Haciendo memoria de los Diputados del Valle
Cuando se avanza decididamente hacia el cierre del alzamiento armado en Colombia, la memoria se reactiva al menos de tres maneras: en la primera indaga sobre las dimensiones del pasado doloroso que se quiere superar, para esclarecerlo; en la segunda, con vocación de presente, se proyecta como una aliada de la paz y de la convivencia, como un espacio de conversación para el reencuentro de víctimas, de actores y de comunidades; y en una tercera versión la memoria, con vocación de futuro, le cierra las puertas al uso vengativo de la historia, bajo la consigna, llena de contenido ahora, de que se recuerda para no repetir, y para transformar las condiciones que hicieron posible la guerra. Esclarecer, reconciliar y transformar.
La décima conmemoración este domingo 18 de junio de la trágica muerte en cautiverio de once de los doce diputados de la Asamblea del Valle, secuestrados por las FARC el 11 de abril de 2002, nos pone frente a un escenario de cruce de caminos de la memoria. Primero, nos pone frente a la necesidad de reconocimiento de una de las más grandes perversiones de la guerra en Colombia y una de las más flagrantes violaciones al derecho internacional humanitario, no solo para quienes la sufren directamente como privación de la libertad, y como riesgo inminente de muerte durante años y años, sino también para sus entornos familiares, políticos o comunitarios, que ven trastocadas sus cotidianidades y sus proyectos de vida ante la incesante y atormentada espera del regreso. Segundo, el caso da cuenta al mismo tiempo de uno de los grandes beneficios del proceso de negociaciones de paz, pues fue este el que abrió la ventana de oportunidad para el reclamo dolorido de la verdad en el cara a cara de las víctimas y sus verdugos en la Habana, y luego al reconocimiento público de lo acontecido por parte de estos “como el acto más vergonzoso en la historia de la violencia”. Tercero y último, en este, como en tantos otros casos de esta historia de atrocidades de Colombia, los familiares de las víctimas, sin renunciar a los pendientes de verdad , de reparación y dignificación, y con generosidad inmensa, le apostaron públicamente a la paz, pensando en el futuro de sus hijos y el futuro de Colombia. Lecciones que deja la guerra, pero también lecciones que deja la paz.
Publicado en Noticias CNMH