La memoria es el camino

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Publicado

10 diciembre 2022

La memoria es el camino

  • La Caravana por la Memoria recorrió Bogotá, honrando la vida de quienes han sido arrancados por la violencia y trazando una ruta que incluye las experiencias y acciones de resistencia en los territorios del país.
  • Un emotivo concierto de Adriana Lizcano y Edson Velandia marcó el cierre de la Semana por la Memoria y el inicio de un camino por recorrer con todas las memorias.

Recorrer y contar la memoria —una y muchas veces— porque la memoria es un camino. Un camino del pasado pero, ante todo, de lo que está por venir; un camino que recorre la espiral del tiempo, en la cosmogonía de los pueblos indígenas, y que atraviesa calles, veredas, ríos y selva. La Caravana por la Memoria, recorrido propuesto en la jornada final de la Semana por la Memoria organizada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh), partió de la Plaza de Bolívar, en el corazón de Bogotá.

La Casa del Florero fue el espacio para recordar a las personas desaparecidas durante la retoma del Palacio de Justicia. Pilar Navarrete, integrante del Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), recuerda allí una vez más a su esposo Héctor Jaime Beltrán, mesero de la cafetería del Palacio, en el último lugar donde se sabe que llegó con vida. Invita a los marchantes con un adagio popular a crear y mantener los lugares de memoria en toda la ciudad y en el país: “Si quieres ir más rápido, camina solo, si quieres llegar lejos, ve acompañado”.

El camino continúa con una parada en la carrera séptima con la Avenida Misak (Jiménez), el lugar donde fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Una placa conmemorativa ubica el sitio donde empezó la ausencia del líder popular y la estrategia de exterminio de la legión que lo seguía. Una marca más profunda en la memoria del país. Cada ausencia no es un muerto si se recuerda con dignidad. Cada nombre es una vida y una posibilidad de continuar sus luchas y anhelos.

Luis Piñero, 48 años, venezolano de nacimiento y bogotano de corazón, pregunta el porqué de la procesión que pasa por el frente de su negocio ambulante en el Centro de Bogotá. “Qué bueno es recordar nuestros muertos. Los míos están lejos de aquí, pero los siento —cuenta pensando en quienes se quedaron atrás de sus pasos, pero todavía están en su memoria—. Qué bueno, compa”.

Mañana puede ser tu hijo o tu hermano

Calle 18 con carrera séptima. El sitio donde fue asesinado Nicolás Neira, un joven de 15 años, presente en las manifestaciones del 1 de mayo de 2005. Es difícil estar allí para Ángel Amaneceres, representante de la campaña contra la violencia policial. “Esta violencia nos ha arrebatado no solo a Nico sino a muchos compañeros y compañeras”. Ella cree aún en este recorrido que inicia, en este camino para encontrarse, para tejer la memoria y para continuar los proyectos políticos y sociales de aquellos que ya no están presentes. “Estamos convencidos de que nuestra voz solo se hace más fuerte si recordamos y si hacemos viva la memoria de nuestros hermanos y hermanas”.

Transeúntes, comerciantes y vendedores ambulantes presencian el paso de la Caravana, escuchan los mensajes del trabajo de diversas comunidades que tienen un solo propósito: resistir al olvido inducido, provocado.

Un camino, el de la memoria, que puede corregir el rumbo perdido al andar. “Esta caravana es una apuesta por recuperar la confianza de la ciudadanía y las víctimas”, apunta David Medina al llegar a la calle 19 con carrera 4, el sitio donde el disparo de un miembro del ESMAD acabó con la vida de su sobrino Dilan Cruz en las protestas del 23 de noviembre de 2019. “No es Nicolás, no es Dilan, sino todos. Que esa indiferencia se acabe y nos demos cuenta de que no son solo emblemas, nombres, estadísticas, sino que tenían familias: padre, madre, tal vez hijos… y que son muchos y mañana puede ser tu hijo o tu hermano; hasta tú mismo”, pide al recordar a Dilan. “No más impunidad”, corean decenas de personas que lo escuchan.

La Caravana sigue. En el Parque de la Independencia, sobre la carrera séptima, se encuentran los participantes, venidos de Nuevo Chile, Molinos, Verbenal, en Bogotá; de Soacha, de Cauca, Nariño, Antioquia y de todo el país, al cierre de una Semana por la Memoria dedicada a recorrer en juntanzas todas las memorias. Siguen por la calle 26, por la que realmente se llama Avenida Jorge Eliécer Gaitán. El Eje de Paz y Memoria de Bogotá –aún por desarrollar a pesar de que el decreto distrital que lo creo data de 2014- es espacio también para compartir los sabores y aromas de una olla comunitaria del colectivo Sentipensante, la manera sabrosa y vegana de compartir el recuerdo de esta ruta. La Caravana, repuestas las fuerzas, parte hacia la Universidad Nacional, habitada por memorias que cuentan múltiples relatos de luchas y represión del movimiento social.

