Así aborda el CNMH la pedagogía de la memoria con los estudiantes

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CNMH

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Derly Pastrana Yara (1975-2021). Lideresa de víctimas del conflicto armado. QEPD.

Publicado

08 de julio 2021

Derly Pastrana y el abrazo de un ángel

  • El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) lamenta profundamente la muerte de Derly Pastrana, lideresa de víctimas del conflicto armado en Huila y Caquetá, y honra su memoria con este perfil biográfico.
  • El pasado 15 de junio, la coordinadora de la Mesa Departamental de Víctimas del Huila fue víctima de un ataque a tiros por desconocidos en Neiva.

Las luces de las patrullas de Policía y los ruidos en la calle despertaron a Derly Pastrana la madrugada del 26 de febrero de 2017. Desde que abrió los ojos sintió que una parte de su vida ya no estaba. La fecha le trajo, del pasado, el día en que ella y su hijo entraban al mismo hospital horas después de salir de un campamento guerrillero, él con paludismo y golpeado porque nunca aprendió a manejar un arma y ella abusada sexualmente por pedir que se lo devolvieran. Lo acababan de matar. Y su muerte era oscuridad absoluta en el corazón, después de haber pasado por tanto en la vida para evitar que se lo arrebataran desde niño.

Mujer y víctima. Derly Pastrana Yara nació en Campoalegre, Huila, en 1975. A comienzos de los 80 se trasladó con sus padres y sus ocho hermanos a San Vicente del Caguán, Caquetá. En esa época difícil por las tensiones del conflicto armado en la zona, viajaron tres días hasta llegar a la vereda Puerto Lozada, en límites con el departamento de Meta. Apenas tenía 15 años cuando se enamoró de Gumbachez Pinzón Silva, campesino, de 18. Los dos formaron un hogar; ella era promotora de salud y él, mulero, ayudante de la fonda de billares más conocida en la vereda. Los papás de Derly se fueron a Puerto Rico, Caquetá, amenazados y despojados de sus tierras por el frente de las Farc que comandaba alias “el Guajiro”; pero la joven pareja prefirió quedarse. Meses después, guerrilleros de la columna móvil Teófilo Forero asesinaron a Gumbachez por no pagar una extorsión y ella, viuda y con dos hijos, tuvo que volver a vivir con sus padres.

Derly siempre supo sanar las heridas de otros corazones rotos y sembrar esperanza donde la arrasaban. Cuando volvió al pueblo en el que creció, vio su historia en la de otras mujeres a las que la guerra les arrebató sus amores de infancia. La ilusión de un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc las animaba a pensar en la verdad que les quitara ese sufrimiento y a sus hijos el de la ausencia de un padre. Pero todavía tuvo que sufrir secuestro y abuso sexual de un jefe guerrillero al que le decían “Patamala”. En la corriente del río Caguán flotaban cuerpos de campesinos y de comerciantes cuando acabaron las negociaciones, y Derly tenía otra hija en los brazos, de una historia que no quería recordar, pero que cuidaba con un amor a prueba de todo.

Siguió adelante, trabajando por su comunidad; siempre tenía una palabra y un abrazo para el que las necesitaba y defendía al que no sabía que tenía derechos. Lideraba paros para reclamar el acceso a la salud, los derechos de los campesinos y de familias desplazadas. Por eso era reconocida en el pueblo y en todo el departamento de Caquetá.

En 2007 le destruyeron la casa con una granada. Y tuvo que volver a huir, esta vez con cuatro hijos, dos sobrinos y dos hermanos menores, a Bogotá. Las primeras dos semanas las pasó hospedada frente a la Defensoría del Pueblo. En la capital se las arregló para conformar la fundación Caritas Felices una Bendición de Dios, y para empezar a estudiar —consiguió el título de tecnóloga en Gestión Social y Salud Comunitaria de la Corporación Unificada Nacional de Educación Superior y cursó diplomados en Derechos Humanos, en Educación y Paz de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; también estudió mucho la Ley de Víctimas—. En 2012 decidió radicarse en el departamento de Huila, de donde salió cuando era apenas una niña. Allí quiso, otra vez, olvidarse de tanto dolor y encontrar la tranquilidad para ella y sus hijos. Esa esperanza acompañaba a Derly esa noche de febrero, cuando la despertaron las luces rojas y azules, los ruidos y el afán en la madrugada. Derly, la del corazón roto mil veces, la que siempre supo sanar las heridas de otros y sembrar esperanza donde fue arrasada, no sabía ya cómo seguir viviendo. Muchas de esas mujeres con almas remendadas, regresaron para devolver las palabras y los abrazos.

Derly Pastrana perteneció a la Red de Mujeres Desplazadas y Víctimas del Huila, a la Mesa Nacional de Víctimas por el enfoque Mujer Víctima, hizo posible la creación del Museo de Memoria Histórica de Víctimas, fue vicepresidente de la Federación Colombiana de Víctimas de las Farc, presidente de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos y coordinadora de la Mesa Departamental de Víctimas del Conflicto Armado en el Huila. 

Derly vivió en Neiva por sus tres hijas y por las personas que encontraron en ella fuerzas para que floreciera la vida en los escombros que les dejó la guerra. Pero ni allí pudo librarse de la violencia. El pasado 15 de junio, cuando llegaba a su casa, sujetos desconocidos le dispararon y le provocaron heridas en el cuello, el abdomen y una pierna. Luego de otras tres semanas de luchar por su vida en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Hernando Moncaleano, en la capital huilense, al fin partió a encontrarse con ese ángel que siempre mencionaba, que curaba sus heridas, por dolorosas y profundas que fueran.

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