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Diana Gamba

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Diana Gamba

Publicado

3 Oct 2019

“Hay que tener un museo conectado con las exigencias actuales”, una conversación con Francisco Estévez

Hablamos con Francisco Estévez, director del Museo de Memoria y los Derechos Humanos de Chile, sobre la creación y apropiación de uno de los lugares de memoria más importantes de Latinoamérica, luego de casi 10 años de su inauguración.


Francisco Estévez, director del Museo de Memoria y los Derechos Humanos de Chile, acompañó la instalación que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) tuvo en la Fiesta del Libro de Medellín. Este espacio, compartido con el Museo Casa de la Memoria de Medellín, amplió las reflexiones sobre creación y protección de la memoria histórica en Colombia y Latinoamérica desde distintos ámbitos: periodísticos, educativos, culturales, artísticos y museísticos.

En una charla junto a Rafael Tamayo, director del Museo de Memoria de Colombia, y Catalina Sánchez, directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín, Estévez compartió nuevas miradas frente a la construcción de memoria. Bajo su dirección, el Museo de Memoria y los Derechos Humanos de Chile ha tomado como bandera la visibilización y protección de las víctimas que dejó la dictadura y ha buscado convertirse en un espacio donde las luchas actuales de la sociedad chilena puedan ser leídas bajo una mirada crítica. Aquí compartimos sus reflexiones.

¿Cómo surge la necesidad de crear un museo de memoria en Chile?

El museo se crea a partir de los informes de las comisiones de verdad y reconciliación, que se elaboran con el objetivo de contribuir al esclarecimiento de las principales violaciones de los derechos humanos cometidas entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. Estos informes cuentan con mucho detalle cómo ocurrió la represión en esos años, se identifican también las víctimas y se señalan las circunstancias de su ejecución o desaparición. Los informes establecen una verdad transversalmente aceptada, no unánime, de lo que pasó en esos años, y casi como una recomendación de estos informes surge la necesidad de construir un museo de la memoria. Empieza su construcción en el 2008 y termina 2010, desde entonces ya han pasado diez años.

¿Cómo se ha apropiado la ciudadanía del Museo?

Considerando que Chile tiene menos población que Colombia (18 millones vs. 49 millones), recibimos al año 200.000 personas. Para Chile es bastante y su número incrementó a partir de una ofensiva negacionista que hubo contra el Museo. Eso afirmó la necesidad de su existencia. Un tercio son estudiantes de distintos liceos y colegios, el otro tercio son turistas, particularmente de América Latina, y la otra parte es público general.

¿Cómo logra el Museo en Chile que la gente sienta empatía por las historias presentes en él?

El Museo es un lugar de mediación con el derecho a la memoria que tienen todos los ciudadanos. Para mí la clave de la empatía es que la persona sienta que tiene el derecho natural de hacer uso de la memoria y sentirse dueño, no materialmente, sino simbólicamente del lugar donde está. Esa, a mí juicio, es la base de la empatía.

¿Cómo alcanza su legitimidad el Museo de Chile?

A nivel parlamentario se acaba de formar un grupo de amistad parlamentaria con el Museo. En él hay de todas las posiciones políticas. También hay una buena relación con los ministerios y no es fácil porque este es un museo que podría vincular más a la oposición respecto al actual gobierno. Sin embargo, entendemos que este museo debe estar situado más allá de ese conflicto y es la identidad de la memoria y la prioridad de la defensa de los Derechos Humanos y de la democracia. Hay otras formas de lograr legitimidad y es reconocer a las personas que visitan el Museo como ciudadanos de la memoria.

El relato que cuenta el Museo en Chile parte de un consenso. ¿Ese relato puede llegar a cambiar con el tiempo o es algo fijo que a partir de ahí marca otras perspectivas?

Tiene que cambiar porque el relato también está situado históricamente. Lo que no cambia es la identificación de las víctimas y de las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en relación a esas víctimas. El relato tiene que introducir nuevas perspectivas, va tomando elementos del tiempo presente que son indispensables para que el Museo tenga también un significado de actualidad.

Por ejemplo, ante la emergencia del movimiento feminista de América Latina y el mundo surge la pregunta: ¿De qué modo está verdaderamente visibilizada la lucha de las mujeres en el corazón de la democracia y los derechos humanos? Durante la marcha de ‘Ni una menos’ vi el lienzo de los familiares de ejecutados políticos, liderado principalmente por mujeres que pertenecen a esa agrupación de familiares. Eso demuestra que su demanda como familiares de víctimas de la dictadura también tiene diálogo presente y actual con las demandas feministas. Eso te obliga a tener un museo conectado con las exigencias actuales y te obliga a repensar también la muestra.

¿Cómo trabaja el Museo con otros lugares de memoria de Chile?

Si uno recorre el país se encuentra muchos lugares y sitios de memoria. Eso es un desafío porque un museo de la memoria solo se puede entender en red. Un sitio muy emblemático es lo que se conoce como Villa Grimaldi, hoy día Parque por la Paz, ubicado en la zona oriente de la ciudad de Santiago. El presidente de ese sitio de memoria es integrante del directorio del Museo. Entonces, sí hay líneas de cooperación para hacer exposiciones; es una relación que debe construirse, que no estaba de por sí, pero es indispensable ver que la memoria es una, que se construye socialmente y que se construye más allá de las individualidades y de los intereses de una u otra institución.

¿Qué va a ocurrir con la construcción del Museo de la Democracia, que busca contar otro relato distinto al del Museo de Memoria y los Derechos Humanos?

Sí existió por parte del gobierno actual la idea de un museo de la democracia y no sé cómo se va a concretar. Es complejo, porque quienes proponen ese museo lo que buscan es justificar el golpe. Decir que había una crisis tan grande durante la democracia en Chile, con el gobierno de Allende, que el golpe fue inevitable. También quieren hablar de la recuperación de la democracia, pero entonces, ¿cómo van hablar de la democracia saltándose todo el período de la dictadura? Las contradicciones están.

¿Cómo han hecho al interior del Museo para defender los derechos humanos cuando existen posiciones políticas que pueden estar en contra de este relato?

No hay una receta, pero sí hay una visión y es que esta no es cualquier memoria, es una memoria que está en diálogo con la democracia y los derechos humanos. Sí hay personas que no tienen una posición democrática o que relativizan la importancia de los derechos humanos. Lo que nos interesa es convocar a aquellas personas para quienes la democracia y los derechos humanos son importantes y no importa la posición política que tengan, si es de centro o es de derecha o izquierda.

¿De qué forma dialoga el Museo con las nuevas generaciones?

Un dato importante es que el Museo está vinculado a la malla curricular. Cuando estudian historia hablan también de derechos humanos y voluntariamente muchos profesores deciden traer a sus estudiantes al Museo. Un componente clave del Museo es la educación y como en general los profesores tienen una conciencia más crítica informan en el colegio que desean ir al Museo de la Memoria. Hay distintas formas: conciertos, actividades que la gente puede encontrar para relacionarse con el Museo y el Museo es hoy en día una institución social muy reconocida.