las FARC, entraran a un proceso de paz y soñó con algún día verlas haciendo política en la legalidad.