La Tullpa Yanakona encendió el fuego. Alrededor de la hoguera, una comunidad de yanakonas sin tierra agradeció a la madre tierra, a la luna y a la lluvia en el inicio de la «Minga por la Casa Grande». Este encuentro en Tenjo, Cundinamarca, liderado por esta organización indígena y apoyado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y varias entidades y colectivos, fue el primero que realizaron desde su llegada a Bogotá, desplazados por el conflicto armado de su territorio ancestral.
“Esta minga es muy importante porque nos permite visibilizar nuestro proceso, que es de población desplazada del pueblo Yanakona que hemos llegado a Bogotá en diferentes épocas a partir de 1985, y hasta el momento no hemos tenido un proceso de restitución de nuestros derechos”, explicaba el coordinador de la minga, Luis Rodrigo Piamba, integrante del colectivo La Tullpa Yanakona. Los yanakonas se encuentran en diáspora en Bogotá y Cundinamarca. Originarios del Cauca, quisieron levantar nuevamente la Casa Grande, un sitio en el que pueden reunirse para hablar sobre ancestralidades, sobre su cultura y las memorias del conflicto que se están perdiendo debido a su desplazamiento. El pueblo Yanakona es reconocido como víctima de exterminio cultural en el Auto 004 de seguimiento de la Corte Constitucional.
La «Minga por la Casa Grande» fue el resultado de una iniciativa de memoria histórica de La Tullpa Yanakona, con el apoyo técnico del CNMH, con el objetivo de recuperar la memoria histórica, fortalecer el proceso organizativo, y proteger la cultura y el territorio de este pueblo indígena, afectado por el conflicto armado a través de hechos del conflicto armado traducidos en amenazas, asesinatos, reclutamiento forzado, violencia sexual, desplazamiento forzado y despojo de tierras.
Un encuentro para transmitir los saberes ancestrales
“Para nosotros es muy importante el tema de la memoria histórica y trabajar con los niños. La ciudad es muy absorbente y nuestra cultura se pierde. Además de que nos perdemos físicamente, porque en nuestros territorios asesinan a la gente o nos desplazan, estas situaciones también traen una muerte cultural”, señaló Luis Rodrigo Piamba.
“Ha sido una iniciativa que se desarrolló en muy poco tiempo, porque la comunidad ya traía un proceso previo con las autoridades indígenas de Bakatá. Ha sido crear una estructura y una jornada de apropiación de los jóvenes y un intercambio intergeneracional de las actividades tradicionales”, sostuvo Ivan Sosa, líder de la iniciativa de memoria histórica del Centro Nacional de Memoria Histórica. “Se desarrollaron varios encuentros previos, como talleres de diseño físico del espacio, diseño gráfico, comunicaciones para generar una estrategia, y se realizó un espacio intercultural de música hip hop”.
Entre el sábado y el domingo se realizó el montaje de la Casa Grande, una ceremonia de armonización, actividades para compartir tradiciones culturales del pueblo Yanakona, como el tejido y la música, un taller de estampación, y una ofrenda al fuego como cierre del encuentro.
“El tejido lo aprendí de mi mamá. Ella toda la vida tejió la jirapucha —técnica de tejido tradicional con hilos de fique— y me dio esa enseñanza. Hoy ya perdió la visión y no puede tejer, explicaba María Delfa Tintinago, desplazada del resguardo de Rioblanco, de Sotará, Cauca. “Seguir manteniendo mi cultura, a pesar de que estoy fuera de mi territorio, es una de las cosas que me hace sentir verdaderamente yanakona. Una quisiera vivir en su territorio y, si ya no lo puede hacer, le toca tratar de sobrevivir con su cultura, fuera de él”.
Cerca de 90 familias que conforman La Tullpa Yanakona han sido desplazadas de manera forzada y por eso residen en diáspora en Bogotá, especialmente en las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy, Puente Aranda y Bosa, que históricamente han sido territorios receptores de población víctima de desplazamiento forzado. Los yanakonas de La Tullpa llegaron de los resguardos ancestrales caucanos de Rioblanco, Guachicono y Pancitará, Caquiona y San Sebastián. En total, el pueblo Yanakona sostiene que 11.920 de sus integrantes (el 34% de los casi 35.000 censados en 2018 por el DANE) han sido desplazados de su territorio ancestral y se han reubicado en distintos municipios del país.
Un lugar con calor de hogar
La Casa Grande es, por lo pronto, un plástico izado sobre una cuerda entre dos largueros que forma un techo bajo el cielo para que la lluvia no los separe ni apague el fuego. Es también una estructura diseñada por el colectivo de arquitectura La Subversiva y el Taller Casa Quemada entregada a los yanakonas de La Tullpa durante la minga para sus actividades. Pero, sobre todo, es el anhelo de la reubicación para su comunidad.
También participaron de las actividades las Autoridades Indígenas por Bakatá, el artista Aldan Loop, de Xkripta Studio, y el Voluntariado de Proyección Social de la Universidad Los Libertadores, que ha apoyado el proceso organizativo de La Tullpa Yanakona. “Todos, indígenas o no, tenemos un fuego que llevamos dentro y que ofrecemos a la sociedad”, dijo Willington Piamba, consejero de La Tullpa Yanakona, encargado de la espiritualidad y las medicinas ancestrales. En la minga, los yanakonas encendieron su fuego para avivarlo, para evitar que se apague.