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Autor

Laura Cerón

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Laura Cerón

Publicado

16 Jun 2019

El director del Museo de Memoria Histórica de Colombia hace un llamado a debatir las ideas para no repetir la historia

Desde hace décadas, las víctimas, sus organizaciones y comunidades han trabajado en una idea: no dejar que los hechos de violencia y de resistencia sean olvidados. El Museo Nacional de Memoria Histórica nace desde esta conquista social. A partir de su formulación en la Ley de Víctimas y reconociendo la importancia que tiene la reparación simbólica, el museo se convierte en una piedra angular y garantiza que sus memorias sean escuchadas, visibilizadas y promovidas en una sociedad que construye caminos de paz.


Hablamos con Rafael Tamayo, actual director del museo, sobre los retos y proyectos que tiene este espacio pedagógico y cultural en los próximos años. Con su trayectoria profesional como docente de varias universidades y subgerente de entidades sin ánimo de lucro como la Fundación San Antonio, Tamayo asume la dirección de un equipo de trabajo que tiene al hombro uno de los proyectos más importantes del Centro Nacional de Memoria Histórica.

La ley de víctimas y los resultados que derivan de ella son el resultado de enormes esfuerzos de las víctimas y sus organizaciones, ¿Cómo han participado ellas en el museo?

Casi todo lo que se ha hecho en el museo deriva de un trabajo con las víctimas. Esto es un insumo loable y simbólico. Si bien el museo tendrá un edificio, en el corazón sus actividades se derivan de una gran cantidad de talleres regionales que muestran la intención de las personas que han participado en esta construcción de que tengamos un proceso de reparación simbólica bien anclado. El museo está pensado como un museo de exposiciones temporales para poder dar espacio a la infinidad de voces. Así, el museo será un lugar dinámico. Lo que tenemos para contar es mucho y el énfasis siempre estará en las voces de las víctimas.

El CNMH lleva ocho años investigando y recogiendo insumos sobre el conflicto armado. ¿Cómo se va a ver ese legado en el museo?

El museo, por un lado, acogerá como una subdirección la actual dirección de Archivos de Derechos Humanos. Uno de los trabajos se reflejará en el repositorio de consulta de archivos, imágenes y documentos que actualmente tiene el Archivo, pero que deberán integrarse de forma digital. Con las otras direcciones, el museo tiene la gran posibilidad de visibilizar no solo los textos sino de crear otros dispositivos de difusión de los que podemos echar mano para que, por ejemplo, las exposiciones del museo tengan un contenido que sustente y visibilice el trabajo de los investigadores, aprovechando por ejemplo las nuevas tecnologías.

¿Cuáles son los principales retos que asume el museo en lo que queda de 2019?

Tenemos exposiciones en cuatro ciudades del país que buscan acercar la pluralidad de voces que han participado en la primera muestra expositiva del museo. Queremos consolidar su identidad en las diferentes regiones. Se viene la creación de la personalidad jurídica del museo, la consolidación de redes con otras instituciones tanto de memoria como culturales a nivel nacional e internacional. Por delante está pensar todos los proyectos que se vienen para el 2020: los 10 años de la dirección de Acuerdos de la Verdad, convocatorias artísticas y de investigación en memoria y el diseño de la bienal de la memoria: una apuesta en la que confluyen asuntos sobre conflicto, memoria y arte junto a un programa de estímulos.

¿En qué estado está la construcción del museo?

La construcción está retrasada por asuntos prediales. El terreno es donado por la administración de Bogotá y necesita un saneamiento predial, esperamos que en tres meses el lote esté perfecto desde el punto de vista jurídico. Se espera que su construcción se de en octubre del 2019. Este proceso de construcción duraría aproximadamente dos años y a finales de 2021 estaríamos inaugurando el museo. Los recursos económicos están reservados por el gobierno nacional y no hay ningún riesgo financiero para su construcción.

No todos comparten las mismas visiones sobre el conflicto. ¿Es posible entender este museo como un lugar que va a permitir disensos y conversaciones difíciles?

La idea es que el museo sea un lugar puente entre las diferentes voces y posiciones ideológicas y políticas. Queremos convertirnos en un lugar seguro donde el diálogo tiene unas reglas de respeto, escucha y atención al otro. No queremos hacer proselitismos, queremos fortalecer el diálogo, para ello será fundamental las voces de las víctimas. El reto es diferenciar qué piezas son la voz de las víctimas, fuentes primarias, objetivas, que nos dan su testimonio y cuáles otras serán piezas más mediadas.

En otra ocasión usted mencionaba que el museo depende de una política de Estado, más no de un gobierno. ¿Podría explicarnos esto mejor?

Si bien todas las instituciones pueden tener modificaciones con los gobiernos de turno, el andamiaje que se construye del museo implica que, independientemente del gobierno que tengamos, ahora o en el futuro, la misionalidad del museo debe continuar: que sea un lugar en el que aprendamos del conflicto, en el que estén visibles las voces de las víctimas es algo que muy difícilmente cambiará en el futuro. Confiamos en que independientemente del color político del gobierno del momento, honren la memoria social y reconozcan la importancia del museo, de su capacidad conciliadora a nivel nacional. El gran reto es mostrarle a la gente que no estamos haciendo proselitismo si no construyendo nación.

¿Cuál cree que podría ser el rol de un museo como este en la actualidad nacional?

El museo va a servir como lugar para el diálogo donde se encuentren todos los sectores sociales, no solo las víctimas sino medios de comunicación, grupos sociales, partidos políticos. Queremos que nos vean como un lugar donde tanto desde lo material como lo simbólico es posible entendernos como una nación con una historia reciente común; como un lugar seguro en el que pueden exponer sus argumentos, en el que pueden escuchar y ser escuchados sin la necesidad de ser violentados. El ejemplo que nos dan las víctimas nos muestran que hay dos opciones: o debatimos nuestras ideas o volver a repetir esta historia.

 
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