Los cuerpos que por 15 años no tuvieron nombre
13 de los 14 cuerpos hallados en Albania en 2001 son entregados finalmente a sus familias después de 15 años de espera.
Masacres como las de El Peñol, Yolombó, El Cauca, Popayán, El Chengue, Jamundí, El Naya, San Carlos, Tierralta, Calima y Remedios son solo algunas, en una larga lista, de hechos violentos que marcaron a los colombianos en lo corrido de 2001; sin duda, uno de los más violentos que se han vivido en el país.
En Caquetá la situación no fue diferente. En la vereda de Playa Rica (municipio de Valparaíso) los campesinos denunciaron el asesinato de cerca de 19 personas a manos de desconocidos el 20 de febrero de 2001. No era un secreto que el frente Sur Andaquíes de las AUC estaba incursionando en la zona, y se volvió costumbre para los habitantes presenciar enfrentamientos con la guerrilla. Era común ver hombres armados custodiando las carreteras y haciendo retenes. Muchas personas fueron asesinadas y otras desaparecidas.
En el mes de octubre de ese mismo año, un fiscal de Neiva solicitó apoyo a la Fiscalía General en Bogotá, pues afirmaba que el Ejército había reportado unas fosas en zona rural del municipio de Albania (Caquetá). Helka Quevedo, quien para entonces trabajaba como antropóloga forense del CTI de la Fiscalía, se desplazó desde Bogotá con un pequeño equipo al lugar (una odontóloga forense, un fotógrafo y topógrafo, y dos técnicos de Florencia). El Ejército los acompañó en toda la diligencia judicial.
Los peritos judiciales llegaron a una finca en un pequeño bosque húmedo. “El Ejército ya había abierto una fosa y encontramos un palo. Lo primero que yo veo es una cabeza. La saco y está con una venda, tiene vendados los ojos, y empiezo a sacar parte por parte”, cuenta Helka y añade que este fue el primer caso en el que tuvo contacto con cuerpos desmembrados.
Fueron encontrando cuerpo tras cuerpo hasta llegar al número 14 en las seis horas que le había dado de plazo el Ejército al equipo forense. “El capitán nos dijo — ustedes, lo que alcancen a hacer en seis horas— porque el helicóptero no podía llegar allá después de cierta hora. Pero allá quedaron más cuerpos”, asegura Helka.
Como no tenían suficiente tiempo, en campo no se realizó ningún procedimiento médicolegal y los cuerpos viajaron el mismo día por tierra y aire a Florencia, capital de Caquetá. “Si hubiéramos tenido más tiempo para hacer esa recuperación de los cuerpos, seguramente habríamos conseguido más evidencia física. En cada fosa se necesitaba un trabajo de por lo menos dos horas, no solo para la recuperación y documentación metódica de cada cuerpo, sino para la revisión de cada porción de esa tierra húmeda y gredosa que seguramente contenía elementos como botones, dientes, prendas y otros materiales e información que pudieran dar pistas sobre las personas allí enterradas, la forma en que ocurrieron los hechos o de sus perpetradores” cuenta Helka.
Estas 14 personas halladas se suman a las 19 reportadas en la vereda de Valparaíso a principios de 2001 en la misma zona.
Ya en Florencia, en la morgue del cementerio municipal, un médico forense de Medicina Legal, y el equipo de la Fiscalía conformado por una antropóloga, una odontóloga y algunos técnicos criminalísticos, realizaron las necropsias de cada uno de los cuerpos hallados.
Las 14 personas que en ese momento tenían en frente habían desaparecido uno o dos meses antes de ser halladas, pues sus cuerpos permanecían no estaban en estado de descomposición. “En la mayoría de ellos era posible ver la piel, los tatuajes, las expresiones de dolor, las prendas de vestir y las huellas”, dice Helka. Gracias a ello fue posible recuperar las huellas (los pulpejos) de todos los cadáveres.
