Caravana por la Memoria 2024: 440 kilómetros por el Caribe colombiano para seguir tejiendo la memoria histórica en el país de la belleza
Del 9 al 13 de diciembre, el CNMH junto a 20 personas de distintos territorios del país, visitaron y conocieron las historias de dolor y resistencia de los habitantes del Canal del Dique y los Montes de María.
El río Magdalena se ramifica en varios brazos y cuerpos de agua que conforman la ecorregión del Canal del Dique en los departamenos de Atlántico, Bolívar y Sucre. Sus corrientes se conectan con la serranía de San Jacinto, bañando las montañas y valles de la subregión de los Montes de María, donde el conflicto armado —hace más de 75 años—, ha afectado el tejido social de sus comunidades, sumando cerca de 120 masacres y otros hechos victimizantes.
El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ha estudiado en más de una ocasión lo sucedido en el Canal del Dique y los Montes de María; sin embargo, en 2024, por primera vez, se realizó un recorrido de más de 440 kilómetros, no solo para escuchar los dolores y resistencias de las comunidades, sino también para tejer memoria histórica en el Caribe colombiano, de la mano de 20 personas provenientes de distintos territorios del país.
En cada lugar que visitado hubo un cálido recibimiento. Por ejemplo, en el corregimiento Hato Viejo, un pueblo afrocolombiano, agricultor y pesquero de Calamar (Bolívar), desde muy temprano las mujeres prepararon la comida de bienvenida alrededor del fogón, los niños y las niñas se vistieron con trajes típicos de cumbia, mientras otras personas de la comunidad escribieron un mensaje en una cartulina que decía: «Bienvenidos a la Caravana por la Memoria. Canal del Dique y Montes de María».
Pero solo hasta las 2:00 p. m. del 10 de diciembre, los hatoviejeros vieron a los lejos el bus que tanto esperaban, y con megáfonos y bocinas avisaron de la llegada de la Caravana por la Memoria 2024. Ante la noticia, algunos corrieron apresurados para darle la bienvenida a los invitados tal como la habían planeado: al ritmo de la música tradicional del Caribe colombiano.
Al igual que Hato Viejo, otros nueve lugares fueron anfitriones de conversaciones, exposiciones e intercambios de saberes y experiencias, entre el 9 y 13 de diciembre, para comprender y no repetir lo ocurrido durante más de 75 años de conflicto armado interno. «Tenemos el deber de poder tejer país y de eso se trata esta Caravana: de construir un solo país con todos los colores», expresó María Gaitán Valencia, directora del CNMH.
El 9 de diciembre, en la ciudad donde termina el extenso río Magdalena e inicia el Canal del Dique, se realizó el primer intercambio de experiencias y saberes. La Casa de la Memoria de Barranquilla le abrió sus puertas a la Caravana por la Memoria para dar a conocer no solo las historias de las víctimas de la capital del Atlántico, sino también de los municipios de la ecorregión que vivió la violencia armada.
Los visitantes contemplaron las exposiciones que destacaban la resiliencia de las mujeres tras sufrir de violencia sexual; los murales y obras que conmemoraban a las más de 6402 víctimas de los «falsos positivos» en Colombia, y los monumentos a Alfredo Correa de Andréis y Jorge Freytter, profesores de la Universidad del Atlántico, asesinados por el Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). «Quiero compartirles este proceso para que puedan llevarlo a sus territorios», manifestó Luis Vertel, exintegrante de la Casa de la Memoria de Barranquilla.
Más de 20 invitados de diversas partes del país se reunieron en la Casa de la Memoria de #Barranquilla, ubicado en el Parque Universal. Este parque también alberga espacios de memoria como, los monumentos a Alfredo Correa de Andréis y Jorge Freytter y el mural de la memoria. pic.twitter.com/GWeVEJjWHY
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) December 11, 2024
El anfitrión explicó cómo este lugar de memoria —ubicado en el Parque Universal—, le ha servido a las comunidades para contar lo ocurrido y transformarlo en arte: «La Casa no es de nosotros, es de las víctimas que quieren hacer un proceso de memoria». Teniendo eso presente, le cedió la palabra a algunos de los viajeros como Blanca Nubia Monroy, integrante de las Madres de los Falsos Positivos (Mafapo), que ha luchado por obtener justicia y verdad ante las 6402 ejecuciones extrajudiciales en Colombia.
