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Autor

Daniel Sarmiento

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Daniel Sarmiento

Publicado

21 May 2019

El pueblo negro entre poema y canción

Hoy, Día Nacional de la Afrocolombianidad, resaltamos las distintas narrativas orales y sonoras que intentan contar las historias de desigualdad y resiliencia nacientes de un panorama en el que el 10% de la población víctima del conflicto en Colombia se reconoce como negra, afro, raizal y palenquera. Los departamentos más afectados han sido Nariño, Chocó, Valle del Cauca, Antioquia y Cauca, en ese orden.


"/Hablé con mi padre llorando decía/
/Que él en el campo, aunque pescado boliao comía/
/y ahora en la ciudad pasa penitencia/ La gente lo mira como una triste telera/
/Y si va por la calle le dicen: "allá va el desplazado"/
/ Y él no es culpable de todo lo que ha pasado/
/Su amor y su vida al campo se lo ha dedicado/

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La anterior es la primera estrofa de un currulao llamado "De mi tierra no me quiero ir", que hace parte del compilado musical “Tocó Cantar”. Su percusión está llena de alegría, pero la letra parece no entender ese agite. En la canción, suenan un clarinete y un saxofón que se fusionan melódicamente con un piano sin mucho protagonismo. Entre los tres hacen una invitación a procesar este mensaje a través del baile. Tiene dos voces: la primera es de Yonier Palacios y la segunda es de Maribel Blandón. Un par de jóvenes chocoanos, nacidos en el corazón de Quibdó, que escribieron esta canción para intentar poner en palabras las emociones y frustraciones del día que tuvieron que salir huyendo de sus casas.

El pueblo afro en Colombia ha sufrido de asesinatos, masacres, desapariciones, secuestros, torturas, hostigamientos, entre otros. Pero el desplazamiento forzado ha sido el mayor de los hechos victimizantes a los que se le los ha sometido. La Corte Constitucional señaló en el Auto 005 que las razones de este fenómeno se relacionan con una exclusión estructural que viene de tiempo atrás y que lo pone en una situación de marginación y vulnerabilidad.

Adicionalmente, la Corte menciona la existencia de procesos mineros y agrícolas en muchos de sus departamentos, que imponen fuertes tensiones y favorecen el despojo. Por otro lado, la carente protección jurídica e institucional de los territorios colectivos que les pertenecen ha estimulado la presencia de actores armados que amenazan a la población para que abandonen estos espacios.

Poesía contra el olvido

Saliendo de Quibdó y descendiendo por la Costa Pacífica encontramos a Tumaco, en el departamento de Nariño. De este lugar es Yolima Palacios, una poetisa empírica que armada de voz y fuerza le declama su historia a todo el que quiera oírla:

"Yo le pido a mi Dios que perdone mis pecados,
pero que también perdone a los que sangre han derramado
que un día 4 de septiembre, un gran daño me han causado
arrancando de mi vida uno de mis hijos amados.
Ese ser tan especial
que había nacido de mi vida,
y en el año 2012 yo sentí que me moría
me habían cortado las manos
era lo que yo sentía
porque de mis 5 hijos era uno de mis alegrías..."

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Ese hijo que el conflicto le arrebató era su adoración. Cuenta que era cariñoso, atento, le ayudaba con las tareas de la casa, le compraba el mercado y en general estaba pendiente de lo que ella necesitara. Yolima, junto a otras víctimas que decidieron volver sus dolores poesía, hizo un compilado de narrativas sonoras llamado "¡Y yo levanto mi voz!: Memorias de resistencia y paz en Tumaco.

Nariño, por su ubicación geográfica, ha resultado de interés particular para los actores armados. Como corredor estratégico es necesario para el desarrollo de actividades comerciales, pero también atrae la activación de negocios ilegales como el contrabando, el tráfico de armas y estupefacientes.

Para mantener vivas sus tradiciones, sus saberes ancestrales y las lecciones aprendidas en medio de la confrontación armada, los nariñenses y en general los pueblos afro han hecho uso de la poesía. Los versos sostienen sus relatos en el tiempo.

Alabaos para un duelo

La guerra nos ha dado poco tiempo para las despedidas y para las mujeres negras dar el último adiós tiene toda importancia. A través de los alabaos, encontraron un camino para conectarse con sus muertos y dejarlos seguir el viaje. Los alabaos se hacen en grupo, generalmente entre tres o más mujeres. Una de ellas lidera ese canto a capela que tiene llanto y resignación al mismo tiempo:

/Adiós primo hermano, primo hermano adiós/
//Me voy y lo dejo solito con Dios//

Luego vienen las demás, que responden con el mismo verso y en coro:
/Adiós primo hermano, primo hermano adiós/
//Me voy y lo dejo solito con Dios//

Escúchelo completo aquí.

Este canto en particular es de la iniciativa de memoria “Alabaos de madres por la vida”, que surgió en el 2007 para visibilizar las distintas victimizaciones en el marco del conflicto armado en Buenaventura. El CNMH, en su informe “Buenaventura: un puerto sin comunidad”, reveló cifras escandalosas sobre la realidad de este puerto a manos de los diferentes actores armados que operaban en la región:

  • 26 Masacres entre 1995 y 2013.
  • 153.000 personas desplazadas desde 1990. La urbe con el mayor índice de desplazamiento interurbano.
  • 4.799 Homicidios entre 1990 Y 2012.
  • 475 personas dadas por desaparecidas.

Los grupos afrodescendientes de Chocó, Valle del Cauca, Cauca, Nariño, Quindío, Sucre, La Guajira, Córdoba y Bolívar se han convertido en el foco de todo tipo de violaciones a los derechos humanos, pero sus pobladores y pobladoras se han aferrado a la oralidad para reinventarse, fortalecer su tejido social y visibilizar sus formas de resiliencia, orientadas a la protección de los derechos colectivos y a la permanencia en los territorios rurales y urbanos.


Publicado en Noticias CNMH

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