Mide 300 metros cuadrados, hace protagonista a la mujer y cuestiona las 6402 ejecuciones extrajudiciales contadas oficialmente, entre otros llamados; así es la obra que crearon seis estudiantes y egresados de esta institución. Para la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica es conmovedora y representa «una acción adicional a todas esas resistencias que venimos librando desde hace ya cuatro generaciones».
Hay un nuevo mural en la calle 72 con carrera 13, en la localidad de Chapinero, en Bogotá. Es uno más entre otros tantos murales que rodean ese sector de la capital. Hay murales que recuerdan a estudiantes desaparecidos, como Eduardo Loffner, que piden educación gratuita o que solo gritan un verbo: amar. Hay murales en casi todas esas calles, pero el nuevo de la esquina de la calle 72 con 13 tiene un poder contra el olvido que quisieran otros.
En casi 300 metros cuadrados, una pregunta interroga a todas las personas que pasan por esa pared de la Universidad Pedagógica Nacional: «¿Cambiamos el final de nuestra historia?». Ese cuestionamiento es también el nombre del nuevo mural, que surge —como su pregunta— en un momento único para el país, en el que existe un esfuerzo enorme por esclarecer la verdad y hacerle preguntas al pasado para no repetir esos errores en el presente. Entonces, ¿cambiamos el final de nuestra historia?
Tan poderosa como la invitación es la colectiva detrás de pensar y pintar los 11 metros de alto y 22 de ancho que ahora ocupan esa esquina. Los Lentes Morados del feminismo le impregnan una narrativa de acento femenino al embate del conflicto armado y hace de la mujer su centro. Es una joven feminista —con pañuelo morado, como guiño— la que se hace la pregunta y es la mujer la que reclama no ser botín de guerra.
«Queremos mandarle un mensaje a la sociedad, decirles que los espacios reservados históricamente por los hombres ahora son ocupados por mujeres», dice con ahínco Tatiana Espitia, una de las artistas detrás de esta obra. Junto a ella está Leidy Bastos, Wendy Gil, Natalia Poveda, Angie Padilla y Anderson Cano, el único hombre del grupo, quien agrega: «este mural solo se puede hacer en un ejercicio colectivo. Es la fuerza de nosotros y nosotras».
Esta muestra artística refleja la fuerza de lo que la comunidad universitaria está dispuesta a hacer por la paz, los acuerdos de paz o las recomendaciones de la Comisión de la Verdad. Consolida una visión crítica del mundo porque es una forma de conocer. Es la expresión del compromiso creativo que se complementa con el pedagógico y habla en el espacio público porque es el hábitat natural de su mensaje. «No se les olvide, compañeros y compañeras, que las calles son nuestras. No permitamos que un gobierno nos desmovilice», recordó Espitia en el acto de develación, la mañana del viernes 3 de marzo, cuando se reunió a la comunidad de la Pedagógica, a funcionarios públicos que representan las entidades que trabajan por la memoria y la paz, a líderes y lideresas, y a uno que otro transeúnte que no pudo ser indiferente al mural.
El mensaje de la universidad pública
«Este símbolo, este mural, este mensaje que los estudiantes y egresados nos están entregando quiere ser la nueva cara de la universidad pública del país. Nosotros trabajamos por la paz». Con estas palabras, el rector de la Universidad Pedagógica, Alejandro Álvarez, dio apertura a la jornada de develación de la obra, a lo que agregó: «con esto estamos diciéndole a la sociedad, al Estado, que nos abrace, nos rodee, nos reconozca de otra manera. Queremos quitarnos el estigma de la violencia en la universidad pública».
Este llamado se hace necesario para jóvenes como Santiago Márquez, estudiante de Biología en esa institución y quien estuvo detenido en una cárcel durante 13 meses, luego de haber sido capturado en las protestas del estallido social de 2021. Santiago, hoy gestor de paz, compartió en el conversatorio, posterior a la develación del mural, con María Gaitán, directora del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH); José Antequera, director del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, y Patricia Linares, expresidenta de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Desde el escenario leyó un texto profundamente emotivo, cargado de preguntas, como las del mural, que invitan a pensar la paz desde el acto más ínfimo. «Se pueden hacer cosas tan potentes como cambiar el final de nuestra historia. Nos necesitamos para aprender lo que es amar». Santiago dice que amar también es cuando se cae uno de los almuerzos en una jornada de la pintada, y que Natalia cede el suyo a quien le falte: «¿Es la paz posible sin esos gestos?», agrega.
Una universidad acompañada
El rector Álvarez, antes de finalizar el acto, recordó la importancia de la institucionalidad de la memoria y la paz para la universidad. «Queremos estar cerca de las entidades y que las entidades estén cercanas a nosotros». Se refería al Centro Nacional de Memoria Histórica, al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, y a la Jurisdicción Especial para la Paz. Todas arroparon el mural y su significado.
«Me siento muy emocionada y, sobre todo, honrada de estar aquí compartiendo este momento no solamente conmovedor, sino importante, como una acción adicional a todas esas resistencias que venimos librando desde hace ya cuatro generaciones», sostuvo María Gaitán, quien agregó que el CNMH trabaja para todos y todas, y ha propuesto borrar la barrera cronológica que se ha impuesto desde algunos marcos legales y normativos para «llegar hasta donde sea necesario», porque «somos la memoria del olvido y todas las memorias todas».