«Caravana por la Memoria 2025 – Memorias del Sur»: un camino de dignidad y esperanza, tejiendo la memoria histórica en Huila y Caquetá
Del 22 al 26 de septiembre de 2025, la «Caravana por la Memoria – Memorias del Sur» recorrió 12 municipios de los departamentos de Huila y Caquetá. Esta iniciativa del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) busca reconocer y visibilizar los procesos de memoria que nacen en los territorios y acompañar a las comunidades en su trabajo por la verdad, la dignidad y la no repetición.
La Caravana por la Memoria llegó al sur del país bajo la premisa «El territorio habla, el centro escucha», un principio que orienta la escucha activa de víctimas, organizaciones sociales y Mesas de Participación Efectiva de Víctimas, quienes, a través de actos simbólicos, relatos, obras artísticas y experiencias comunitarias, han transformado el dolor del conflicto en resiliencia y en acciones colectivas de construcción de paz.
No solo es un espacio de encuentro; es también un ejercicio pedagógico y de apropiación social de la memoria que fortalece las redes de víctimas y sus organizaciones. Cada parada se convierte en un escenario para narrar las heridas del conflicto, dignificar a las comunidades y proyectar iniciativas que fortalezcan la memoria viva en todo el país.
En esta oportunidad, el Huila —caracterizado por su folclor y tradición cultural— y el Caquetá —por su biodiversidad y resiliencia— fueron anfitriones de la Caravana. Dos territorios profundamente marcados por el conflicto armado: el Huila, con más de 212 000 personas reconocidas como víctimas (17 % de su población), y el Caquetá, donde cerca del 47 % de sus habitantes han sido afectados por la guerra. Desde estas realidades, abrieron sus puertas para compartir su riqueza natural y cultural, pero, sobre todo, para mostrar cómo emergen historias de resistencia, dignidad y esperanza que se entrelazan con los anhelos de paz de todo un país.
Integrantes de la Caravana por la Memoria reunidos en el Museo de Memoria y Paz de Algeciras, Huila. Foto: Fabián Prieto.
La Caravana por la Memoria inició su recorrido el lunes 22 de septiembre en Neiva, Huila, punto de encuentro de lideresas y líderes, provenientes de Bolívar, Valle del Cauca, Norte de Santander, Chocó, Caquetá, Putumayo, Sucre, Quindío, Antioquia, Buenaventura, Huila y de distintos departamentos del país, que viajan compartiendo sus procesos de memoria.
Desde allí partió hacia Algeciras, la llamada Despensa Agrícola del Huila, un municipio profundamente marcado por el conflicto armado: más de 1500 personas aparecen registradas en el Registro Único de Víctimas (RUV) como víctimas, en tanto que la memoria local conserva la huella de unas 5000 víctimas históricas, que ha sabido resistir y reconstruir desde la memoria.
La primera parada fue el Museo de Memoria y Paz, ubicado en la Casa de la Cultura. Este espacio, construido con el esfuerzo de la Mesa de Víctimas y organizaciones sociales, reúne murales, fotografías, objetos y testimonios que honran a quienes ya no están y proyectan caminos de reconciliación. «Este lugar busca mantener vivas las historias de los sobrevivientes, no sólo para recordarlas, sino para que las futuras generaciones encuentren en ellas caminos de paz», expresó Gilberto Fuentes, de la Fundación Resurgiendo Hacia La Paz.
En este escenario también se presentaron los integrantes de la Caravana y se escucharon palabras de bienvenida por parte de Alberto Santos, asesor técnico de la Estrategia de Territorialización y Transversalización del CNMH y vocero de la Caravana: «Las personas que participan lideran procesos de memoria en todo el país y muestran la diversidad de Colombia. Esta Caravana invita al diálogo y al encuentro; queremos que en esta nación se pueda escuchar y conocer diferentes iniciativas de construcción de paz que se están haciendo en las regiones».
Integrantes de la Caravana en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.
En la tarde, la comitiva llegó a la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en el parque principal, donde se recordó la historia del atentado contra los llamados Patrulleritos en 1999, que arrebató la vida a varios niños del municipio. Frente al crucifijo que guarda sus rostros, Marinella Prada Cortés, lideresa de víctimas, señaló: «Ese día nos arrancaron a nuestros hijos y a nuestros vecinos. Pero seguimos en pie, porque la memoria de ellos nos recuerda que no podemos rendirnos en la búsqueda de paz y dignidad».
