Intervención de María Gaitán en el Día de los Derechos Humanos y la Memoria Histórica

 

Esta fue la intervención de María Gaitán Valencia, directora del CNMH, en la embajada de Colombia en los Estados Unidos por el Día Internacional de los Derechos Humanos el 10 de diciembre de 2025 en Washington, D.C.

Hoy, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, no solo conmemoramos una declaración adoptada hace más de siete décadas. Hoy nos preguntamos, con honestidad, qué tanto esos derechos han sido reales en la vida de las personas, en los territorios y en la historia concreta de Colombia.

Hablar de derechos humanos en nuestro país es hablar de una deuda profunda. Durante décadas, millones de colombianas y colombianos hemos visto vulnerados nuestros derechos más básicos: el derecho a la vida, a la dignidad, a la tierra, a la palabra, a no ser desplazados, a no ser perseguidos por pensar distinto. Por eso, en Colombia, los derechos humanos no son una consigna abstracta: son una exigencia urgente y cotidiana.

Y aquí es donde la memoria histórica se vuelve indispensable.

La memoria no es un ejercicio del pasado. No es una nostalgia ni una revancha. La memoria es una herramienta para la democracia. Nos permite reconocer lo ocurrido, dignificar a las víctimas, asumir responsabilidades y, sobre todo, evitar que la violencia se repita.

Un país que olvida —o que decide no recordar— está condenado a normalizar la injusticia. En cambio, un país que hace memoria se da la posibilidad de transformar el dolor en aprendizaje colectivo y en compromiso ético.

En Colombia, la memoria ha sido construida, en primer lugar, por las víctimas, sobrevivientes y afectadas por un conflicto armado interno de más de 75 años. Han sido ellos, ellas, quienes, incluso en medio del miedo, la estigmatización y el silencio impuesto, han guardado testimonios, nombres, relatos y verdades. La memoria en Colombia no nació en los escritorios; nació en los territorios, en las organizaciones sociales, en los procesos comunitarios, en la resistencia cotidiana.

Por eso, hablar de memoria histórica es también hablar de derechos humanos. Es reconocer que la verdad es un derecho. Que la dignificación es un derecho. Que la no repetición es un derecho colectivo.

Hoy, cuando el país sigue enfrentando enormes desafíos —persistencia de violencias, amenazas a líderes sociales, desigualdades históricas— la memoria nos recuerda que la paz no se decreta: se construye. Y se construye con verdad, con justicia, con participación y con garantías reales para quienes históricamente han sido excluidos.

Este día nos interpela como Estado, como sociedad y como ciudadanía. Nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo para que los derechos humanos no dependan del lugar donde se nace, del color de la piel, del género, de la orientación política o sexual o del territorio que se habita.

La memoria histórica nos enseña que la violencia no fue inevitable. Que tuvo causas. Que tuvo responsables. Y que, por lo tanto, también tiene alternativas.

Conmemorar este día no es un acto simbólico vacío e inútil. Es una responsabilidad. Es reafirmar que la dignidad humana está en el centro de cualquier proyecto democrático. Que sin derechos humanos no hay paz posible. Y que sin memoria no hay futuro.

Que este día sea, entonces, no solo de recuerdo, sino de compromiso. Compromiso con las víctimas. Compromiso con la verdad. Compromiso con una Colombia donde los derechos humanos no sean una promesa, sino una realidad vivida.

Muchas gracias,

María Gaitán Valencia

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