Diana Yucuma: “Biblioteca y memoria casi son sinónimos”

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Publicado

15 mayo 2020

Maestros y maestras: historias del territorio que inspiran

En el Día del Maestro queremos reconocer las diversas formas de hacer pedagogía de la memoria histórica. En esta entrevista, Diana Yucumá, quien ha sido profesora en la Universidad Javeriana y hoy está al frente de la Red de Bibliotecas de Colsubsidio, nos habló sobre el papel de las bibliotecas como lugares de construcción de memorias colectivas.

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¿Por qué es importante la pedagogía para fortalecer la memoria histórica?

“Nos permite aplicar metodologías para lograr que las personas puedan conversar sobre sí mismas, generando espacios de confianza en donde se sientan reconocidas y valoradas, y así conocer su historia personal, sus alegrías, tristezas, miedos, recuerdos.

También nos ayuda a sistematizar la información, extraer los asuntos relevantes, organizarlos, registrarlos y dar paso a la construcción de las memorias colectivas. También nos permite, proponer procesos de socialización de esta memoria histórica, como la creación de productos culturales: libros, videos, podcasts, exposiciones, entre otros, que quedan como legado para las actuales y futuras generaciones”.

¿Qué estrategias de apropiación de la memoria histórica ha usado en su labor?

“Cada ejercicio parte de generar espacios de diálogo con la comunidad. Consultamos documentos para conocer problemáticas e intereses, y ahí afloran temas como el desplazamiento, las migraciones, las violencias de género, los conflictos entre vecinos, una infinidad de situaciones. Hacemos mesas de trabajo, entrevistas, visitas, identificación de personas, registro audiovisual, entre otros, para tener suficiente información que nos permita pasar a procesos de construcción de y sistematización de memoria.

Allí iniciamos con la sistematización y análisis de esa información: qué queremos decir, cómo lo vamos a presentar, cómo queremos que quede este legado. Y, finalmente, pasamos a un proceso de producción, que en algunos casos ha terminado generando libros, exposiciones, mapas, conversatorios, en fin, son variadas y diversas las formas para hacer esta producción”.

¿Por qué debemos promover que las bibliotecas sean espacios para la memoria histórica?

“Biblioteca y memoria casi se pueden considerar sinónimos. Las bibliotecas, desde que se crearon, conservan la memoria y el conocimiento. Nuestras bibliotecas están llenas de valiosísimos y fundamentales documentos de ciencia, matemáticas, historia, geografía, literatura de carácter universal que, por supuesto, deben estar, pero también han hecho un esfuerzo muy necesario por registrar la memoria local, que hace parte de esas pequeñas comunidades y que va a perderse si no se registra.

La biblioteca tiene una gran ventaja y es que acoge a todos sin excepción: escolarizados, no escolarizados, adultos y niños, personas que quieren ir a la biblioteca, personas a las que no les interesa ir a la biblioteca, y en esa medida puede tener tantas voces como públicos o personas que viven en una comunidad y construir y registrar historias y memorias diversas”.

¿Cómo incluir a todas esas personas desde sus tradiciones, necesidades y capacidades?

“Los procesos de construcción de memoria no son válidos si no participan las comunidades. Las bibliotecas proponen herramientas, pero quienes hacen el proceso son ellos. Por supuesto, no siempre las personas están dispuestas a participar, entonces nosotros buscamos que entiendan la relevancia de registrar y participar en este tipo de asuntos. Así identifican de qué quieren hablar, qué memoria es la que quieren construir, qué saberes quieren poner sobre la mesa.

Nada de esto se puede imponer desde la biblioteca. Para motivar la participación tiene que haber una posición muy humilde de parte del equipo que hace la mediación, muy respetuosa de esos saberes locales, que realmente tenga la posibilidad de establecer cuáles son esos hitos, esos asuntos clave que pueden abrir un camino hacia la memoria colectiva”.

¿Qué ha aprendido usted de sus estudiantes?

“Quien más ha aprendido en estas posibilidades de compartir el aula soy yo. Para establecer conversación con mis estudiantes necesito estar actualizada, conocer sus inquietudes, sus intereses, de tal forma que la clase no responda simplemente a un currículo, sino que esa información que yo traigo, desde la perspectiva de esas inquietudes y expectativas, empiece a cobrar sentido. No hay una posición de ‘yo enseño y tú aprendes’, sino que hay una posición de construcción de conocimiento colectivo.

Lo otro que aprendo es que ellos, al igual que todos nosotros, tienen unas luchas diarias. Muchas de las estudiantes son madres cabeza de hogar o ya tienen sus familias y además trabajan; entonces, enseñar también me permite reconocer estas situaciones propias del día a día y cómo cada uno se esfuerza por hacer de su vida algo más gratificante. Aprendo de ellos la disciplina, las ganas de seguir siempre adelante, de buscar un mejor futuro, de aportar a una sociedad”.

¿Alguna enseñanza o anécdota que nos quiera compartir?

“La que más contenta me pone es cuando me contactan estudiantes, luego de mucho tiempo de haberles dictado clase, y me hacen consultas, a través de un mensaje de WhatsApp, una llamada, un correo electrónico, y me piden que les ayude con una asesoría o que sea su evaluadora en algún proceso. Eso implica que algo pasó en esa relación de seres humanos. Se generó confianza y un reconocimiento con esa persona”

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