Entre el 18 y el 22 de febrero de este año, la Comunidad de Paz de San José de Apartadó hizo un «recorrido por la vida» en diferentes lugares del corregimiento de San José. Acompañados por personas de distintas partes del mundo, caminaron por La Unión, El Porvenir, La Esperanza, Playa Larga, La Resbalosa, Mulatos, Buenos Aires y otras veredas. Conmemoraron hechos tan dolorosos como el de la masacre del 21 de febrero de 2005 en la que militares y paramilitares asesinaron a ocho personas, entre ellas un niño de dieciocho meses.
Además de recordar los hechos más crueles que han padecido y de honrar la memoria de los campesinos asesinados, los participantes del recorrido pudieron constatar dos hechos preocupantes: por un lado, se percataron de que paramilitares siguen controlando «abiertamente» diferentes zonas de su territorio y, por otro, encontraron la construcción de carreteras ilegales en predios que le pertenecen a la Comunidad de Paz, lo que —afirman— ha puesto en riesgo sus derechos a la tranquilidad, la autonomía y la propiedad privada.
«No paran los anuncios de exterminio», así se titula la crónica en la que la comunidad denuncia estos y otros hechos conocidos durante su travesía. Además, supieron que paramilitares serían los responsables de una reciente serie de secuestros de campesinos, de la circulación de panfletos con amenazas a la población civil, de ingresar a viviendas y merodear alrededor de ellas, entre otras acciones que amedrentan a los y las campesinas de la región.
Estos sucesos, conocidos y denunciados en febrero de este año, son los más recientes de una larga historia de atropellos contra la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, que cumple 26 años en resistencia civil a todo tipo de violencia política y armada, especialmente a la perpetrada por el Estado y el paramilitarismo en el Urabá antioqueño.
Una comunidad de paz
El 23 de marzo de 1997, un grupo de campesinos y campesinas del corregimiento de San José, municipio de San José de Apartadó (Antioquia), constituyó esta comunidad y se comprometió a no participar en la guerra, a no colaborar con ningún actor armado de ninguna tendencia, a no participar de los cultivos de uso ilícito y a vivir conforme a un proyecto de vida común basado en quince principios de convivencia. Entre ellos se destacan el respeto a la pluralidad, la solidaridad, el diálogo transparente, la libertad, la resistencia, la justicia y la alternatividad.
Desde su constitución, la Comunidad de Paz ha sido blanco de todo tipo de violencias que han intentado debilitar, frenar y exterminar este proceso campesino de resistencia civil y defensa de la tierra. Esto ha permitido que los y las integrantes de la comunidad padezcan desapariciones y desplazamientos forzados, torturas, violencias sexuales, montajes judiciales, espionajes, cercos de hambre, privaciones arbitrarias e ilegales de la libertad, difamaciones y calumnias, saqueos de viviendas, incineraciones de cultivos y casas, bombardeos, amenazas de exterminio colectivo, dominio territorial de forma permanente por parte del paramilitarismo, entre muchas otras violencias que se suman a la desprotección por parte de las instituciones judiciales y a la impunidad en la que permanecen muchos de los responsables.
A pesar de esto, la Comunidad de Paz ha mantenido su compromiso con los principios de vida y convivencia que orientan la cotidianidad de sus integrantes, quienes siguen caminando por el rumbo de la paz y la resistencia civil para hacer frente a las violencias que persisten en sus territorios.
Después del recorrido por las veredas el pasado febrero, la comunidad escribió que tuvo «conocimiento de la tregua de 30 días que han declarado los paramilitares en la región, afirmando que, una vez se cumpla dicho plazo, van a actuar con las acciones bélicas contra la población civil». Hoy, como siempre, la Comunidad de Paz y sus integrantes corren riesgo y siguen exigiendo que el Estado —el cual les ha violentado por tantas acciones y omisiones— garantice sus vidas, su integridad y todos sus derechos.
Mientras exigen, luchan y se movilizan, los y las campesinas de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó siguen enalteciendo y materializando en sus cotidianidades uno de sus principios de convivencia fundamentales: el de «ser distintos a ellos», es decir, distintos a los violentos; no responder a sus violencias con más violencias e insistir en que la unidad, la organización y el trabajo comunitario son las mejores herramientas para defender sus tierras.