La jornada continuó en la Casa Yunda, una construcción centenaria que ha resistido las tomas guerrilleras y hoy hace parte del patrimonio histórico de Algeciras. Allí se evocó el paso de Jorge Eliécer Gaitán, abuelo de la directora del CNMH, María Gaitán Valencia. Actualmente, además de conservar su valor histórico, la Casa Yunda promueve la economía local con la oferta de productos como café, miel y chucula.
Integrantes de la Caravana por la Memoria sostienen flores tejidas como símbolo de resistencia y recuerdo, durante un acto conmemorativo en Garzón, Huila . Foto: Fabián Prieto.
Ya entrada la noche, la Caravana llegó a Garzón, Huila, donde se inauguró el primer mural de la Ruta de los Murales en memoria de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales. Esta iniciativa busca realizar 25 murales en los 29 municipios del Huila donde se registraron estos crímenes, convirtiendo el arte en un camino de verdad, dignificación y reconciliación.
El mural, tallado y pintado por las propias víctimas junto a comparecientes en procesos ante la JEP, recoge símbolos de la vida campesina como el café, el plátano y el colibrí, integrados con la memoria de quienes fueron arrebatados. Cada trazo refleja la fuerza de las familias que, pese al dolor, se han organizado para mantener la historia viva.
En un acto cargado de sentido, las familias que participaron en la construcción del mural entregaron flores hechas a mano a los miembros de la Caravana, como un gesto simbólico para recordar a las víctimas y reafirmar el compromiso de mantener su memoria en el presente y en el futuro.
El 23 de septiembre, tras pasar la noche en Florencia, la Caravana por la Memoria emprendió su camino hacia el norte del Caquetá y llegó al municipio de El Doncello, conocido como la ventana más linda del departamento y primer productor de caucho en el país. Con una población estimada de 22 306 habitantes y más de 6300 personas reconocidas en el Registro Único de Víctimas, este territorio fue la segunda parada de un recorrido de más de 258 kilómetros que une memorias, voces y resistencias. Allí, la comunidad abrió sus puertas para mostrar cómo la memoria se entrelaza con la cultura, la educación, el turismo y los procesos organizativos de las víctimas.
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La jornada comenzó con una caminata en la Puerta del Bosque, donde los integrantes de la Caravana fueron recibidos en medio de un entorno natural que simboliza la riqueza amazónica de la región y la resiliencia de sus habitantes.
Cayendo la tarde, en el centro del municipio, la Mesa de Participación Efectiva de Víctimas, conformada por 21 representantes, dio la bienvenida destacando el trabajo articulado con la administración municipal y entidades locales. La mesa reafirmó su compromiso con la verdad, la justicia y la construcción de paz. Como gesto simbólico, el colegio Corazón Inmaculado de María ofreció una cálida bienvenida con la presentación de su banda instrumental para recordar que la memoria se cultiva en las nuevas generaciones.
En la Casa de Justicia, los participantes conocieron el proceso de creación de la Ruta de la Memoria Histórica, un esfuerzo liderado por la Mesa de Víctimas. Fotografías, testimonios y elementos simbólicos conforman esta galería que recoge tanto la historia de los fundadores del municipio como los nombres de personas desaparecidas.
La jornada concluyó con una muestra de emprendimientos locales y actos culturales: una representación de la danza cauchera, que simboliza la identidad productiva del municipio. La comunidad expresó su gratitud al CNMH y a la Caravana por el reconocimiento de las víctimas en la voluntad de seguir construyendo un futuro en paz.
El 24 de septiembre, la Caravana por la Memoria llegó a El Paujil. La bienvenida estuvo marcada por expresiones culturales que recordaron la fuerza de la juventud en los procesos de memoria. Un grupo de jóvenes presentó una danza que, en palabras de Libia Ospina, integrante de la Caravana proveniente del Quindío, refleja «el entusiasmo y el compromiso de las nuevas generaciones en la recuperación de nuestro legado cultural, tanto del territorio como del país».
La comunidad compartió con la Caravana su experiencia en torno a la Galería de la Memoria, donde los rostros de personas desaparecidas evocan el dolor y la resistencia de la población. Para Libia, estos espacios son también un camino de sanación: «En cada conversación y en cada encuentro nos hemos venido recuperando como personas y como víctimas. Nunca imaginé estar en El Paujil, y lo que encontramos aquí es un territorio maravilloso, con una comunidad que nos recibe como si fuéramos familia».
