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26 Oct 2018

Familiares de los diputados del Valle del Cauca entregan informe de memoria a la JEP

Los seres queridos de los representantes, secuestrados en el 2002 y asesinados cinco años después por las FARC, realizaron el acto simbólico este viernes 26 de octubre en una audiencia de la Jurisdicción Especial para la Paz. Esta investigación será presentada a la opinión pública el 10 de noviembre en Cali y el 23 del mismo mes en Bogotá.


El libro “El caso de la asamblea del valle: tragedia y reconciliación”, es el primer ejercicio de memoria histórica que realizan los familiares de los diputados del Valle secuestrados el 11 de abril del 2002 por la guerrilla de las FARC. Este viernes 26 de octubre, en medio de una audiencia pública sobre secuestro político citada por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), los familiares de las víctimas le entregaron a los magistrados este informe realizado de la mano de investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).

Este libro es una reconstrucción íntima de las vidas de los once diputados asesinados en cautiverio en el 2007 (Alberto Quintero, Carlos Alberto Barragán, Carlos Alberto Charry, Edison Pérez, Francisco Javier Giraldo, Héctor Fabio Arizmendi, Jairo Javier Hoyos, Juan Carlos Narváez, Nacianceno Orozco, Ramiro Echeverry y Rufino Varela), del único sobreviviente de este hecho (Sigifredo López), y de las otras tres personas que murieron el día del secuestro: el conductor Walter Hayder López López y el camarógrafo Héctor Hernando Sandoval Muñoz, de RCN, quienes estaban cubriendo lo sucedido; y el subintendente Carlos Alberto Cendales.

Aquí compartimos el prefacio del libro, escrito por el director del CNMH, Gonzalo Sánchez, y los invitamos al lanzamiento oficial que se realizará los días 10 y 23 de noviembre en Cali y Bogotá, respectivamente:

“El caso de los 12 diputados del Valle, secuestrados por las FARC con ardides, mientras sesionaban en la sede de la Asamblea Departamental, el 11 de abril de 2002, es un símbolo trágico de la crueldad y del envilecimiento de nuestro conflicto armado. La paz firmada con esta guerrilla, y la institucionalidad creada para que los procesos de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición relacionados con sus acciones arrojen resultados, ayudarán sin duda a esclarecer lo que falta por saber sobre este hecho atroz, así como a juzgar a los responsables. Será el camino hacia la no repetición y la reconciliación por las que apuestan los propios familiares de las víctimas que dejaron aquí su testimonio.

El informe contribuye al esclarecimiento sobre la manera como fue planeado y ejecutado el secuestro con varios meses de anticipación, sin que las autoridades hubieran tomado en serio los fundados temores sobre su inminencia; señala los comandos responsables a cargo de la operación y el modo de accionar de la guerrilla alrededor del secuestro; también ofrece una testificación directa de la marcha forzada por los Farallones de Cali primero y luego la larga travesía a la que fueron sometidos los diputados por la selva, las montañas, los pantanos y los páramos de la región del suroccidente del país; del largo cautiverio padecido; de las enfermedades, el hambre y las múltiples penurias; de las condiciones inhumanas de cualquier secuestro, que obliga a la víctima a poner su vida entre paréntesis y a luchar por conservarla recurriendo a una fuerza física y emocional que no sabía que era capaz de gestionar.

Este informe arroja luz sobre algunas de las zonas oscuras que quedan alrededor de la modalidad de secuestro político; del secuestro en general como práctica degradante de la guerra; hace que nos planteemos las preguntas que quedan pendientes por resolver. Pero, sobre todo, consideramos que este informe logra el propósito fundamental para el que fue elaborado: dignificar a todas las víctimas directas e indirectas de este hecho atroz: al subintendente Cendales quien custodiaba el edificio, asesinado a sangre fría por los secuestradores en medio de la operación guerrillera; al conductor y al camarógrafo de RCN quienes murieron mientras, en ejercicio de su profesión, cubrían la noticia de la fuga de los guerrilleros, en medio de un operativo militar desenfrenado y sin contemplaciones; a los 11 diputados secuestrados, mantenidos en cautiverio durante cinco años e inesperadamente asesinados en un protocolo inhumano de respuesta al fuego que sus captores consideraron erróneamente enemigo; y al único diputado que sobrevivió y fue liberado después de siete años de cautiverio.

Pero también al hijo que va al cementerio a hablar con su padre; a la hija a la cual la guerra le arrebató su infancia; a la madre que esperaba una anunciada liberación del hijo, “pero siempre pasaba algo”; la soledad deliberada del hijo frente a las primeras pruebas de sobrevivencia, con una mezcla de alegría y de tormento interior: “Entonces yo me fui para mi casa y las vi solo. Empezaron a salir uno a uno los diputados. Mi papá creo que salió en la mitad: parecía un cadáver. Cuando lo vi empecé a llorar”. También se registra el momento de las añoranzas: “En música le gustaban los temas Viejo Farol y Lejos de Ti, que eran tangos, y de muy niño, Amor Divino, de Leo Dan”.

Se evoca aquí el difícil reto del encuentro con los jefes guerrilleros en la iglesia de San Francisco, en Cali, después de la firma de los acuerdos: “con nuestras lágrimas de 14 años recogidas en nuestras manos, pedimos a Dios que, a sus asesinos, los comandantes de las FARC, cada que laven su cuerpo recuerden las lágrimas nuestras para que esas lágrimas les sirvan de fuerza al levantarse cada mañana y cumplir su decisión de construir paz”.

