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Publicado

25 Abr 2017

Ahora somos un pueblo querendón

Tal como ocurre con buena parte de los pueblo del Caribe colombiano, la historia de Villanueva (sur de Guajira) está marcada por el desangre, la desaparición forzada y el deseo de sus líderes por reconstruir la memoria histórica y seguir adelante.

Pero dentro de toda la galería de hechos luctuosos de este pueblo de 28 mil habitantes, hay dos masacres que marcaron un hito no solo por la sevicia sino porque sus familiares se han encargado de defender la dignidad y la memoria de sus seres queridos sin descanso. Dichas masacres son conocidas como la de “las velas” y la de “los taxistas”. La primera (8 de diciembre de 2002) dejó doce muertos en los barrios Cafetal y San Luis, además de hostigamientos al comando de Policía; y la segunda, perpetrada el 2 de febrero de 2003, asesinaron a 6 personas pertenecientes al sector de los taxistas en la ruta entre Villanueva y Valledupar.

“En nuestras listas oficiales tenemos el nombre de 10 muertos solo del sector transporte”, dice Paola Montero, sobrina de una de las víctimas. El 2 de febrero de 2007, el día de la conmemoración de una de las masacres, ella junto a 5 familias decidieron crear la fundación “Unidos por un Sueño”, con el fin de, inicialmente, dar información sobre la Ley Víctimas y los derechos a los que esa población podía acceder.

“Yo tuve ayuda sicológica pero en otro lado porque me tocó desplazarme. Me iban a matar por ir a buscar el cuerpo de mi tío”, dice Paola, “pero cuando regresé a Villanueva, cinco años después, me encontré con que todos los familiares de los muertos aún tenían ese dolor sin procesar”. Por eso una de las primeras tareas fue la de conseguir recursos o amigos con conocimiento en sicología que les ayudaran a hablar del tema sin derrumbarse por la tristeza. Poco a poco, víctimas de desaparición forzada, homicidios selectivos y violencia sexual se fueron uniendo a la Fundación a tal punto que hoy están vinculadas casi 400 personas. 

El nombre “Unidos por un Sueño” está relacionado al deseo que no alcanzaron a concretar los taxistas asesinados. Durante meses planearon la constitución de una cooperativa que los agrupara y formalizara su trabajo en la región. Querían renovar su flota de taxis y actualizar los registros y permisos con el tránsito departamental. Pero los hombres del jefe paramilitar, Rodrigo Tovar Pupo, alias “Jorge 40”, no lo permitieron; ¿la razón? Según los familiares de las víctimas, los taxistas fueron tachados de auxiliadores de la guerrilla.

Es por eso que el trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), además del acompañamiento a los familiares y del apoyo en las fechas de conmemoriación de las masacres, también trata de dignificación de las víctimas, defender el derecho a su buen nombre y reconstruir los hechos.

Hoy se habla del tema con más tranquilidad, las personas pueden caminar libremente despues de las 6 de la tarde y la memoria histórica es protagonista en el nuevo capítulo de Villanueva. Las familias víctimas de los dos masacres decidieron nombrar a uno de los parques, “Ramiro Montes Campo” (en honor a uno de los líderes asesinados), crearon una galería con las fotografías de sus seres queridos y pintaron de blanco varias rocas gigantes antes ignoradas en los alrededores del parque para escribir sobre ellas el nombre de sus muertos. Primero, el nombre de los que cayeron el 8 de diciembre de 2002 y los taxistas del 2 de febrero de 2003. Con los días, adenás, se han ido acercando personas que también perdieron familiares en otros hechos ocurrido en el municipio. El pasado 3 de febrero, sumaron tres nombres más a las rocas.

Paola lo recuerda todo pero no le gusta mencionar los detalles. Reconoce que a veces llora pero evita quedarse en el dolor o en las imágenes de aquellos días en los que le tocó huir por “medio Colombia” para que no la mataran. “Ahora estamos en otro momento de la historia. Queremos a un pueblo querendón y fiestero que le rinda tributo a mi tío y todos las personas que perdimos en la guerra”, dice.


Publicado en Noticias CNMH

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