Durante la Feria del Libro de Cali, las agrupaciones artísticas Mujeres Unidas por la Vida, La Múcura y Escuela Canalón hicieron vibrar al público con sus composiciones y cantos de resistencia, esperanza y dignidad. Aquí, un resumen de sus apuestas musicales.
Helena Hinestroza es de Timbiquí (Cauca), pero hace años vive en Cali, la ciudad adonde llegó desplazada por el conflicto armado y donde, junto a otras mujeres, fundó el colectivo Mujeres Unidas por la Vida y la Paz del Territorio, un espacio en el que confluyen cantadoras, alabadoras y percusionistas que, a través de las músicas tradicionales del litoral Pacífico, han alzado su voz para denunciar la guerra, pero también para hacer memoria, sanar sus dolores y, como dice Helena, aferrarse a la alegría de estar vivas y tener voz para cantarle al país y al mundo las historias del Pacífico.
«En la guerra sentí perder la voz.
Sentí que todo estaba oscuro a mi alrededor.
Me quedé en tinieblas llorando mi dolor.
Pero de esas tinieblas algo hermoso salió. Un día me senté a conversar conmigo.
Me dije: Dejé todo lo que había conseguido, pero lo que soy se ha venido conmigo.
Aquí tengo la herencia que me dejó mi abuela.
Los cantos iluminan de nuevo mi camino.
Mi abuela está conmigo.
Gracias, abuela, gracias le doy, por esta herencia que me dejó».
Todas las integrantes del colectivo son del litoral Pacífico y reivindican los cantos de sus abuelas.
Así canta Helena, quien, además de cantora, es poeta. Catorce mujeres más la rodean y acompañan en los coros. La voz —dicen— les sale de las entrañas. Cantan como les enseñaron sus abuelas. Le cantan a la tierra, al río y al mar. Les cantan a los vivos y a los muertos. Cantan para recordar sus días en el Pacífico y cantan para darle sentido a sus vidas en la ciudad. Cantan para denunciar a los violentos y al modelo económico que expolia sus tierras y comunidades. Pero también le cantan a la dulzura de sus tradiciones y a las bondades de sus costumbres. En el concierto que ofrecieron en el estand del Centro Nacional de Memoria Histórica, en la Feria del Libro de Cali, las Mujeres Unidas por la Vida deslumbraron con la fuerza de sus cantos, de sus tamboras y de su espíritu de resistencia hecho canción.
Jimena Almario, una de las integrantes de La Múcura. Es la compositora de la agrupación y, junto a Bonnie Devine, ha recorrido durante diez años Suramérica.
La Múcura es un dúo multinstrumentalista de nueva música social latinoamericana conformado por Jimena Almario y Bonnie Devine, dos vallecaucanas que viajan desde hace diez años por Suramérica escuchándola, conociéndola, aprendiendo a cantar y a sonar con ella y con su gran cordillera de los Andes.
Lee también: «Mi resistencia es con la palabra»: El legado de las letras en la Feria Internacional del Libro de Cali.
«Nos enfocamos en la relación que existe entre el arte y la transformación social para la vida digna, la tierra viva y el alma tranquila. Creamos música de amplias raíces suramericanas con conciencia social, ambiental, política y de género, y hacemos investigaciones cercanas para el empoderamiento, la participación y la propuesta», cuentan las artistas en su página web.
«Resistir con alegría
Porque elegir la vida es un gozo
Regalo precioso de nuestra ancestralidad
Para nuestra libertad, dignidad e identidad.
Sacudiremos el territorio con el arte encendido
Con los pasos liberatorios, la danza y la canción
Pintaremos de colores la ciudad
Ante la opresión de ese gris moribundo que nos impone el dolor
¡Que caigan los símbolos de la opresión!
¡Que caigan el patriarcado y la segregación!
Y se levanten la memoria y la restauración.
Somos bosque nativo, biodiverso y tropical
No somos monocultivo ni fáciles de dominar
Indomable libertad, tejiendo comunidad
Nuestros padres ganaron la guerra y nosotres ganamos la paz,
Somos resistencia, tenemos sabor, tenemos la fuerza, la magia y la unión.
¡Cali soberana!
Bonnie Devine, saxofonista, vocalista y multipercusionista de La Múcura.
Este es un fragmento de la canción «Cali soberana» de La Múcura. Es una canción emblemática del paro nacional del 2019 y 2021, uno de cuyos epicentros fue la capital del Valle del Cauca. Las voces y la música de Bonnie y Jimena son contundentes pero dulces. Dicen verdades. Hablan de la guerra. De sus estragos. Sin embargo, con cada letra e interpretación reivindican la ternura, el amor y la comunión de la humanidad con la naturaleza, con la cordillera. Sus canciones son urdimbres de memoria, resistencias, caminos de exploración y juntanzas de comunidades y dignidades suramericanas. Con sus cantos se expande el poder sanador y transformador de su creatividad, que nos invita a hacer memoria para hacer conciencia de nuestro pasado y presente como sociedad, aunque también a pensar en una Colombia distinta donde podamos «elegir la vida» como forma de resistencia y donde sea posible vivir al lado de los ríos, con ellos, sin hacerles daño.
Te puede interesar: La memoria, la resistencia y la verdad: tres infaltables en la Feria Internacional del Libro de Cali.
Niños, niñas, adolescentes y adultos mayores de las comunas 13, 14, 15 y 21 de Cali y del municipio de Timbiquí (Cauca) confluyen y unen sus talentos y saberes musicales en la Fundación Escuela Canalón, un espacio de formación y transformación social que, al son de la enseñanza de la marimba, el cununo, el bombo, y los cantos y las danzas tradicionales del Pacífico, le apuesta «a forjar diálogos entre distintas sonoridades y establecer la conexión de los niños y adultos con la cultura del Pacífico sur».
Los niños y las niñas de la Escuela habitan las comunas 13, 14, 15 y 21 de Cali y del municipio de Timbiquí (Cauca).
En sus conciertos, los niños y las niñas de la Escuela Canalón interpretan bundes, arrullos y currulaos tradicionales, los mismos que cantan sus padres y que cantaban sus ancestros. «Valoramos la sabiduría de los músicos empíricos y de las cantoras. Somos un proceso de relevo generacional que busca mantener vivas nuestras prácticas culturales y nuestros ritmos tradicionales en los territorios de Cali y Timbiquí, donde somos constructores y constructoras de paz», cuentan los maestros de la Escuela cuando la presentan.
Su repertorio está hecho de bundes, currulaos y arrullos tradicionales del Pacífico.
Las músicas del Pacífico son mucho más que músicas. Son experiencias de resistencia y reivindicación de las historias y memorias afrocolombianas. Cuando tocan sus instrumentos y cantan sus canciones, cuando se forman con sus profesores y cuando se apropian del conocimiento de sus mayores, las niñas y los niños de la Escuela se conectan con saberes ancestrales y tejen relaciones sociales transformadoras que rompen los ciclos de violencia en los barrios de Cali y en Timbiquí.