Por su parte, Eloy Soto Rivero, miembro del Comité de Impulso Sujeto de Reparación Colectiva de la Universidad del Atlántico e integrante de la Caravana, decidió narrar lo que pasó en la institución de educación superior: «Estudiantes, profesores y trabajadores —como Alfredo Correa de Andréis y Jorge Freytter— fueron asesinados y perseguidos por defender lo público y tener pensamiento crítico», y por eso consideró tan importante este espacio de reunión que construye «memoria, verdad y reparación».
Aquella noche terminó con una velatón marcada por la esperanza de alcanzar la paz tan anhelada. Fue así como se encendieron las primeras luces de la Caravana por la Memoria: los asistentes cuidaban que la llama de cada vela no se apagara con el viento, mientras de fondo, los acompañaba el ritmo del bullerengue, la gaita y la tambora de la agrupación musical Kamajoru, que le cantó a los desaparecidos y a las lágrimas que se han derramado en los territorios.
«Una guerra sinsentido que nos tiene condenados
a sentirnos enemigos cuando somos hermanos».
Bienvenida en el corregimiento de Hato Viejo, en Calamar (Bolívar) a las y los viajeros de la Caravana por la Memoria 2024.
En la mañana del 10 de diciembre, todos estaban preparados para el recorrido: tenían listas sus maletas —con bloqueador y repelente— para el viaje que les esperaba; pero antes, realizaron la acción más importante antes de partir, dejar sus huellas en las banderas de la Caravana por la Memoria.
Sobre las 8:00 a. m., las y los participantes tuvieron un momento creativo en el que pintaron, en dos trozos de tela, los elementos característicos de sus 20 lugares de origen. Fue así, como desde la carretera se veía un bus con dos banderas —o insignias— colgadas en la parte delantera, las cuales llevaban desde dibujos de los Montes de María, del sombrero vueltiao, característico del pueblo zenú, hasta del río Atrato que pasa por el Chocó.
Desde un ejercicio creativo con pinceles, lápices y pinturas, cada uno dibujó un elemento representativo de su región. Así nacieron las banderas de la #CaravanaPorLaMemoria, colgadas en la parte delantera del bus que viajará por el #CanalDelDique y los #MontesDeMaría. pic.twitter.com/KpZLwd4odx
— Centro Nacional de Memoria Histórica (@CentroMemoriaH) December 11, 2024
A partir de las 10:00 a. m. y durante más de tres horas, las viajeras y viajeros emprendieron su camino hacia el primer destino: el corregimiento de Hato Viejo. Para todas y todos fue una sorpresa la bienvenida que les tenían preparada: nadie esperaba bajarse del vehículo con el sonido de la tambora y los colores de las faldas típicas de la cumbia colombiana; un recibimiento que no hizo más que impulsarlos a seguir a la comunidad en una caminata corta, bajo un sol intenso, hacia el lugar de encuentro y conversación dispuesto por el Consejo Comunitario Los Olivos.
El espacio de escucha empezó con un gran círculo, este tenía en todo su centro los elementos que armonizaban aquel encuentro: el agua, la tierra, el calabazo, las mazorcas, el catabre y la luz de las velas como símbolo de resistencia. Allí, los mayores y las mayoras hatoviejeras, se tomaron la palabra para contar lo que les ocurrió, narrando cómo el agua del Dique comenzó a oler a sangre y gasolina por la presencia armada en la ecorregión.
