El Exploratorio Nacional acoge la exhibición: «Nueve más que nueve. Memorias en resistencia», que conversa con este lugar de memoria esencial para la lucha gaitanista y que revela las resistencias de otras tantas víctimas del conflicto armado colombiano y de la violencia sociopolítica.
El Exploratorio Nacional, ubicado en la localidad de Teusaquillo de Bogotá, es un edificio diseñado por el arquitecto colombiano Rogelio Salmona y cuya construcción y adecuación no ha sido concluida. Es una bella e imbricada edificación compuesta por cuatro polígonos centrales que, desde el aire, se ven como una columna de figuras yuxtapuestas que revelan la inmensidad de esa manzana que alcanza su construcción. Justo en el corazón de la estructura principal se encuentra el surco donde fue sembrado –y no enterrado– Jorge Eliécer Gaitán, lleno hoy de rosas y girasoles. Alrededor, rampas y caminos que suben y bajan, que conectan esos grandes espacios abiertos pensados para el estudio del pensamiento del líder.
La arquitectura moderna del espacio conversa con las ideas transformadoras de Gaitán y por eso el recinto es un lugar fundamental de la memoria del movimiento gaitanista. La vocación democrática que aloja vive un intento de reactivación desde hace algún tiempo, en especial desde que el Exploratorio volvió a abrir sus puertas para ser limpiado y adecuado para la conmemoración de los 75 años del magnicidio de Gaitán, y cuyo hecho marcó el calendario como el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas, cada 9 de abril.
Así, la resistencia de los gaitanistas, que durante más de siete décadas han mantenido vivo el espíritu y las ideas del dirigente, se une a tantas otras que han atravesado la historia del conflicto armado colombiano. Algunas de esas memorias se conjugan en «Nueve más que nueve. Memorias en resistencia», una exposición propuesta por el Museo de Memoria de Colombia, del Centro Nacional de Memoria Histórica, que propone una articulación entre la gran estructura del Exploratorio y las historias que guardan otros nueve lugares de memoria del país.
Alrededor del surco de Gaitán ahora hay más que amplios espacios vacíos, que esperan una renovación: empieza a florecer, como las ramas que se abren paso entre las paredes, un diálogo de memorias plurales y diversas, con voces de diferentes acentos, que revelan los nuevos caminos que ha decidido tomar el Centro Nacional de Memoria Histórica; las demandas, ideas y propuestas de las víctimas y sobrevivientes.
A partir de diferentes estaciones con piezas audiovisuales se refuerza este mandato democrático en primera persona, al tiempo que varias instalaciones y acciones performáticas narran cuatro de las resistencias que, entre otras, siguen tomando forma para evadir al olvido:
Las escaleras
El recorrido empieza en las escaleras que parecen jugar a desdoblarse y reflejarse entre sí. De un lado, una de las fotografías de Luis Alberto Gaitán, «Lunga», quien siguió los pasos del político hasta su asesinato. Esa imagen inmortalizó un momento de la lucha gaitanista en la plaza de toros La Macarena, así que el juego de la proporción y la profundidad de los escalones se asemejan a la sensación de las gradas de la plaza. Al lado, un fragmento de la oración «Retomando la marcha», que pronunció el líder político y que contextualiza las luchas gaitanistas por el mandato popular: ideas que se abren camino con proyección de futuro y que retoman fuerza en el presente.
Las sillas vacías
El elemento simbólico de la silla vacía, que recuerda a los ausentes presentes, es el protagonista en esa instalación que se encuentra en el segundo piso de la edificación. Compuesta por dieciséis fotografías puestas sobre las sillas, dieciséis rostros de personas desaparecidas en la toma del Palacio de Justicia, es una propuesta de la organización Hasta Encontrarlos, acompañada por una frase fuerza que se lee en velas y en una gigantografía de las palabras «Sin olvido».
La casa
Hasta Encontrarlos también nos invita a sentir la presencia de quienes ya no están, en una instalación ambientada como la sala comedor de una casa. Dos caminos de mesa en el centro del espacio, que utiliza las ruinas del lugar, su potencia visual, proponen una conversación alrededor del tiempo que pasa, que desgasta, pero que sigue dejando ver con nitidez el vacío de quienes ya no están. «Desaparecidos. Dónde están» es la frase fuerza de este recinto, que se abre paso entre muebles y objetos cotidianos que les dan dimensión a la desaparición forzada; un hecho que se ha metido en la intimidad de miles de hogares colombianos y movido sus cimientos, aunque parezca que la monotonía sigue instalada en el ritual del día a día, que consume y carcome.
La radio
Era la radio lo que dominaba en 1948. El mejor vehículo de comunicación, el más inmediato, el más expandido. Fue la radio la que anunció la noticia del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán aquel 9 de abril del 48, y por la que se amplificaron las noticias sobre las repercusiones de este hecho que marcó para siempre la historia de Colombia. Es la radio el medio que encuentra el artista Leonel Vásquez, en su obra «Radio Espectros», para hacer sintonizar a quien interactúe con ella los sonidos que se escucharon ese día, representados en emociones como la calma o la tristeza. Las estaciones de radio y el perifoneo presentan un paisaje sonoro que por momentos es imposible de descifrar y que revela un acervo importante de las memorias de aquella jornada indeleble.
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