La búsqueda que no acaba en el Laberinto de Ausencias
El Centro Nacional de Memoria Histórica acompañó a familiares de víctimas de desaparición forzada en su recorrido por el Laberinto de Ausencias, instalación que hace visible la magnitud de esta forma de violencia en el Eje Cafetero y en el Valle del Cauca.
Andar sin encontrar el camino, entre miles de rostros, de fechas y de lugares, hasta reconocer a un ser que hace falta en algún lado entre familiares y amigos. Los días de las buscadoras están plasmados en el Laberinto de Ausencias, una obra del colectivo Magdalenas por el Cauca, que ocupó la Plaza de Bolívar de Pereira, en el marco de la conmemoración de la Semana Internacional del Detenido Desaparecido. El Centro Nacional de Memoria Histórica acompañó esta instalación artística que cuenta con más de 4000 fotografías de víctimas de desaparición forzada de la región del Eje Cafetero y del Valle del Cauca.
«Empezamos a poner las fotos y, de repente, nos tocó parar porque estábamos perdidos —destacó Yorlady Ruiz, artista que lidera, junto a Gabriel Posada, el Laberinto de Ausencias—. Así es esta búsqueda, tener que parar en algún momento por falta de dinero, por seguridad, por el mismo trabajo». Adicionalmente, Magdalenas por el Cauca trabaja en la producción de un documental a partir de esta iniciativa artística que se ha construido desde 2008 para hacer visible el impacto de la desaparición forzada. «Este laberinto que tristemente fue creciendo, que es bello en su estructura, que siempre nos embolata cuando estamos dibujándolo —quienes han vivido en el campo saben qué es que a uno lo embolate un duende—. Sin duda, encontrarnos en estos espacios no es fácil, todo el tiempo tengo la lágrima que se me viene, pero la atajo y la embobo, porque si no, no me sale la palabra», señaló Yorlady.
Es así como este laberinto de ausencias también es un laberinto de historias; las de quienes recorren la estructura intrincada en espiral, ordenada por años, hasta encontrar a sus desaparecidos.
Libia Ospina, miembro de la Fundación Supervivientes Maná, hoy enfrenta un nuevo ciclo de ausencia por la desaparición de su sobrino Jhan Carlos Ospina, visto por última vez el 22 de marzo en Armenia.
Daisy Osorio, que se fue a la guerrilla de las FARC-EP siendo una niña, hoy busca a su hermana, desaparecida por el mismo grupo armado. «Me fui creyendo en cambiar la vida que la gente llevaba, sobre todo la del campo, pero pasó el tiempo y empecé a tomar conciencia de que no era lo que había ido a buscar y decidí abandonar el grupo armado. Estuve 15 días amarrada, pasé por consejo de guerra y me dieron otra oportunidad; entonces, continué otros años», cuenta Daisy. Varios de sus familiares fueron enjuiciados por la guerrilla, incluyendo su hermana de 12 años. «No hemos podido recuperar el cuerpo, pero sé que está muerta. A pesar de que tengo una red de personas que me han ayudado a buscarla, no hemos podido encontrar el lugar».
Después de abandonar la guerrilla, Daisy empezó a buscar a su hermana, pese a que se convirtió en objetivo militar de sus excompañeros. «Es duro saber que está en una montaña y parece que no quisiera que la encontremos, porque entramos y no damos con ella, pero siento que tengo esa responsabilidad y, a veces, pienso qué hubiera pasado si ella fuera la que estuviera viva y yo muerta». Hoy, Daisy apoya la búsqueda de otros desaparecidos a través de contactos entre quienes dejaron los fusiles. Además de buscadora, es mamá y quiere que su hijo, cuando conozca su pasado, sepa también sobre lo que hizo para reparar las consecuencias de sus actos. «Volvería a querer cambiar el país, pero lo haría de otra manera».
Zoraida Tatiana Hernández, integrante de la Mesa Departamental de las Víctimas de Risaralda, lidera el colectivo Una Voz por los Desaparecidos, que cuenta con apoyo de la Universidad Católica de Pereira. «Soy una hija buscadora y una hermana buscadora desde hace 28 años. Me siento cansada, pero no de buscar, sino con las entidades garantes, administradores de ciudades y departamentos que no le dan la importancia que esto se merece». Zoraida señala que, a pesar de saber dónde está enterrado su padre, hasta hoy dado por desaparecido, no ha encontrado voluntad institucional para llevar a cabo una investigación que confirme su identidad y le permita acceder a sus restos. «Para mí, este no es un día especial sino muy triste, porque todos los días estoy pensando en mis desaparecidos, pero no solo en los míos, porque hay desaparecidos todos los días».
Libia Ospina Criollo es una de las cinco buscadoras que iniciaron la Fundación Supervivientes Maná, en 2016, la cual en la actualidad está compuesta por 25 familias, cada una con un ser querido desaparecido. «Diego Fernando Ospina es mi hermano; él desapareció en el 2004, en Ciénaga, Magdalena. Vinimos a presenciar la obra del laberinto, aquí me encuentro con su foto», comentó. El cuerpo de Diego Fernando fue exhumado en 2008, después de que su hermana, Libia, diera con su paradero en 2019, y se formalizara la entrega de sus restos en 2023. Sin embargo, el ciclo de vacío y búsqueda no acaba: «Hoy, nuevamente sufro el flagelo de la desaparición, con mi sobrino Jhan Carlos Ospina Otálora, que desapareció el 22 de marzo de 2025, en Armenia, Quindío».
La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), en el informe Colombia adentro: relatos territoriales sobre el conflicto armado, da cuenta de más de 4800 víctimas de desaparición forzada en el Eje Cafetero —2344 en Caldas, 1720 en Risaralda y 760 en Quindío. «Hemos sido una región que se ha invisibilizado en el marco del conflicto armado, pero, pese al negacionismo que persiste en estos territorios, se ha demostrado que la victimización producto de distintas dinámicas del conflicto armado no solamente ha impactado en el pasado reciente, sino que ha continuado», señaló Carolina López Giraldo, directora del Centro de Investigaciones sobre Conflictos, Violencias y Construcción de Paz (Cedat) de la Universidad de Caldas, otra de las entidades presentes en la conmemoración.
Respecto al Laberinto de Ausencias, esta investigadora destacó que esta iniciativa de Magdalenas por el Cauca haya logrado reunir más de 4000 fotografías de personas desaparecidas desde 2008. «Es una obra de memoria que nos habla de ese impacto continuado de la desaparición de personas, no solo en el pasado reciente sino en la actualidad». Al respecto, se refirió a las diferentes modalidades generadoras de desaparición forzada en el Eje Cafetero: la estigmatización y persecución de la movilización social en los 80 y 90, el reclutamiento de los grupos armados ilegales, la denominada «limpieza social» y las ejecuciones extrajudiciales en la década del 2000. «Hacia la actualidad, sobresalen desapariciones ligadas al contexto del crimen organizado, de los grupos armados ilegales y del conflicto en general en nuestro país, que ya no solo tiene impacto en lo rural, sino también en lo urbano», agregó. En esa medida, familias que ya perdieron a una generación de seres queridos hoy tienen otra generación de desaparecidos, por lo que el ciclo de vacío y búsqueda vuelve a comenzar entre rostros, fechas y lugares. Así se extienden los laberintos de ausencia para quienes atesoran la foto de un desaparecido.