«Cuando llegaron los paramilitares nos prohibieron salir, nos prohibieron enterrar a nuestros muertos hasta que ellos dieran la orden», contó Danit Escocia Ortiz, integrante del Consejo Comunitario Los Olivos. Su relato evidenció el silenciamiento instaurado en el Canal del Dique y la ruptura social ocasionada por las afectaciones culturales, pero también, reafirmó su voluntad de resistencia: «Seguimos en lucha y en la búsqueda de encontrar siquiera un hueso de nuestros desaparecidos», agregó.
Si bien la Caravana por la Memoria llegó a Hato Viejo para escuchar a la comunidad, esta no es la primera vez que el CNMH ha puesto sus ojos en el Canal del Dique. Lo que narró Danit Escocia está constatado en el informe ¡El Dique vive en sus comunidades! Memorias que resisten al silencio y al olvido, el cual fue lanzado de manera digital ese mismo 10 de diciembre.
Lukas Rodríguez, coordinador de la investigación, explicó durante el círculo de escucha que el Canal del Dique es una ecorregión que nace en el río Magdalena y termina en el mar Caribe; así como también precisó que «el Dique es sus comunidades, es cada uno de ustedes que representan su cultura y sus resistencias». Ejemplo de ello es el catabre, que más allá de ser un utensilio para recoger el maíz, también lleva consigo la esperanza de las comunidades. «Así como el catabre, las memorias deberían convertirse en ese componente que reúna sus esperanzas, voces y narraciones», agregó.
Al caer la noche del 10 de diciembre, las viajeras y viajeros llegaron a San Juan Nepomuceno (Bolívar), a la Plaza Olaya Herrera, donde conocieron la historia de las fincas de Los Guáimaros y El Tapón. Fue Yurleidis Tapia, una de las integrantes de la Caravana por la Memoria, quien narró cómo el 30 y 31 de agosto de 2002 fueron torturadas y masacradas 15 personas de su territorio, entre ellos, uno de sus familiares.
«Esta es la tercera masacre más grande de los Montes de María, pero no tiene visibilidad», aseguró Yurleidis, mientras recordaba la lucha que han librado contra el olvido y el manto de impunidad que los cobija hace 22 años, pues a ningún actor armado se le ha atribuido la responsabilidad de lo sucedido. Es por eso que la lideresa presentó una exposición para conmemorar a las víctimas, en la que, a través de 15 fotografías, los asistentes vieron no solo los rostros de las personas asesinadas en esas fincas, sino también los de sus familiares que buscan justicia y verdad.
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Al siguiente día, el 11 de diciembre, el recorrido continuó por los Montes de María, en la vereda Las Brisas. Para llegar allí, las y los participantes viajaron en bus, se subieron en jeeps y por último caminaron por una montaña bajo un sol ardiente durante casi una hora, con tal de llegar hasta el árbol de tamarindo, lugar sagrado, que «es testigo vivo de la masacre Las Brisas», tal como lo manifestó Julio César Mercado, habitante de la vereda.
Aquel tamarindo era el epicentro de la vereda Las Brisas, hasta que el 10 de marzo de 2000, fueron masacradas 12 personas y hubo una serie de violencias basadas en género cometidas por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), las cuales rompieron drásticamente el tejido social de la población. «Estos no eran guerrilleros, eran campesinos», aseveró la directora del CNMH, María Gaitán Valencia, frente a las acciones del grupo paramilitar hace 24 años.
La siguiente parada de la Caravana fue Mampuján Viejo, un corregimiento de María La Baja (Bolívar) del que se desplazaron forzosamente 300 familias el 11 de marzo de 2000, tras esuchar lo que había pasado en Las Brisas el día anterior. De esa manera, las viajeras y viajeros comprendieron que la masacre y el desplazamiento forzado se entrelazan en una misma historia, y que su paso por ambos lugares no fue una coincidencia.
«Acá estaba yo jugando fútbol cuando vimos unos hombres armados, con vestiduras parecidas a las del Ejército», rememoró Gabriel Pulido, líder comunitario de Mampuján. Horas después, se corrió la voz de lo que estaba pasando en Las Brisas con esta advertencia: «Si no nos marchábamos, iba a pasarnos lo mismo, como había sucedido 22 días antes en El Salado».
