Enfoque de Género: esencial para las víctimas
El trabajo continuado en materia de memoria histórica en el país ha permitido comprobar que los impactos del conflicto armado en la población civil están diferenciados, entre otras razones, en virtud de la identidad de género y la orientación sexual de las personas[1] .
Por Nancy Prada, CNMH
Las voces de las víctimas, sus relatos sobre la violencia sufrida, confirman lo que ya el Auto 092 de 2008 afirmaba: el conflicto armado colombiano ha provocado un impacto de género desproporcionado, golpeando con fuerza desmedida a las mujeres y a las personas de los sectores sociales LGBT.
Aunque existe un alto grado de subregistro, derivado de múltiples razones (entre las que se cuentan: el desconocimiento de las rutas; la desconfianza en las instituciones, que históricamente también han ejercicio violencia sobre estas personas; y la continuidad de la guerra, que no ofrece garantías de seguridad para declarar), con corte a primero de septiembre de 2016, el Registro Único de Víctimas ha incluido 1.737 personas de los sectores sociales LGBT, y 3´922.059 mujeres, que han sufrido distintas violencias por parte de los actores armados implicados en esta guerra, y a quienes hoy el Estado reconoce como víctimas del conflicto armado interno, con derecho a la atención y reparación integral.
Las victimizaciones que han sufrido en el marco de la guerra las mujeres y las personas de los sectores sociales LGBT tienen una clara marca de género, es decir, les han sido infligidas en muchos casos por ser mujeres o por no ser heterosexuales. Además, los efectos de esas violencias en sus vidas también están diferenciados por género.
Los procesos de memoria histórica han mostrado que existe una continuidad entre las representaciones sociales negativas acerca de las mujeres y los sectores sociales LGBT, y las violencias que recaen sobre estas personas en el contexto del conflicto armado. Es decir, que los imaginarios hostiles y negadores de sus derechos han servido como caldo de cultivo para que se exacerben las violencias en el marco de la guerra, pasando de la burla y el insulto, a las amenazas, las agresiones físicas, la violencia sexual y el asesinato.
Es por esta razón que la Ley 1448 de 2011, conocida como Ley de Víctimas, prevé en su Capítulo X, dedicado a las garantías de no repetición, la oferta de “especiales medidas de prevención a los grupos expuestos a mayor riesgo […] que propendan superar estereotipos que favorecen la discriminación”. Esto resulta necesario porque si los estereotipos que motivan las violencias no se transforman, las violencias seguirán ocurriendo, incluso una vez terminado el conflicto armado, y nunca será posible la paz para estas cerca de cuatro millones de víctimas.
Pese a los esfuerzos en esa dirección, la situación sigue siendo muy crítica. Por ejemplo, el informe “Cuerpos excluidos, rostros de la impunidad”, publicado recientemente[2] por organizaciones de la sociedad civil, documenta cómo, en 2015, fueron asesinadas 110 personas de los sectores LGBT, siendo este el mayor número de homicidios registrados en un año, desde 2012. El mismo estudio señala que las amenazas son recurrentes en lugares con mayor presencia de grupos armados y que desde 2014 las amenazas aumentaron en un 50%: “en esos contextos, las personas LGBT se encuentran en especial vulnerabilidad debido a que los grupos armados recurren a tácticas de control social que reproducen prejuicios y estereotipos sobre esta población”.
Así las cosas, en las acciones tendientes a darle fin al conflicto armado y construir la paz, resulta fundamental incorporar el Enfoque de Género, pues de ello depende, en buena medida, que se generen condiciones para garantizar la vida y la integridad de las víctimas mujeres y de sectores sociales LGBT, incluyendo medidas de atención y reparación integral comprensivas de su afectación diferenciada y favoreciendo la transformación cultural necesaria para que el profundo sufrimiento que estas personas han vivido no se repita nunca más.
