«Naturaleza y territorio como víctima»: una apuesta del CNMH que integra la cosmovisión de los pueblos étnicos y el campesinado ante el conflicto armado
Con ocasión del Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, el CNMH recuerda por qué la naturaleza y el territorio son reconocidos como víctimas del conflicto armado interno.
Desde la cartografía, se han pintado los ríos a través de líneas azules sobre el papel; sin embargo, ante otros ojos, esos cuerpos de agua son realmente las venas de la Madre Tierra. Los pueblos originarios, desde hace siglos, han pensado que el territorio está vinculado con el cuerpo: los mares están relacionados con la placenta; las selvas y los bosques son los pulmones, que se están quedando sin aire; y el petróleo —que chorrea por el extractivismo— es la sangre del planeta.
Bajo esa cosmovisión, el territorio no es ajeno a las personas: sus cuerpos se conectan no solo en los cuidados, sino también en las afectaciones a la naturaleza. De ese modo, en caso de haber daños a la Madre Tierra, las personas también sufren las consecuencias: por ejemplo, cuando se represa un río, se obstruye el flujo de la vida, generando la ausencia de los peces y la falta de alimento para toda una comunidad.
Ante los más de 75 años de conflicto armado, en la última década, se ha reconocido que el territorio y la naturaleza son sujetos de derechos. En este sentido, la Corte Constitucional y otras jurisdicciones del país, organizaciones ambientales como CENSAT Agua Viva, y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) han mencionado cómo la naturaleza y los territorios ancestrales han sido víctimas de la guerra, mientras que la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ha avanzado en la documentación de los crímenes ambientales en Colombia.
De igual manera, con el propósito de seguir aportando a la construcción de la memoria histórica ambiental en el país, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se ha unido a la labor ejercida por la JEP y la CEV. Es así como, a finales de 2025, se publicará la investigación Naturaleza y territorio como víctima, la cual pretende navegar un constante diálogo intercultural para comprender los dolores y las heridas ocasionadas por el conflicto armado, así como las resistencias de los pueblos étnicos y el campesinado en Colombia.
De acuerdo con María Lucía Luna Borda, líder de la investigación, este trabajo surge debido a las necesidades y luchas de las comunidades rurales y los pueblos étnicos en Colombia. «Ellos han exigido el reconocimiento del valor intrínseco de los ecosistemas, los ríos, la Madre Tierra, los territorios, los animales, las plantas y los seres espirituales, y la inmensa gravedad de los daños causados por el modelo de desarrollo económico y el conflicto armado interno», precisó la contratista del CNMH.
De ese modo, resulta indispensable la cosmovisión ancestral —que vincula las plantas, animales y suelos con los espíritus, pueblos y comunidades—, así como las relaciones ontológicas y bioculturales para entender lo que (nos) pasó. Frente a esto, Luna señala que, desde esa perspectiva, el territorio y la naturaleza son entendidos como «escenario, instrumento, botín de guerra y víctima».
Daños y resistencias
Con ocasión del Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, el CNMH adelanta algunos de los avances de la investigación Naturaleza y territorio como víctima. María Lucía Luna, de la Dirección Técnica para la Construcción de la Memoria Histórica, habla sobre los daños y resistencias documentados en el marco de este proceso investigativo:
—¿Por qué integraron ese enfoque ancestral en la investigación?
—Es importante reconocer los saberes y comprender los daños y afectaciones desde las dimensiones biofísicas, culturales y espirituales, con el propósito de establecer horizontes de reparación y sanación desde un enfoque intercultural y relacional.
—En ese sentido, ¿cuáles han sido los daños y afectaciones ocasionados durante el conflicto armado?
—Los impactos en el marco del conflicto armado interno pueden ser directos o indirectos. De manera directa, están los derivados del accionar de los actores armados, tales como: bombardeos, ataques a la infraestructura petrolera, minas antipersonal y municiones sin explotar, aspersión aérea con glifosato, deforestación para cultivos de uso ilícito, ataques a espacios sagrados, entre otros.
—¿Y cuáles son los indirectos?
—Los daños indirectos son aquellos derivados del despojo de territorios en función de la instalación de dinámicas económicas que benefician a grupos armados y a terceros civiles, como la ganadería, y los monocultivos de banano y palma de aceite.
—Esos daños indirectos afectan a las comunidades en sus costumbres. Según lo que han visto, ¿cómo han hecho para resistir?
—El hecho mismo de permanecer en el territorio es una acción de resistencia. Las comunidades rurales recurren a diferentes formas de resistencia para la defensa de sus territorios y de su cultura, desde el resguardo y transmisión de conocimientos ancestrales hasta la conformación de colectivos organizados para la realización de acciones como protestas pacíficas y el litigio estratégico ante instituciones judiciales nacionales e internacionales.
—¿Y qué sucede con quienes se van del territorio? ¿Cómo resisten?
—Acuden a la difusión de los conflictos socioambientales que enfrentan las comunidades en el marco del control territorial por parte de los actores armados, tras ser desplazados forzadamente y despojados de sus territorios. Lo cierto es que las acciones de resistencia, en múltiples ocasiones, vienen acompañadas por la victimización derivada tanto de la defensa del territorio y la naturaleza como de sus derechos territoriales.
***La investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica Naturaleza y territorio como víctima se lanzará a finales de 2025.