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De ese modo, Mampuján quedó desolado y, mucho tiempo después, la población se repuso, resistió y volvió a sentar sus bases, aunque no en el mismo lugar, sino en lo que ahora llaman Mampujancito. Allí, en 2023, la población de los Montes de María marcó un hito con la apertura del Museo de Arte y Memoria de Mampuján, el cual fue visitado por la Caravana por la Memoria ese 11 de diciembre.
El recorrido por el museo estuvo marcado por las historias de las tejedoras de Mampuján, las piezas tradicionales de la cultura afrodescendiente, y el relato histórico de la violencia paramilitar en los Montes de María, que incluye lo sucedido en Las Brisas y el corregimiento de Mampuján. Keila Maza, coordinadora del lugar de memoria, señaló que ese espacio es posible gracias a la voluntad de las mujeres, «porque donde quiera que la vida nos lleve, vamos a hacer procesos nuevos».
La fogata en el corregimiento de Rincón del Mar, escuchando a la Mesa de Víctimas de San Onofre (Sucre).
La jornada del 11 de diciembre finalizó en el corregimiento de Rincón del Mar, en San Onofre (Sucre). Bajo el calor de una fogata y arrullados por el sonido de las olas, las y los participantes se reunieron para escuchar el llamado de la Mesa de Víctimas del municipio a preservar su territorio y resistir ante el megaproyecto del Canal del Dique.
Este proyecto fluvial es una iniciativa ambiental de la que se está hablando hace décadas, que pretende aliviar los problemas de sedimentación y riesgos de inundación del Canal del Dique; sin embargo, para la comunidad, continuar con esta megaobra «va a afectar no solo el departamento de Sucre, sino también el de Córdoba», dijo uno de sus líderes.
Lo cierto es que los habitantes del Dique no se oponen al megaproyecto, sino que buscan concertar sus modificaciones. De acuerdo con Lukas Rodríguez, la obra fluvial puede generar inundaciones no controladas en el territorio «afectando sus modos de vida en la siembra y en la pesca». A pesar de haber alzado la voz con sus preocupaciones, las comunidades no han recibido una respuesta real sobre lo que le va a pasar a su territorio y sus costumbres. «Ya tenemos un daño ambiental y este megaproyecto nos va a afectar más», puntualizó una lideresa en Rincón del Mar.
Las peticiones de la Mesa de Víctimas fueron escuchadas por la directora María Gaitán Valencia, quien les agradeció por resistir históricamente y reafirmó el compromiso del CNMH en construir memoria. «La apuesta de esta administración es desplegarnos a lo largo y ancho del país —reflexionó la directora del CNMH—. Por eso les pido que, por favor, no rompamos este tejido que hemos construido en estos días, porque si no lo hacemos juntos, no lo lograremos».
Al día siguiente, los 20 representantes de la Colombia diversa y multicolor se levantaron motivados hacia el siguiente destino: la vereda La Pelona, en San Onofre. Era su cuarto día juntos, y la Caravana por la Memoria estaba aún más firme en su camino, superando dificultades como un bus pinchado, las angostas vías que obstaculizaban el paso y el cansancio de las largas caminatas. Las viajeras y viajeros persistían porque durante el trayecto tejieron sus lazos: ya se habían escuchado y abrazado, ya se habían bañado en las olas del mar e, incluso, habían compartido risas y alegría acompañadas de un profundo sentido de solidaridad.
Integrantes del CNMH y miembros de la comunidad de La Pelona después de pintar el bus de la Caravana por la Memoria en la Sabana de los Sueños.
Sobre las 11:00 a. m., las y los viajeros arribaron en La Pelona y conocieron cómo fue el desplazamiento forzado que vivió la comunidad tras la llegada de los paramilitares en 1997, escuchando no solo su dolor, sino cómo se repusieron de él. «Hoy somos sujetos de reparación colectiva porque hemos resistido», indicó Rosenber Barón, habitante de la vereda, sobre los procesos de construcción de memoria histórica que han liderado a través de la realización audiovisual y la pintura.