Algunos testimonios de las víctimas:
"Recuerdo un domingo en la mañana, acostumbrábamos a hacer zonas recreativas entre niños, salíamos a jugar en la pavimentada, estábamos haciendo una jornada. Los hombrecitos estaban allá jugando fútbol, acá al lado habían unos jugando cabo, acá otros jugando voleibol, que ha sido mi deporte favorito, y dentro del grupo de voleibol estaba mi primo, que pues obviamente ya la comunidad conocía su entorno, y llegaron estos señores, lo hacen arrodillar. Ya después de que está arrodillado con violencia, golpeándolo y demás, le hacen decir, como tres veces, que dijera que él era un hombre y tenía que decirlo con voz gruesa, que no fuese a hablar como él estaba acostumbrado. Obviamente por su temor a que le fueran a hacer algo, él lo hace. Eso para ellos fue motivo de burla, ellos se reían y se carcajeaban en medio de su machismo. Después de eso lo obligan a que se corte el cabello delante de todos nosotros. (…) Yo en esa época tendría como unos siete años. (…) él tenía como unos 16 o 17 años, más o menos (…). Entonces vivió este tipo de violencia: le hicieron cortar el cabello, le pasaron unas tijeras y él mismo tenía que cortárselo y luego mandaron a un peluquero, porque estábamos cerca de una peluquería, para que el peluquero lo rapara" (CNMH, Jhonatan, persona gay, 23 años, entrevista, 20 de octubre de 2014).
"Ella prácticamente fue una muerte brutal, demasiada brutal, violarla, después de violarla, con cortauñas cortarle los dedos, pedacito a pedacito, y luego de ahí meterle un plátano popocho de esos gruesos por el ano y luego agarrarlo y aplastarle la cabeza, eso lo pasaron por El Extra, la muerte de ella fue horrible" (CNMH, Sandra, mujer trans, 32 años, entrevista, 8 de marzo de 2015).
"Eso pasó hace mucho tiempo, no sé hace cuánto, de una mujer lesbiana a la que cogieron a las malas por su situación, por su condición sexual y la violaron como dos o tres manes, no sé si se murió, no sé qué pasó, creo que eso fue antes de esta golpiza que les hicieron a ellos, es que ya venían como sobre ellos, como sobre nosotros, ya nos tenían como tachados para hacernos el mal, como para hacer el daño, yo me incluyo ahí aunque no lo viví… pues no en ese tiempo, pero sí lo viví hace poquito, por alguien muy cercano, que sus palabras al intentar abusar de mi fueron que: —Yo me la voy a comer para que usted se dé cuenta de que usted no es lesbiana, porque es que usted es lesbiana porque no la ha cogido un tipo como la tiene que coger, porque no le han hecho lo que le tienen que hacer, porque no le han hecho sentir lo que usted quiere sentir. — ¿Si me hago entender? O sea, fueron sus palabras, entonces eso lo hicieron conmigo hace poquito, yo me imagino que a esa mujer le hicieron eso despiadadamente porque era gente más, todavía más, y más dos o tres manes, pues, a mí siquiera solo uno, con complicidad de otro" (CNMH, Yaneth, mujer lesbiana, 29 años, entrevista, 5 de diciembre de 2014).
"Por mi condición de chico trans, he recibido insultos de parte de paramilitares, de guerrilleros, de hecho fui víctima de violencia sexual, producto de esta violación tengo un niño. En el momento que duró, durante el momento de la violación siempre me estaban diciendo que yo no era un hombre, que a mí me podían hacer lo que le hacían a cualquier mujer, que el hombre tenía pene y que dónde estaba mi pene (…). Tengo todos los brazos marcados, porque ellos me cortaban, no sé, estaban endemoniados, no sé por qué disfrutaban haciéndome daño, abusando sexualmente de mí y cortándome en la pierna, en el muslo también tengo una cortada. Producto de eso salí embarazada, muchas personas me han dicho que por qué no aborté" (CNMH, Víctor Manuel, transmasculino, 27 años, entrevistas, 29 de octubre de 2014 y 12 de diciembre de 2014).