Al terminar las complejas y minuciosas autopsias, el equipo forense enterró los cuerpos en el cementerio de Florencia. Le pidieron al sepulturero que les asignara un espacio para poder darles sepultura. “Él nos dice —aquí y aquí, y no hay más espacio— pero ‘aquí y aquí’ es en cualquier lugar del cementerio de Florencia.” El sepulturero les dio dos espacios por lo que debieron inhumar nueve cuerpos en una fosa y los cinco restantes en otra. Cada uno de ellos fue enterrado en doble bolsa, marcadas con el número de protocolo de necropsia.
“Los cuerpos quedaron allí y yo me vine para Bogotá en el avión con una caja de icopor con los pulpejos, o sea, con las huellas, para entregarlas en la Fiscalía. La información obtenida en la diligencia judicial quedó a disposición de la autoridad competente, es decir, del fiscal del caso”, explica Helka.
Y así se quedó la investigación. Las autoridades competentes tardaron 15 años en darles una respuesta a las familias, en devolverles estos cuerpos a sus seres queridos.
Helka Quevedo, ahora como investigadora del Centro Nacional de Memoria Histórica, siempre tuvo presente este caso y durante la investigación “Memoria histórica y antropología forense”, aprovechó una de las visitas al búnker de la Fiscalía para buscar a la técnica del CTI que había entregado, 13 años atrás, las huellas dactilares de los 14 cuerpos hallados en Albania.
— ¿Tú sabes qué pasó con los pulpejos que te entregué en el 2001? ¿Te acuerdas? – le preguntó Helka.
— Sí Helka, pero eso salió todo negativo – respondió ella.
— Sí, pero es que en ese momento no estaba el AFIS – replicó Helka – se podría hacer una nueva búsqueda, ¿no?
El AFIS, Sistema Automatizado de Identificación Dactilar Colombiano, es una base de datos que sirve para verificar la identidad de una persona a través de las características de sus huellas dactilares.
Con esta nueva información, la técnica del CTI se comprometió a revisar nuevamente el caso. No pasaron más de ocho días y Helka recibió la llamada que tanto había esperado: la identificación de uno de los cuerpos salió positiva; su nombre era Jose Miller Rivera Gómez.
Muy emocionada y finalmente con un nombre revelado, Helka empezó hacer todo lo que estaba en sus manos para lograr la reactivación del caso y conseguir la identificación de los otros 13 cuerpos restantes. Esto porque la Fiscalía, y con razón, argumentaba que no era prioridad buscar cuerpos si no se tenía una probable identidad, pero la certeza de que Jose Miller Rivera Gómez estaba entre los 14 cuerpos era suficiente motivo para buscarlos.
Helka insistió e informó, tanto a la Fiscalía 27 de Justicia Transicional, como al Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá, que ya se tenía no solo un nombre seguro, sino la probabilidad de que los otros 13 estuvieran en un listado de 17 nombres que ella poseía y había construido durante varias visitas a la cárcel con el postulado Carlos Fernando Mateus Morales, alias “Paquita”, excomandante paramilitar del frente Sur Andaquíes.
Con toda la información recolectada, Helka realizó varios informes y los envió a las autoridades competentes. No tuvo que esperar mucho para obtener una respuesta: el Despacho 27 de Justicia Transicional de la Fiscalía General de la Nación ordenó al grupo de exhumaciones de la zona buscar los 14 cuerpos en el cementerio de Florencia. Sí, buscar, pues los cuerpos estaban perdidos en el cementerio de Florencia desde ese recordado 10 de octubre de 2001.
La Fiscalía de Neiva, con ayuda de videos y registros que había de la época, inició la búsqueda en el cementerio de Florencia de los 14 cuerpos hallados en Albania. Después de un intenso trabajo, en el mes de marzo el equipo del CTI, con apoyo del mismo médico forense que había realizado las necropsias en 2001, encontró las dos fosas donde reposaban los cuerpos.
