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Publicado

13 de mayo 2022

«Dachi Chiuu»: la lucha embera se vuelve canción

 

  • Esta iniciativa de memoria histórica conserva los relatos de origen de la comunidad embera katío residente en Bogotá, y desplazada desde el Alto Andágueda, en Chocó.
  • La música ha sido uno de los mejores lenguajes expresivos para que la comunidad narre sus luchas y conserve las memorias de sus orígenes.

Se llama Camila y tiene 15 años, aunque ella dice, muy seria, que tiene 90. Bromea después de que su hermana Amparo, de 18, cuelga una videollamada con sus amigos, en su smartphone, y también le hace chistes. Ambas tienen el desparpajo propio de quien acaba de bajarse de una tarima luego de rapear. Luego de hacerlo, además, en embera, ante un público que difícilmente puede entenderles. Un público que las escucha en su español pausado y es capaz de comprender que ese rap, aunque indescifrable por la barrera idiomática, resulta una reivindicación no solo por la naturaleza misma del género musical, sino porque Camila y Verónica, mujeres del pueblo Embera Katío, han desafiado las normas: cantan, y cantan rap, en un universo que había conspirado, hasta entonces, para negárselo. 

Camila y Verónica Campo Arce son los rostros, en ese concierto improvisado de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que narran la lucha de su comunidad, desplazada a la capital del país desde el resguardo Alto Andágueda, en Chocó. Esa lucha que, en su lengua, se llama «Dachi Chiuu», como también nombraron al micrositio que, junto a la Estrategia de Iniciativas de Memoria Histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica, crearon para rescatar los relatos de origen, además de la recapitular de las violencias vividas por esta comunidad hasta la actualidad. Además, se apoyó el proyecto musical Agrupación Conondo, quienes crearon canciones para esta iniciativa y así contar sus relatos de origen en su lengua nativa.

Las hermanas Campo Arce descubrieron sus talentos y remaron a contracorriente para ganarse su espacio en este proyecto musical cantando rap. «En el colegio, mis compañeros decían que lo hacía muy bien», recuerda Verónica, quien, ataviada con collares y vestidos tradicionales de su comunidad, rapea con el flow de cualquier exponente del género que denuncia. Ella narra, en ese hip hop, su desplazamiento. 

De ese resguardo que dejó su comunidad, queda un mapa ilustrado —que se puede ver en el micrositio— y nacido de las propias manos de los embera katío. Juntos tomaron marcadores y colores y pintaron ríos, y culebras, y chigüiros, y árboles, y todo tal cual lo recuerdan. Junto a ese paisaje, narran las historias del primer jaibaná, un sanador indígena del Chocó. O de Caragabi, el creador del mundo embera. Y las cantan. Y las bailan. Como Camila y Verónica, que se conectan con sus amigos a través de un smartphone, pero permanecen ancladas del universo embera que las parió a través de su lengua, sus costumbres y del rap. Se mueven en el lenguaje de Occidente para narrar la ancestralidad de su comunidad y de su lucha. 

 

Procesos que impactan vidas

Para Alberto Moreno, director técnico para la Construcción de la Memoria Histórica del CNMH, y quien acompañó el concierto-conversatorio, destacó que este tipo de iniciativas de memoria, que se gestan en la ciudad pero impactan directamente en una comunidad que viene desde territorio rural, no solo como vehículo de reconstrucción de memoria y reparación, sino como una forma de crear conexiones con el nuevo espacio que habitan. “Es gratificante ver cómo estas adolescentes, aunque vivieron el desplazamiento colectivo de su comunidad, han encontrado en las expresiones culturales, específicamente en el rap, un modo de comunicación con el territorio en el que interactúan, que ha permeado su vida, donde han hecho amigos y donde habitan personas a quienes también les cantan, a pesar de la barrera idiomática”, señaló Moreno.

La labor de acompañamiento del CNMH, una vez se estableció el interés de la comunidad embera por conservar los relatos de origen, se complementó con la realización de tres talleres presenciales en los que se recogieron los relatos y las canciones acordadas. Además, se hicieron entrevistas telefónicas para preguntar a cada uno de los participantes por sus vivencias y percepciones sobre el descubrimiento y apropiación de la mina en el territorio, el conflicto armado interno colombiano y su adaptación a la vida de la ciudad causada por el desplazamiento forzado. Esta información fue insumo para construir los tres escritos que complementan el factor cultural de los relatos de origen nombrados anteriormente, y que se pueden encontrar en el micrositio.