El pasado 2 de octubre, la Estrategia de Pedagogía del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) realizó el conversatorio Docencia rural en medio del conflicto, un encuentro que permitió reconocer el papel crucial que cumplen los docentes en contextos rurales que sufren el conflicto armado colombiano.
La construcción de una cultura de paz a través de prácticas pedagógicas es uno de los tantos retos que asumen los docentes. “Cuando se habla con un docente rural, él tiene que ser el rector, el profesor, el psicólogo, el terapeuta, incluso el médico; hay una cantidad de labores que asumen día a día”, señaló Adriana Mendoza, docente de la Universidad Pedagógica Nacional.
Pero los docentes no solo afrontan esos roles. “En los lugares del conflicto armado, el profesor debe ser también el defensor de la escuela y tiene que estar mediando entre unos y otros grupos; en algunos casos, es obligado a tomar partido”, agregó.
La escuela no ha estado exenta de ser blanco de los grupos armados; los docentes de la ruralidad ocupan un sitio político y social dentro del territorio en el trabajo para construir una cultura de paz desde las aulas. “Los docentes son líderes capaces de construir una agenda política y de acción ciudadana con la comunidad”, afirmó Alexander Monroy, docente de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD).
Maestros víctimas del conflicto
Bajo este panorama, el ejercicio de la docencia se ha encontrado en un escenario de múltiples violencias que afectaban el proceso educativo, como la vinculación de niños y jóvenes a grupos armados, las desapariciones, los asesinatos, hechos de violencia intrafamiliar, la tensión y el miedo. A pesar de lo anterior, los docentes no desistieron en su labor educativa, por el contrario, se organizaron y decidieron utilizar la educación como una forma de resistencia frente a la violencia.
“En Colombia el sector rural arrastra un rezago evidente en materia educativa y eso incide en la calidad de vida y en la economía rural”, sostuvo Daniel Olivera, docente de la UNAD, que presentó estadísticas sobre el tema: “1.579 maestros han sido víctimas del conflicto armado en Colombia. Detrás de cada cifra hay una vida, unos sueños, un trabajo con la comunidad arduo y dedicado”.
“A través del trabajo de memoria histórica, el docente rural propende por una pedagogía de la esperanza”, aseguró Alexander Monroy, quien desde el aula universitaria confronta a los estudiantes con su propia realidad y los incentiva para comprender los fenómenos que están lejos de las grandes capitales y que parecieran olvidados.
Una pequeña parte de todo el andamiaje educativo que han construido los docentes ha sido producto del esfuerzo de apropiar la paz, no como un discurso pasajero o parte del pénsum académico, sino como una práctica constante de su cotidianidad, que lleva implícitos valores como respeto, cooperación, autonomía, racionalidad, democracia, solidaridad, tolerancia, convivencia y respeto para conseguir la calidad que propone el sistema educativo.
Otro aspecto fundamental, al cierre del conversatorio, fue resaltar la presencia de la radio como medio de comunicación en el territorio rural. “La radio tiene eco en el territorio, acorta las distancias y rompe ese lastre del olvido”, afirmó Alexander Monroy. “Las emisoras comunitarias llegan con formatos mas cercanos a lo rural, con pedagogía radial, que permite escenarios de diálogo formativo y social y también con posibilidades educativas”, agregó Adriana Mendoza.
Los docentes invitados, quienes vienen trabajando desde la investigación pedagógica, aseguraron que la educación rural tiene un fin único: formar y educar a todas las personas pertenecientes a las zonas rurales para lograr su desarrollo óptimo y profesional ante la sociedad. Todas las personas merecen tener las mismas oportunidades y los docentes continuarán poniendo todo de su parte para que así sea.