"Cerca a mi casa me estaban esperando unos ‘manes’. Era ocho. Mire, yo les puedo asegurar a ustedes que esos tipos eran militares, por la forma en que tenían cortado el pelo, tenían unas botas pero no estaban camuflados. Yo me acuerdo que en medio de ese forcejeo, porque yo voy llegando cuando paso y me cogieron literal, y me empezaron a bajar los pantalones. Como a buscarme yo qué era, qué tenía, qué... y claro, obviamente yo en ese forcejeo, de no dejar verme, obviamente ahí fue una violación, fueron ocho personas. Yo me acuerdo que yo me levanté de ese lugar, busqué mis interiores, los encontré, y nunca encontré mi camisa. Mi pantalón lo encontré vuelto mierda, pero lo encontré. Y yo me levanté de ahí, yo iba destrozado. Pero yo llegué a mi casa y me bañé. Yo no denuncié eso porque yo no entendía eso. (…) Fueron ocho episodios, no los recuerdo, solo recuerdo dos rostros, los otros no los recuerdo. [Tenían una apariencia muy] masculina. (…) Ellos me gritaban y me decían: —Para que sea más macho o para que se arregle”. (…) Me decían “machorra”, me decían que yo era una hembra. Siempre me nombraban como hembra, hembra. Usted es una hembra, usted lo que tiene es... algo muy feo, una palabra horrible, no sé... ¿panocha? Usted lo que tiene es una panocha. Ay, no, una cosa así. Palabras muy fuertes. Pero sí, efectivamente tiene que ver como que querían corregirme. (…) Sí, que fuera mujer, que no, que yo por qué me vestía así. Claro, porque el forcejeo específico fue en los pantalones. O sea, si eso hubiera sido porque yo robé, porque yo le hice mal a esta persona, donde me vean me matan en la calle. Pero no, específicamente el forcejeo fue en mis pantalones. Sí, fue ahí a esa parte. Y yo me acuerdo que todas esas palabras que me gritaban, y cuando me abusaban se reían, se carcajeaban. Además decían que yo era muy bonita. Además salió reinita, me decían. (…). Yo llego a mi casa y empiezo a buscar quiénes habían sido esas personas. Ningún parche me dio razones. Ninguno me dijo: —Sí, nosotros frentiamos y se los mandamos, o es una deuda pendiente, nada. Lo único que María, que ya murió, me dijo fue: —Huy, sabe qué, esos son militares, esos son militares, esos son militares”. (…) Y ella recuerda que eran militares. Ahorita yo veo un militar y digo: igualito, el corte, el peluquiado, la forma en que hablaban. No puedo decir si son paramilitares, creo que son más militares que paramilitares" (CNMH, Sebastián, gay, 32 años, entrevistas, 11 de septiembre de 2014 y 4 de diciembre de 2014).
"Yo sentí que ellos me agarraron y me subieron en una camioneta gris, me llevaron junto a una camioneta. Ellos iban hablando pero yo no les escuchaba nadita porque yo sentía era un chiflido en mis oídos. Luego de eso yo alcanzaba a ver que me tiraron como en un espacio oscuro inmenso y ahí me hicieron barrabasadas hasta decir “ya no más”, yo no sentía. No sentía porque mi cuerpo estaba dormido. Después de que ellos me hicieron... ellos me hicieron todas las barrabasadas más grandes del mundo (…). Me violaron, me pegaron, me ultrajaron, yo sentía que me trataban mal, me golpeaban. A raíz de eso me tiraron como a la mitad de la carretera, y ahí me recogió una camioneta. Yo no recuerdo qué camioneta me recogió, sinceramente no recuerdo. La camioneta directamente no me llevó al hospital, me tiró en la esquina del hospital. Yo estaba completamente desnudo y desde ahí los mototaxistas que estaban en la esquina del hospital, me metieron al hospital porque me vieron sangrando y me vieron mal, que ya no me movía. La gente decía que yo estaba muerto y me metieron a atención médica inmediata, yo no respondía, mi cuerpo no respondía. Cuando me colocaron como un medicamento, mi cuerpo convulsionó porque yo sentí que convulsioné y cerré los ojos. Me demoré inconsciente como tres, cuatro semanas. (…). No dije que era una violación, pero si encontraron maltrato sexual en mi cuerpo. (…). Me preguntaban [en el hospital] qué me pasaba. Yo estaba tan mal que no decía absolutamente nada. No me podía sentar en una silla porque mis nalgas eran... estaban verdes, me habían dado golpes. Es mis manos y mi cara no tenía nada, no me hicieron ninguna fisura en el rostro, pero en las piernas y en los brazos sí" (CNMH, Julián, gay, 21 años, entrevista, 1° de octubre de 2014).
