Bogotá, D. C., diciembre de 2025. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) finalizó con éxito la «Caravana por la memoria 2025: Eje Cafetero», un recorrido por los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda para visibilizar las resistencias territoriales y dignificar a quienes han padecido el conflicto armado. Entre el 1 y el 5 de diciembre, 25 líderes de diferentes regiones participaron en un recorrido donde tejieron lazos de fraternidad a partir de un diálogo que permitió conocer de primera mano procesos de memoria que han desafiado el negacionismo y la invisibilización. Este trasegar reveló realidades crudas que confrontan el imaginario de tranquilidad de la zona.
Cifras oficiales de hechos victimizantes documentadas por el CNMH
Según los datos consolidados por el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del CNMH (con corte a septiembre de 2025, excluyendo el desplazamiento forzado), en el Eje Cafetero se han registrado 11 701 casos de hechos victimizantes, distribuidos de la siguiente manera: Caldas, con 6584 casos; Risaralda, con 3645 casos, y Quindío, con 1472 casos. Como hechos más prevalentes, se encuentran el asesinato selectivo y la desaparición forzada, con 7055 y 2645 víctimas directas, respectivamente.
La lucha contra la invisibilización
En Dosquebradas, una lideresa de la Mesa de Participación Efectiva de las Víctimas habló sobre la ardua batalla que han tenido que librar contra la invisibilización institucional, en un municipio erróneamente catalogado como un «remanso de paz». Según su testimonio, fue necesario luchar contra la percepción de que las víctimas eran población transitoria y no residente. «A uno, muchas veces, le toca luchar no solo contra la sociedad, sino también contra la institucionalidad, que quiere buscar la manera de invisibilizarte», sentenció la lideresa.
Ruta de memoria y esperanza
La ruta de la caravana transitó un mapa de resistencia, dolor y esperanza. En la vereda La Selva, de Pereira, los y las participantes visitaron la finca La Comuna, donde víctimas y firmantes de paz consolidaron un proyecto productivo y un proceso de memoria; luego, en Dosquebradas, reconocieron iniciativas de sanación y visibilización lideradas por la Mesa de Participación Efectiva de las Víctimas, así como expresiones de memoria y resistencia en barrios populares como Frailes.
El recorrido continuó hacia Quindío, donde los viajeros visitaron Génova, una comunidad que se fortaleció después de un proceso de reparación colectiva, y Armenia, donde, por medio de un encuentro profundo, se dialogó con Fundamaná: mujeres persistentes en buscar víctimas de desaparición forzada. Posteriormente, la delegación retornó a Risaralda para adentrarse en Marsella, específicamente en la vereda Beltrán, un santuario de memoria que recuerda los cuerpos de las víctimas arrojados al río y en donde se realizó un momento de reflexión y un acto simbólico que buscó aliviar el dolor de sus buscadoras.
El trayecto continuó hacia el departamento de Caldas, donde el Resguardo Cañamomo Lomaprieta recibió a la caravana, y en la comunidad de Sipirra, la Casa de Memoria abrió sus puertas para que los viajeros caminaran por los distintos ejes que conforman su memoria ancestral. Allí, junto a los miembros del Consejo Regional Indígena de Caldas (Cridec), vivieron la experiencia de la medicina tradicional para sanar dolores acumulados y, posteriormente, conocieron las experiencias de memoria que se han desarrollado desde las consejerías de género y mujer.
Finalmente, en Manizales, recorrieron el barrio Solferino, donde las narrativas urbanas y el mural de la memoria denominado «Huellas de vida» expusieron la resistencia de los jóvenes y el esfuerzo por desestigmatizar su comunidad, la cual ha sido también receptora de desplazamiento y afectada por hechos de violencia.
«Esta caravana no fue un recorrido ni una agenda; fue una comunidad en movimiento. Quienes nos subimos al bus, no fuimos visitantes ni acompañantes: nos volvimos parte de un grupo que, durante varios días, cantó, lloró, debatió, sanó y caminó unido», afirmó Alberto Santos, asesor de la Dirección General del CNMH.
Así, con la consigna «El territorio habla, el centro escucha», la caravana se consolidó como una comunidad en movimiento que reafirmó la importancia de reconocer la diversidad para caminar juntos: cinco días de escucha, encuentro y cuidado colectivo que recuerdan que las memorias habitan y transitan los caminos de nuestro maltratado país.