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Autor

Luz Mary Hincapié

Fotografía

Luz Mary Hincapié

Publicado

15 Mar 2017

Hombres, líderes de la memoria en Carepa

De cómo un grupo de trabajadores de una finca del Urabá antioqueño se convirtió en abanderados de la memoria histórica del pueblo.


A las oficinas del Centro Nacional de Memoria Histórica en Bogotá a veces llegan cartas físicas, correos electrónicos o visitas de personas que quieren hacer memoria histórica sobre un hecho lejano pero que aún duele. Algunos de esos correos, pocos, provienen de las oficinas institucionales (una gobernación, un ministerio, una alcaldía) que acuden al CNMH pidiendo asesoría para crear procesos de memoria histórica en sus zonas o pueblos de interés. Ese fue el caso de Carepa, Antioquia, hace dos años.

Eisson Lizcano, el secretario de gobierno de la pasada Alcaldía escribió diciendo que, por primera vez en la historia del municipio, querían hacer memoria de dos masacres en fincas bananeras (Osaka y Los Kuna) y de dos desplazamientos masivos. Pero para que la petición de Eisson se convirtiera en un proceso activo y eficaz se necesitaba no solo de la respuesta del CNMH sino de la disposición de las víctimas involucradas (familiares y sobrevivientes), y de otras instituciones en la zona que garantizaran la supervivencia del proceso a pesar de factores políticos como, por ejemplo, el cambio de administración. Y del visto bueno, por supuesto, de los dueños actuales de las fincas. Todo, para fortuna de la memoria de Carepa, confluyó para que casi dos años después, este caso sea modelo para otras regiones del país.

Además, contrario a la regla general de procesos de memoria histórica en que las mujeres son las empoderadas del tema y lideran las reuniones —los talleres pedagógicos, a simbología de los recuerdos y las conmemoraciones— en Carepa han sido los hombres los líderes naturales de la memoria histórica.

“Los primeros días fueron dolorosos; no lo voy negar –dice Humberto Moreno, uno de los nueve trabajadores que sobrevivieron a la masacre en la finca Osaka donde aún hoy laboran-. Pero a partir de este proceso me he ratificado en lo que soy, en lo que son mis compañeros… me ha vuelto la esperanza y las ganas de vivir”. Humberto perdió a su señora, Lidia Padilla, y diez compañeros más en la masacre de febrero de 1996. Guerrilleros del Frente V de las Farc, comandados por alias “Karina”, bajaron de un bus a once trabajadores de la finca y prendieron fuego contra ellos por ser supuestos simpatizantes del movimiento Esperanza, Paz y Libertad (surgido de la desmovilización de la guerrilla del EPL).

Humberto ha liderado gran parte del proceso. Veinte años después de los hechos ha colaborado en la búsqueda no solo de los sobrevivientes de la otra masacre de Carepa (finca Los Kunas) sino de los familiares de los muertos. “Nos hemos desahogado. Esto es volver a vivir”, dice y destaca los talleres de memoria que sirvieron como catarsis, la cartilla con sus historias y sus fotos, los pendones y el documental  que se hicieron como parte de todo el proyecto.

Nunca habían hablado de lo que pasó y Eisson –el exsecretario de gobierno- ya lo había advertido en el primer correo electrónico.  En menos de dos años resurgieron líderes antes opacados, tal vez, por la rutina del trabajo (jornadas entre 4 a.m y 7 p.m): “Siempre teníamos miedo de hablar porque pensábamos que íbamos a ser señalados, pero vencimos ese miedo, todo confluyó y pudimos sacar ese dolor de adentro”, dice Humberto.

El pasado 14 de febrero conmemoraron 21 años de la masacre de Osaka, el CNMH donó una placa y en los próximos meses se construirá una escultura en la finca para seguir recordando a las víctimas. Fue un acto sobrio pero emotivo para los sobrevivientes y sus familiares. Pensar en el horror ocurrido en Urabá es una constate salvo que esta vez, en Carepa, esos recuerdos se convirtieron en el mejor pretexto para que trabajadores bananeros lideraran procesos a favor de la memoria.


Publicado en Noticias CNMH

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