“Existen muchas maneras de leer y comprender la violencia sexual en el marco del conflicto armado. Esta, por un lado, es un arma de guerra eficaz. Uno de los fines de la guerra es el control territorial y violentar los cuerpos de las personas resulta muy eficiente a la hora de ejercer dicho control. Los cuerpos se asesinan, se torturan, se destierran y se violentan sexualmente para profundizar el terror entre las poblaciones" asevera Mery Rodriquez, Doctora en Análisis y Resolución de conflictos de la Universidad de George Mason y experta en género.
"Detrás de la violencia sexual, por otro lado, se esconde la profundización de culturas profundamente patriarcales, donde el cuerpo de la mujer es visto como un objeto de placer al servicio del hombre, del más poderoso, del más fuerte. En Colombia aún existe un imaginario muy grande de posesión del cuerpo femenino; hay una falta de conciencia absoluta del cuerpo del otro como territorio sagrado, como lugar de individuación, como territorio de derechos humanos. La continuación de la violencia sexual contra las mujeres se debe, en gran parte, a la falta de apoyo social a la denuncia y a la desobediencia civil y a una falta de comprensión profunda de lo que significa violentar el cuerpo del otro".
De acuerdo con la doctora Rodriguez, ese tipo de reflexiones son absolutamente necesarias en una sociedad que necesita desesperadamente entender los efectos perversos y nocivos que tiene la guerra y que no son solamente las balas. "Conmemorar en la reflexión y no en el espectáculo es un tarea urgente que todos los colombianos y las colombianas debemos asumir”.
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