En el año 2.000, cuando aún era menor de edad, decidió salir una mañana con sus amigas a recorrer las polvorientas y solitarias calles de El Salado, un corregimiento de Carmen de Bolívar. Quería tomar un poco de aire, pues lo normal era estar “metidas en sus casas”, comenta Girley. Pero la sombra de la incursión paramilitar de aquel entonces llegó a sus vidas ese día.
“En el 2000 fui víctima de violencia sexual por cuatro paramilitares que en ese momento acabaron con mi vida”. Fueron muchos los años que transcurrieron antes que ella y varias mujeres de El Salado se atrevieran a contar lo sucedido. Hoy hablan, luchan y alzan la voz para que lo que les pasó no vuelva a ocurrir.
“Hoy estoy luchando, quiero que me apoyen porque víctimas de violencia sexual como yo, hay muchas más en El Salado, pero muchas no se han atrevido a hablar. Van tantas organizaciones a hablar de proyectos y nunca dan la oportunidad a las mujeres de tratar la violencia en el conflicto”, expresa.
Por eso, Girley sigue buscando ayuda para poder apoyar a muchas mujeres de su terruño. Muchas de ellas llegan a su casa a pedir su consejo y orientación. Ella lamenta no tener qué ofrecer más allá de escucharlas, de su experiencia, su afecto y un fuerte abrazo. Algo tan simple, pero siempre tan necesario.
“No tengo las herramientas para apoyarlas, solo con mis consejos y experiencia de vida, les he dicho vamos a denunciar, vamos a enfrentar esto. El silencio es lo peor, no nos deja sanar esa herida tan grande que nos causaron los actores armados”, dice con la fuerza que ahora la caracteriza. Por ello, busca que la violencia sexual se visibilice, que se diga la verdad, porque es un fenómeno que no ha pasado, que sigue pasando.
“Quiero que las mujeres víctimas de violencia sexual se den cuenta que no están solas. En Colombia hay muchas mujeres como yo, con la idea de ayudar. Las invito a unirnos, porque juntas con una sola voz nos van a escuchar”, concluye.
El efecto perverso de la violencia sexual
Para la asesora en temas de género del Centro Nacional de Memoria Histórica, Nancy Prada, la violencia sexual en el conflicto armado va más allá de la violación. Se han documentado casos de manoseo, aborto forzado, esterilización forzada, entre otros tipos de violencia sexual. “Este tipo de crimen en el marco de la guerra es bastante invisible, y los testimonios hacen mucho énfasis en eso. Se hablan de muchas formas de victimización pero de violencia sexual casi no”, lamenta la investigadora.
La violencia sexual es distinta, ya que las víctimas son estigmatizadas. Las “banderas de la violencia sexal tienen unas condiciones perversas porque tiene el efecto de revertir en parte la culpa sobre la víctima. Además de suscitar señalamientos, estigmatización en la sociedad, son muchos los efectos sistemáticos”, agregó Nancy Prada.