Hace 36 años, un 3 de marzo de 1989, se truncó la vida de un líder destacado de la Unión Patriótica (UP), el asesinato de José Antequera en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, simbolizó la tragedia y parte del exterminio con 43 muertes de miembros de este partido político. Antequera, con 34 años, esposo y padre, representaba la esperanza de una Colombia en paz y justicia; su muerte se sumó a una larga lista de asesinatos que diezmaron a la UP, un partido nacido de los acuerdos de paz de La Uribe en 1984.
Antequera no fue una víctima más, su lucha contra el paramilitarismo y su denuncia de los crímenes contra la UP lo convirtieron en una voz incómoda para los sectores violentos. A pesar de las amenazas y la protección de una escolta hoy investigada por la Fiscalía, su vida fue arrebatada, generando una ola de indignación y protestas.
El legado de Antequera trasciende su trágica muerte, su hijo, José Antequera Guzmán, destaca su aporte a la construcción de una paz con justicia social. en un contexto de nuevos intentos de paz, recuerda como muchos dieron su vida por ese sueño. La memoria de Antequera cobra relevancia, registrando las dificultades para garantizar la participación política tras los acuerdos y la persistencia de la impunidad.
La reapertura de su caso por la Fiscalía y la intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos son testimonios de la lucha por la justicia. Su asesinato, junto con el de miles de miembros de la UP, evidencia la fragilidad de la paz y la necesidad de un Estado que garantice la seguridad y la participación política.
José Antequera, y muchos otros como él, son recordados como pilares en la búsqueda de la paz. Su memoria nos invita a reflexionar sobre el costo de la guerra y la importancia de construir una paz duradera. Como afirma su hijo, su legado perdura, recordándonos que la paz es un anhelo que no ha sido gratuito y que requiere un compromiso constante para que el sueño de un país diferente se haga realidad.