María Lury Cardona, integrante de la Caravana por la Memoria y oriunda de El Paujil, participa en el espacio compartiendo su testimonio.
Uno de los momentos más conmovedores fue la intervención de María Lury Cardona, integrante de la Caravana y oriunda de El Paujil, quien compartió con profundo sentimiento la memoria de su hijo asesinado: «Siempre fue un joven querido por la comunidad, profesor, catequista y bailarín, que entregó su juventud al servicio de los demás. Hoy lo presento como un referente de este municipio, porque aunque nos arrebataron su vida, sigue vivo en la danza, en la memoria y en la resistencia de quienes no olvidamos».
La jornada cerró con la voz esperanzadora de Libia Ospina, quien desde el Quindío extendió una invitación a que el próximo año la Caravana llegue a su tierra cafetera: «Desde ya nos empezamos a preparar para recibirlos. Las memorias de un país no tienen fronteras y cada territorio aporta a la paz».
La Caravana continuó hacia Morelia, un municipio eminentemente rural del Caquetá que, a finales de los años noventa, sufrió incursiones paramilitares del Bloque Central Bolívar y el Frente Sur Andaquíes. El CNMH ha documentado este fenómeno en investigaciones como Textos corporales de la crueldad y el Informe n.° 19 sobre el Bloque Central Bolívar, donde se recogen las huellas de violencia que marcaron a la región.
Hoy, este territorio ha transformado su dolor en un proceso comunitario de memoria liderado por la Mesa de Víctimas, la Asociación de Juntas y la administración municipal, quienes han construido la Ruta de la Memoria a orillas del río Bodoquero. Allí, la comunidad teje memoria desde los relatos de las víctimas, los símbolos colectivos y las prácticas culturales que fortalecen la identidad local.
La jornada estuvo acompañada por la danza palenquera Me robaste un sueño, interpretada como un recordatorio de que no se puede quedar dormido en la lucha por los sueños colectivos, la verdad y la paz.
La comunidad también dejó un mensaje que conecta la memoria y el territorio: «Queremos que hablen del Caquetá no como una noticia de guerra, sino como un paraíso lleno de vida, con selvas, ríos y una biodiversidad invaluable. Que quienes nos visiten se dejen abrazar por este territorio y aprendan a cuidarlo, porque así como la memoria nos ayuda a sanar, también debemos sanar la tierra».
El recorrido continuó en San José del Fragua, municipio amazónico profundamente marcado por el conflicto armado, pero también reconocido por su fortaleza comunitaria. La llegada estuvo acompañada por el sonido festivo de una papayera, que puso a bailar a los asistentes, recordando que la memoria también se celebra con vida.
El recorrido comenzó en el malecón del río Fragua Chorroso, donde Dylan Carvajal, integrante de los Guardianes de la Memoria, recordó la historia de Zoilo de Jesús Rojas, un campesino desaparecido en los años ochenta durante la presencia del Batallón Tarqui. «El caso de don Zoilo es muy especial, porque fue el primero en ser reconocido como desaparición forzada por el Estado, tras un fallo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Su historia marcó un precedente y nos recuerda que la memoria de las víctimas no puede quedar en el olvido», señaló.
Cayendo la tarde, la Caravana se dirigió al Bosque de la Memoria, un museo vivo ubicado en la Institución Educativa Don Quijote. Allí, estudiantes, docentes, familias y víctimas han construido un espacio que va más allá de lo simbólico: es un lugar de encuentro, de pedagogía y de sanación colectiva. Cada árbol representa a una víctima, cada piedra simboliza la fortaleza para enfrentar el dolor y cada creación artística recuerda que la violencia nunca más debe repetirse.
Antes de ingresar al bosque, la comunidad realizó un ritual de energía colectiva tomándose de las manos para transmitir fuerza y reconciliación. En palabras de los docentes que lideran este proceso: «No se trata de un sitio turístico, sino de un monumento a la resistencia y a las víctimas del territorio, un espacio para que la historia de quienes ya no están permanezca en la memoria de las nuevas generaciones».