Se evidencian los esfuerzos de los propios secuestrados por tranquilizar a los suyos a través de las pruebas de supervivencia: “Todos sus mensajes estaban cargados de amor y sabiduría, llegó hasta dedicarle una canción a mi mamá”. Y en la misma dirección, el padre que motiva a sus hijos: “siempre nos decía era que termináramos la escuela, que nos enfocáramos, que estudiáramos, o sea, él quería que nosotros siguiéramos adelante”.

En suma, por estas páginas circulan escenas de indignación, de afecto, de espera y también de perdón.

De manera previa, el CNMH publicó dos informes sobre el secuestro: Una verdad secuestrada, que elabora una base de datos sobre el secuestro, sus víctimas y la distribución de responsabilidades entre los actores armados ilegales; y Una sociedad secuestrada, que es un informe temático sobre este crimen de lesa humanidad, que es prohibido por el Derecho Internacional Humanitario.

El secuestro, hay que decirlo con claridad, somete a sus víctimas a múltiples formas de violencia continuada, que no solo dura el tiempo del cautiverio, sino que tiene secuelas posteriores a la liberación. Es un crimen atroz, que afecta no solo a los secuestrados sino a todo su núcleo familiar, psicológica y económicamente, razón por la cual los familiares y amigos de las víctimas sienten que también su vida es puesta en cautiverio, entre paréntesis, forzados a permanecer atentos a las pruebas de supervivencia, a enviar mensajes de apoyo que no saben si logran llegar hasta ellos, o incluso a quedar en medio de la presión del Estado y la de los secuestradores.

En ese sentido, el CNMH considera que además de los secuestrados, son muchos los miles de víctimas de este flagelo en nuestro país, con distintos grados de afectación, que van desde la enfermedad, el trauma, e incluso la muerte. Pero, como si esto fuera poco, es un delito que, en nuestro país, ha tenido un desenlace fatal en un alto porcentaje de casos (de las 37.094 víctimas de secuestro entre 1958 y 2018, 1.147 han muerto o han sido asesinados durante su cautiverio, según reporta el Observatorio de Memoria y Conflicto del CNMH).

Desde otro ángulo el tema de los liderazgos políticos impactados por el conflicto armado, a través de asesinatos, secuestros y confinamientos, ha sido abordado en nuestro informe Hacer la guerra y matar la política en donde se explora la reflexión no solo de la sustitución de las armas por la política, sino del ejercicio de la vida política misma y en últimas de la democracia como víctimas de la guerra.

Como sello característico, este informe se elaboró con la activa participación de los familiares y amigos o copartidarios cercanos de las víctimas. Ellos dejaron aquí su testimonio, sin mediaciones es su propia voz la que narra quién era cada uno, como padre, esposo, hijo, compañero de vida o amigo, como militante de un partido político y como funcionario, el proyecto de vida, el lazo afectivo o el hogar que quedó trunco.

En este informe consignamos el testimonio del dolor de cada familiar afectado, pero sobre todo su manera de sobreponerse al impacto de los hechos, su resiliencia y resistencia constantes, su lucha por elevar su caso a asunto de Gobierno y de sociedad a fin de lograr un acuerdo humanitario que mantuviera viva la esperanza de su liberación, los sueños imposibles de fuga, las movilizaciones ciudadanas, el cara a cara con los perpetradores, y por último, como ya se dijo, su invitación sufrida y generosa a la reconciliación para frenar la tentación a las venganzas sin fin. Todo ello sin eludir el reclamo interpelante de uno de los secuestrados: “A veces pienso que no sé quiénes son más infames, si los que nos secuestran o los que nos olvidan”. Si el secuestro pretendió separarlos, aislarlos de nosotros, que la memoria nos vuelva acercar a ellos, ese es nuestro compromiso.

No solo estigmatizamos a las víctimas anónimas, a los civiles de las regiones apartadas del país. Cuando la violencia se cierne sobre alguien, se levanta el dedo acusador: “por algo sería”. Por eso, en el CNMH no hemos cejado en nuestro empeño de luchar contra la estigmatización prejuiciosa de una buena parte de la sociedad, cuando no indiferente y ajena al dolor de los otros.

Por ello, dignificar a cada una de las víctimas de este secuestro masivo, así como a sus familiares, sigue siendo una tarea pendiente. Confiamos en que este informe ayude a llenar algunos de los tantos vacíos que dejó el secuestro de los diputados de la Asamblea Departamental del Valle, aunque en estricto sentido no haya manera de llenar el abismo de soledad e injusticia abierto entre un padre y la hija de dos años que fueron separados para siempre, de un abuelo que no vio nacer a sus nietos, de un compañero que seguirá siendo extrañado, o de la madre o el padre que murieron sin volver a abrazar a los hijos perdidos por la deshumanización de la guerra.

Que estas páginas sean el inicio del reconocimiento estatal y social de una deuda de memoria pendiente con las víctimas fatales de estos hechos y con sus familiares que siguen cargando su dolor y su reclamo de justicia y pleno esclarecimiento.

A ustedes familiares de los diputados, les ofrecemos nuestra solidaridad y un gracias infinito por habernos convertido en depositarios de su palabra. Confiamos en que este libro sea una expresión material de nuestra gratitud, pero también de nuestro deber de dar audiencia y espacio a sus voces”.



Publicado en Noticias CNMH

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