«Lo que no conocemos no lo cuidamos, lo que no cuidamos no lo amamos», afirmó contundentemente Jhon Alexander Orobajo, autoridad del Resguardo Muisca de Bosa, durante una de las armonizaciones del territorio ancestral realizadas en Bogotá. Bajo la tutela de los cerros de Monserrate y Guadalupe, montañas sagradas para esta colectividad indígena, un nuevo avenimiento tuvo lugar en el Parque de la Independencia, con el acompañamiento del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la Dirección Técnica del Museo de la Memoria de Colombia (MMC). Esta concertación de la palabra contó con la presencia de los profesionales del equipo de procesos y acciones diferenciales Jeimmy Orozco y Juan José Ramírez, y los mamos de la comunidad Wiwa provenientes de las Sierra Nevada de Santa Marta.
Uno de los objetivos propuestos al inicio de las jornadas fue la sensibilización del equipo misional del Museo de Memoria de Colombia para reconocer otras formas de aprendizaje y experiencias compartidas sobre las consecuencias directas del conflicto. Precisamente, ha sido la confrontación en el territorio lo que ha roto tradiciones y costumbres propias, así como se ha producido el desbalance en la relación entre el hombre y la tierra como dadora de vida. En este proceso emotivo y espiritual, los profesionales se reconocen como un instrumento posibilitador que construye el espacio idóneo para recobrar la fuerza de la palabra en un intercambio genuino de saberes y sentires, entre las distintas comunidades ancestrales y la labor misional del Museo.
A propósito de este encuentro transversal entre comunidades y la entidad, Carolina Queruz, directora técnica (e) del Museo de la Memoria de Colombia, expresó: «lo que tenemos es un gran reto de visualizar aquello que integrará l el museo, lo más importante, es la esencia del pensamiento de las comunidades indígenas y el trabajo que hemos realizado con todos los actores a través del círculo de la palabra. Es un símbolo, un tejido, un grano de arena y unos hilos que entre todos estamos construyendo y fortaleciendo».
Las armonizaciones son experiencias espirituales de carácter sagrado para las comunidades, las cuales están ligadas a la paz interior, a la práctica y fortalecimiento de valores, y la armonía de la vida. Particularmente, las armonizaciones que se han dedicado al predio donde actualmente se levanta el edificio del MMC se han realizado para «limpiar» el terreno, con el previo permiso de las y los mayores, y las abuelas y abuelos de la madre tierra que custodian el territorio: «los indígenas hemos venido vinculándonos en estos espacios de memoria, donde buscamos un diálogo directo y aportando conocimientos ancestrales que involucran al territorio donde quedará el Museo de la Memoria de Colombia. La ciudad llegó a nosotros y por eso transmitimos nuestra forma de vida, en orígenes e identidad, a toda la sociedad».
Entre tanto, Yeismith Armenta, representante de la comunidad Wiwa y coordinador del Observatorio de Pensamiento Ancestral, al finalizar el encuentro que congregó a mayores y sabedoras de las dos etnias, sostuvo que: «para seguir construyendo un museo participativo, se debe convocar a todos los actores y compartir la palabra con ellos, observar su mirada sobre los hechos de violencia, pero, sobre todo, los procesos de sanación, de reconciliación y de perdón para construir una nueva sociedad».