No obstante, su exposición no se quedó solo en las palabras, pues la Caravana por la Memoria fue invitada a hacer parte de la gran Sabana de los Sueños de La Pelona. «Todo el que viene acá deja un pedacito de él en esta gran tela», señaló una de las lideresas, mientras mostraba los dibujos que narraban lo que les pasó y su modo de resistencia. Fue así como las y los participantes de la Caravana por la Memoria pintaron el bus en el que estaban viajando en la Sabana de los Sueños, el cual tenía 20 ventanas con elementos característicos de cada territorio, dejando en evidencia la gran lección que mencionó María Gaitán durante el recorrido:
«—Colombia es un país de colores y necesitamos empezar a vernos como un solo arcoíris».
La guardia indígena infantil del pueblo zenú le da la bienvenida a la Caravana por la Memoria 2024.
A las 4:30 p. m. del 12 de diciembre, la Caravana por la Memoria llegó a San Antonio de Palmito (Sucre), con el propósito de escuchar al pueblo zenú. Su paso por la Casa de Pensamiento de la comunidad de San Miguel estuvo acompañado por el canto de la guardia indígena infantil, el ritmo de la cumbia colombiana, las degustaciones de sus sabores tradicionales, y la escucha activa de las reflexiones de los sabedores y sabedoras.
«Es grato tener esta visita en nuestro territorio —afirmó Ubadel Pérez, cacique del resguardo—. Aquí hay una partecita de todo el conocimiento que tenemos como pueblo zenú». Durante su intervención, los asistentes escucharon cómo el resguardo ha luchado por más de un siglo para recuperar sus tierras y cómo eso ha dejado «una gran lista de asesinatos» de sus líderes.
El encuentro terminó con un acto honorífico hacia María Gaitán Valencia, con la entrega de un sombrero vueltiao. «El sombrero porta una representación espiritual porque tiene trenzado nuestro lenguaje», explicó Yina Ortega, representante de las mujeres del pueblo zenú. «En su momento, intentaron acabar con nosotros cortándole la lengua a la gente, pero las mayoras fueron más inteligentes, y trenzaron la palabra en este símbolo nacional».
Con ese cálido encuentro finalizó la penúltima jornada de la Caravana por la Memoria, la cual reconoce que el futuro de Colombia está en la sabiduría de los pueblos indígenas y en la sabiduría de los ancestros y ancestras. Las y los viajeros dejaron el resguardo luego de presenciar un dramatizado sobre la partería y bailar con el sonido de la cumbia. «Conocimos otras memorias que nos unen como territorio», puntualizó Raquel Patrón, contratista del CNMH e integrante del pueblo zenú.
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El 13 de diciembre, la Caravana por la Memoria llegó a su último destino: la finca La Europa, en el municipio de Ovejas (Sucre). Los asistentes conocieron la historia de resistencia de la Asociación de Campesinas y Campesinos La Europa —en la que 23 personas fueron asesinadas y algunas desaparecidas—. Este espacio estuvo acompañado por la música y la reflexión.
Así mismo, el grupo Dinastía Gaitera armonizó la jornada cantándole a los desaparecidos y al deseo genuino de cesar la violencia. «Queremos paz, queremos paz, ¿en dónde la vamos a hallar?», dijeron en una de sus canciones. No obstante, también hubo melodías que impulsaron a los integrantes de la Caravana a bailar, a juntarse más allá del dolor y a transformar desde la unión.
«Esta experiencia marca un antes y un después como líderes y lideresas sociales», manifestó Viviana Mena, una de las integrantes de la Caravana por la Memoria, que venía desde Pereira. Su testimonio se sumó a las demás reflexiones de las y los viajeros, que pidieron un recorrido por el sur de Colombia, manifestaron su deseo de paz, y se llevan en sus corazones las historias del Canal del Dique y los Montes de María, y que, en casos como el de Angy Romero, del Carmen de Bolívar, se van con una frase transformadora:
—Eterna la memoria, sagrada la vida, digno el perdón.
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