En este espacio también se destacó la voz de Fabián Álvarez, integrante de la Caravana proveniente de los Montes de María, quien resaltó la importancia de la juventud en la construcción de memoria: «Hago un llamado a que los jóvenes, con las herramientas poderosas que hoy tenemos —como la fotografía, el cine y las redes sociales—, asuman la tarea de contar las historias de sus calles, de sus familias y de sus comunidades. El futuro de la memoria está en esos nuevos lenguajes que dialogan con otras disciplinas y que permiten narrar, desde lo audiovisual y lo creativo, lo que hemos vivido como país».
El 25 de septiembre, la Caravana por la Memoria llegó a Curillo. Desde muy temprano la comunidad recibió a la delegación con expresiones culturales y una danza tradicional que evocó identidad y resiliencia. «Nos sentimos libres con la presencia de esta Caravana que nunca se había visto en nuestro municipio. Es un respaldo para seguir adelante, recorrer los territorios golpeados por la guerra y continuar la lucha por la memoria», expresó la Mesa de Participación de Víctimas.
Desde allí, la ruta continuó con un recorrido fluvial por el río Caquetá para llegar a Solita. Durante una hora de navegación en lancha, entre cantos y sonrisas, el paisaje selvático se abrió como un escenario de memoria y encuentro. Así como el río conecta comunidades, también la memoria enlaza generaciones y territorios.
El municipio más joven del departamento recibió a la delegación con la inauguración de un mural de la memoria, elaborado por la Mesa de Participación de Víctimas y la comunidad educativa. Más que una obra artística, se concibe como un puente entre memoria y aprendizaje, que invita a los estudiantes a acercarse de manera crítica y sensible a la historia local. «En el mural estamos plasmando lo que vivieron nuestros antepasados, las personas que forjaron nuestro pueblo y nuestras instituciones… Sentíamos que casi no nos visitaban, pero hoy, gracias a esta Caravana, nos sentimos reconocidos», expresaron docentes y representantes de la Mesa de Víctimas.
Flor María Delgado, integrante de la Mesa de Víctimas de Solita, resumió el sentir de la comunidad: «Tenemos historias de resistencia y la capacidad de las comunidades para sobreponerse al conflicto. Este mural refleja esa fuerza, porque honrar la memoria nos compromete a no olvidar, a buscar la verdad y a seguir construyendo un país más justo y en paz».
El espacio también fue ocasión para señalar retos y compromisos. Varias voces recordaron la importancia de contar con un lugar permanente para la memoria, luego de que el Centro de Memoria Histórica y Patrimonial Tarsicio Melo Benavides, inaugurado años atrás, hoy permanece cerrado y funciona como depósito. «Necesitamos un sitio vivo de memoria que sirva para que docentes y estudiantes, desde preescolar hasta grado 11, puedan aprender nuestra historia, y no que la memoria se quede como un simple escudo para recaudar fondos», manifestó Javier Elkin Melo, profesor de la Institución Educativa Internado Escolar Rural Solita.
Frente a estos llamados, el CNMH asumió compromisos concretos. Alberto Santos, asesor técnico de la Estrategia de Territorialización y Transversalización, y William Wilches, director del Museo Caquetá, coincidieron en la necesidad de priorizar a Solita en los procesos de memoria histórica. Ambos señalaron que el Plan Territorial de Memoria, que será entregado en octubre, contempla iniciativas locales y fortalecerá el trabajo con la Mesa de Víctimas, la administración municipal y la comunidad educativa. «El compromiso es que Solita tenga un proceso de memoria más sólido y sostenible», afirmaron.
Entre murales, palabras y compromisos, Solita dejó claro que la memoria es un camino que se siembra desde lo local. Como reza la frase pintada en una de sus paredes: «Nos arrancaron de la tierra, pero no de la raíz: seguimos sembrando memoria y esperanza. ¡Solita vive!».
Entrega del mural de Albania al CNMH.
Después de la visita a Solita, la Caravana regresó a Curillo y desde allí emprendió camino hacia Albania, donde la comunidad presentó el mural comunitario como símbolo de resistencia y construcción colectiva. Más que una obra artística, este mural se convirtió en un espacio vivo de memoria, concebido y construido por las propias víctimas del municipio.
En palabras de Lenis Mendoza, enlace social del CNMH, «el mural nació de ellos, es la historia que ellos quisieron contar y la manera como la quisieron contar. Aquí no hubo artistas ni expertos, fueron los propios habitantes quienes, entre sol y lluvia, plasmaron en cada trazo sus vivencias, su dolor, pero también lo bonito que han hecho para salir adelante y representar a todas las víctimas».