"Cuando llegaron ellos, a las trans les pegaban unas matadas brutales y las violaban, a las lesbianas también las violaban horrible y a los homosexuales, a los gays que trabajaban en las peluquerías, había dos peluquerías: una era de una señora y la otra era de homosexuales, entonces utilizaban una táctica muy extraña y era, por ejemplo, los mismos paracos y los mismos del ejército iban a los putiaderos y a las peluquerías a tener sexo con los gays y a los ocho días los descuartizaban, los empalaban, una vaina brutal" (CNMH, Ricardo, hombre gay, edad sin especificar, entrevistas, 6 de octubre de 2014 y 22 de noviembre de 2015).
"Lo matan por haber cruzado la frontera pero el crimen es más de odio por ser quien es. Perfectamente lo hubieran matado, le habían pegado un balazo, pero la tortura hacia la gente de la comunidad, los crímenes hacia ellos, hacia la gente de la comunidad siempre son más, más sádicos, más sanguinarios, como que: "Ah te matamos porque pasaste y te matamos porque sí" y matan a la gente a machete. Torturan, porque a este hombre trans se le notaban marcas de que estuvo amarrado, se le veían las marcas en las manos" (CNMH, Esteban, 32 años, hombre trans, entrevista, 5 de febrero de 2015).
"Nunca le he robado nada a nadie, así sea cien pesos. Un día, todos me dicen que soy muy estúpida porque devolví $70.000 que me encontré y porque yo sabía que eran de la señora y no fui capaz de gastármelos y se los devolví, cuando a mí no me ha tocado nada. Mientras yo estaba en la universidad, por más mal que estuviera, nunca copié un examen, antes yo le hacía los trabajos a los compañeros para poder lidiar mi carrera, entonces por qué me pasa todo esto si yo nunca le he hecho nada malo a nadie [llanto] por la casa recogía ropa para darle a las que estuvieran mal, cada momentico llegaban desplazados a mi casa y yo les hacía las tutelas, les hacía las demandas sin cobrar nada, cuando los abogados les cobraban 40, 60 mil pesos, y yo simplemente les decía: “Vaya imprima y ya”. Nunca he tratado de abusar de nadie, de pedirle más de lo que es. Por la casa, a todos los niños fui yo en Castilla la que les enseñó a leer, van por allá y les dicen que Lina era la que les ayudaba con las tareas y nunca les cobraba nada porque todos trabajábamos para lo que necesitemos, y nunca… Entonces por qué me pasa todo esto, y gente que ha sido tan mala y tienen con qué comprarse un par de zapatos [llanto]. Yo allá me sentía tranquila andando con estas chanclas porque por allá todo el mundo anda en chanclas, pero cuando llegué aquí me sentí mal, no quería ni subirme al bus pues yo no soy materialista, sino que me duele sentirme que no tengo nada. A uno lo sacan de sus casas, de todo" (CNMH, Lina, mujer lesbiana, 33 años, entrevista, 6 de agosto de 2014).
[1] Para información detallada al respecto se pueden revisar, entre otros, los siguientes informes de memoria histórica: La masacre de Bahía Portete. Mujeres Wayuu en la mira (2010); Mujeres que hacen historia (2011); Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano (2011); El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo (2012); Aniquilar la Diferencia. Lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el marco del conflicto armado colombiano (2015).
[2] Informe realizado de manera conjunta por las organizaciones: Caribe Afirmativo, Colombia Diversa y Santamaría Fundación; presentado públicamente el 13 de octubre del presente año.
Publicado en Noticias CNMH