 

 

Por veredas, ríos y selvas

Más allá de la ruta de la Caravana, ese camino que es la memoria, llega a todo el país, siguiendo los pasos de las violencias, a través de veredas, ríos y selvas. De ese camino, que enseña y advierte a las nuevas generaciones para la no repetición, dialogaron bajo la carpa principal de los encuentros de la Semana por la Memoria, los representantes del resguardo indígena de Arquía, en Unguía, Chocó, y del Consejo Comunitario de Santo Madero, de corregimiento El Paraíso, en San Jacinto, Bolívar, dos comunidades acompañadas por la Estrategia de Reparaciones del Centro Nacional de Memoria Histórica.

A 1,5 kilómetros de la frontera con Panamá, los indígenas del pueblo Gunadule del resguardo de Arquía se comunicaban con sus hermanos de las comunidades Paya y Púcuro a través de una trocha que se interna en el Darién hacia el país vecino. Hasta que paramilitares bajo el mando de Fredy Rendón Herrera, alias el Alemán, masacraron en medio de este paso ancestral a 3 de sus sailas —sabedores tradicionales— y 2 líderes comunitarios, el 17 de enero de 2003. La reapertura del camino, cerrado por el miedo durante 18 años, fue documentada en un audiovisual que llamaron Güegui, latidos del pueblo Gunadule —güegui significa corazón en idioma gunayala— realizado con el acompañamiento del CNMH.

“Sabemos que los indígenas no tenemos la culpa de lo que pasa —dice Nelson Yabur, secretario del resguardo—. El conflicto es ajeno, pero nos afecta. Decidimos recordar porque es como multiplicar el conocimiento de lo que pasó a la nueva generación. Algunos jóvenes tal vez quieren seguir el camino de los grupos ilegales que están en el territorio. Esta memoria es para decirles que este no es un buen camino”.

El Consejo Comunitario Santo Madero plasmó el recorrido de sus memorias en la serie radial Santo Madero un territorio que se lleva en las venas, de cuatro capítulos que cuentan la historia que los une a los palenques, su cultura y tradiciones, la afectación del conflicto armado desde los 80 y las resistencias de su comunidad para permanecer en su territorio. “No es fácil sobrevivir en los Montes de María, porque las pretensiones externas son complejas, con megaproyectos que arrasan la economía familiar y campesina”, reconoce Amilkar Rocha, representante legal del Consejo Comunitario, que hace un recuento del paso de la violencia por su comunidad.

“Sufrimos violencia en la Guerra de los Mil Días, en la guerra bipartidista y en el conflicto armado. Entendimos que los patrones que involucraron nuestra comunidad en la violencia se repitieron por participar directa o indirectamente del conflicto”, explica Amilkar, que coincide con Nelson en los aprendizajes que representa el camino de la memoria. Los nombres de las violencias parecen caprichosos, sus consecuencias, no.

 

 

Un camino que debe continuar

“Somos la memoria de nuestros hijos. Y sus manos, sus ojos y sus bocas, porque ellos no pueden hablar”. Las Madres de Soacha, víctimas de ejecuciones extrajudiciales suman sus palabras a la construcción de este camino colectivo, y con ellas abrieron paso a la música como cierre de seis días dedicados a hacer visibles las memorias del conflicto armado y de la violencia.

La directora del CNMH, María Gaitán Valencia, marcó también el camino que sigue. “Estamos felices del tejido y complicidad que ha comenzado a tomar forma. En apenas cinco semanas desde el inicio de esta administración del CNMH se puso en pie este espacio de confianza y dignidad en plena Avenida Jorge Eliécer Gaitán”, señala para el futuro, desde ese escenario íntimo en el que se convirtió durante una semana en el Eje de Paz y Memoria. “Cerramos la Semana por la Memoria, pero en realidad lo que hacemos es comenzar un trabajo emocionante, necesario y lleno de retos”.

Y las canciones de Adriana Lizcano y Edson Velandia, cargadas de dignidad, denuncia, memoria y auténtica identidad popular, resonaron entre la gente y se tomaron la noche de la calle 26. El camino que es la memoria sigue. La memoria es el camino.

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