Integrante de la Caravana en el mural de Albania
Cada símbolo y cada color refleja no solo las huellas del conflicto, sino también la resiliencia y la esperanza de un pueblo que se niega a ser reducido únicamente al dolor. Este mural es también un registro colectivo que fortalece los lazos comunitarios e identitarios, además de abrir un camino pedagógico para que las nuevas generaciones conozcan y reconozcan la historia de Albania.
Junto a este espacio, la comunidad también recordó otros escenarios de memoria local, como la Casa de la Mujer Ana Julia Solarte, que honra a una víctima de violencia sexual y mantiene viva la memoria de quienes han sufrido esta forma de violencia en el territorio.
Entre danzas, murales y la fuerza del río, el cuarto día de la Caravana mostró que la memoria en Caquetá no es estática: se pinta, se narra, se canta y se enseña, sembrando caminos de dignidad para las futuras generaciones.
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El 26 de septiembre, en el último día de la Caravana por la Memoria, el recorrido llegó a Belén de los Andaquíes, uno de los municipios más golpeados por el conflicto armado en Caquetá, pero también referente en procesos de resistencia y memoria. Toda la jornada se desarrolló en la Biblioteca Pública Municipal, convertida en un espacio de encuentro donde la comunidad recibió a la delegación con palabras, reflexiones y expresiones culturales.
Belén, donde más del 35 % de la población ha sido reconocida como víctima, ha impulsado el Bosque de la Memoria, la Casa de la Memoria, murales y fogatas que buscan sanar el dolor y transmitir aprendizajes a las nuevas generaciones. Durante la jornada, la memoria también se expresó desde las artes. Las niñas y niños de la Casa de la Cultura Huellitas presentaron un baile que reflejó la alegría y la fuerza de las nuevas generaciones, mientras que el grupo Oropéndola acompañó con música, cantos y rimas que evocaron la resiliencia de la comunidad.
La última parada de la Caravana fue Florencia, capital del Caquetá, para inaugurar la Ruta de Memoria Histórica en el Parque Editorial, punto de partida simbólico para futuros recorridos por la memoria del departamento. Allí también visitaron el Museo Caquetá, un espacio donde víctimas y participantes compartieron aprendizajes y experiencias construidas a lo largo de la semana.
En este espacio de cierre, cada integrante de la Caravana compartió lo que se llevaba de regreso a su territorio. Para Diego Ruiz Torres, activista LGBTQ+ de Santander, lo más significativo fue reconocer cómo las mesas de víctimas del Caquetá también han hecho memoria de la población diversa, históricamente invisibilizada.
María Lury Cardona, de El Paujil, resaltó la calidez con la que fueron recibidos en cada municipio: «Me llevo el abrazo de las comunidades, que se siente en el corazón y ayuda a seguir sanando».
Con voz firme, Marinella Prada, de El Doncello, lanzó un llamado a no convertir el dolor en negocio: «La memoria debe ser dignidad, no mercancía».
La más joven de la Caravana, Katterin, desde Putumayo, agradeció los pequeños gestos que hicieron de esta experiencia algo único: los saludos diarios, las sonrisas, la paciencia. «Esos detalles sencillos también son parte de la memoria».
Por su parte, Diana Marcela Arias, del Norte de Santander, contó cómo la Caravana transformó su percepción del Caquetá: de un lugar estigmatizado como peligroso a un territorio de belleza, resiliencia y esperanza.
El eco de estas voces resonó en Florencia como un coro diverso que, desde distintos rincones del país, recordó que la memoria no es pasado, sino presente y futuro.
El cierre estuvo acompañado por las palabras de la directora del CNMH, María Gaitán Valencia, quien envió un mensaje de unión y reconocimiento:
«Ustedes son las luciérnagas que dan luz en medio de un conflicto que oscureció tanto nuestra historia. A pesar del dolor, siguen buscando caminos de transformación. La apuesta de la Caravana es reconocernos en la diversidad y saber que hacemos parte de un país de la belleza».
Así concluyó la «Caravana por la Memoria – Memorias del Sur», con la certeza de que la memoria es resistencia, aprendizaje y un camino colectivo hacia la paz. La Caravana no termina aquí, queda en cada abrazo, en cada relato y en cada compromiso que los participantes se llevan a sus territorios.