En el transcurso de ese año la Fiscalía llevó a cabo la tarea de cotejo con los 18 nombres aportados por el CNMH para tratar de dar con la identificación de los cuerpos. “De esos 18 nombres atinamos en ocho. Los demás se consiguieron gracias a la investigación de la Fiscalía y a los resultados del Convenio 01 de 2010, es decir, por cotejo dactilar. Las identificaciones de los 14 cuerpos fueron confirmadas por cotejo genético hecho por Medicina Legal”, cuenta Helka emocionada, pero concluye con un dejo de desánimo porque “aún queda un cuerpo por identificar, el 14.”
Las 13 personas que por 15 años no tuvieron nombres, recientemente volvieron a ser nombradas. Ellas son: Jose Miller Rivera Gómez, Libardo Rivera Vargas, Edilma Pérez Pineda, Rubiel Díaz Pérez, Clemente Ramírez Pérez, Uriel Ramírez Pérez, Rodolfo Troches Alvarado, Alfredo Cometa Cadena, Jorge Enrique Ortiz Álvarez, Jairo Pastrana, Gerardo Guaspa Basanti, Abelardo Anturi Cuellar y Tito Martínez.
El CNMH no solo estuvo presente en el diálogo que tuvieron las 13 familias con la antropóloga que en 2001 participó en la recuperación, análisis y documentación de los cuerpos de sus seres queridos, sino que apoyó toda la logística para la entrega de los cuerpos en Pitalito (Huila) el 6 de septiembre. También acompañó a las familias en Florencia (Caquetá) el 9 de septiembre.
“Pese a que los resultados genéticos y científicos dieron positiva la de identificación de los cuerpos, sus familiares seguían incrédulos hasta que vieron las prendas. La familia de José Miller, por ejemplo, se desplomó cuando vio la camisa y los zapatos que usó el día que desapareció”, asegura Helka.
Fueron 13 funerales, pero no 13 familias las que asistieron porque 3 de ellas enterraron a más de un muerto.
“Hoy es 17 de septiembre de 2016. Ha pasado una semana desde que sus familias lograron finalmente sepultarlos, desde que murió cualquier esperanza de encontrarlos vivos, una semana en que ya tienen la certeza de que esta Navidad ya no los esperarán; una semana que llevo sus rostros en mi memoria, ahora mezclados con los recuerdos de sus cuerpos destrozados y ultrajados. He visto sus rostros en las fotos de los portarretratos que acompañaban sus pequeños féretros. Vi, sentí y olí de nuevo sus cuerpos.” Extracto del texto: Trece funerales escrito por Helka Quevedo.
Finalmente, después de 15 años de incertidumbre, 13 de los 14 cuerpos encontrados retornaron a sus familias. Sus seres queridos pudieron por fin despedirlos, llorarlos y hacerles un entierro digno.
En los próximos meses el CNMH invitará a Bogotá a los familiares de estas 13 personas fallecidas a sembrar un árbol en su nombre y memoria, a sembrar una vida que los recuerde y los conmemore. La idea es realizar esta siembra en el Bosque de la Paz de la Reserva Thomas Van Der Hammen, en donde ya se encuentran sembrados 36 cedros en conmemoración de las 36 víctimas fatales de Puerto Torres, Caquetá, en 2002.
“Y no vamos a parar. Ahora ese 14 es mi nuevo 36.”, concluye Helka.
Aún falta uno de ustedes, aún sus huesos siguen en esos fríos laboratorios institucionales esperando que un cotejo positivo de ADN lo saque de allí y regrese a su familia. ¿Quién será?, me pregunto, pues hay muchas personas desaparecidas cuyos cuerpos no aparecen, pero sí se sabe que murieron de manera violenta y que los responsables de sus muertes abandonaron y ocultaron clandestinamente sus cuerpos en la misma zona donde los encontramos a ustedes.
(Extracto del texto: Trece funerales escrito por Helka Quevedo)
Publicado en Noticias CNMH