Lápiz y papel para vencer el silencio que imponen los violentos
El Grupo de iniciativas del CNMH creó la “Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío”, un cuadernillo didáctico ilustrado dirigido a niños, niñas, jóvenes y adultos en el Catatumbo para apoyarlos en el fortalecimiento de su organización, que se vio interrumpida a causa de la violencia durante este 2018.
Por: Daniel Valencia
El trabajo de construcción de memoria implica diferentes retos: hay un componente emocional y de dolor, por ejemplo, cuando revisitar el pasado puede ser difícil por parte de quienes vivieron hechos violentos; así mismo, hay factores externos del contexto social y político que representan dificultades.
El conflicto ha puesto en riesgo las vidas de quienes gestionan la memoria desde sus regiones, de líderes sociales que deben trabajar con cautela o incluso silenciosamente para seguir con su determinación. Tal es el caso de la iniciativa de la Casa de la Memoria de El Aserrío, en el corregimiento de El Aserrío, en Teorama, Catatumbo, donde sus promotores han visto afectados por paros armados y el control de los violentos.
En casos extremos como este, donde los líderes son obligados a salir del territorio y la gente tiene restricciones para movilizarse o reunirse por estar bajo amenaza, hay que recurrir a estrategias innovadoras para continuar apoyando los procesos de memoria. Las metodologías no presenciales son una de esas herramientas que hacen frente a la violencia. Hacer memoria bajo estas circunstancias es en sí mismo un acto de valentía.
La iniciativa de la Casa de la Memoria de El Aserrío lleva a cabo la creación de un espacio y una exposición con objetos significativos para la comunidad, a partir de los cuales se espera que los visitantes puedan reflexionar sobre el conflicto en varios ejes: i) las afectaciones en el territorio indígena Barí y el sufrimiento y lucha de este pueblo ancestral; ii) las alteraciones y cambios en el paisaje del corregimiento; iii) los hechos de violencia (principalmente el desplazamiento forzado); iv) los cambios y lesiones que la violencia ha generado en los habitantes; y v) las acciones de resistencia y organización comunitaria para afrontar la guerra. Todo esto a través de las voces y experiencias de los habitantes del corregimiento.
“Desde un principio estuvo claro que las personas que lideraban la iniciativa venían gestando este proyecto desde hace muchos años por una necesidad de visibilizar y dignificar, y como un proceso de perdón y recuperación del territorio”, dice Angélica Rodríguez del CNMH, que acompaña la iniciativa. El motor principal son los líderes de la zona a través de la Asociación de desplazados del medio Catatumbo (Asodesamec) y la Junta de Acción Comunal del corregimiento, que han abanderado múltiples acciones de resistencia en el territorio, a pesar de la ausencia estatal.
Para reconstruir sus historias inicialmente se había pensado realizar espacios colectivos, talleres y discusiones, pero estos no pudieron llevarse a cabo por las amenazas y acciones violentas que empezaron a resurgir en el territorio. Continúa aclarando Angélica Rodríguez: “Desde el inicio fue un desafío porque coincidió con el paro armado en El Catatumbo, pero al mismo tiempo era un momento vital para construir un espacio para promover la cultura en el corregimiento, ya que la oferta en ese sentido está concentrada en Cúcuta, Ocaña y Tibú”.
Cuando iban a comenzar el plan de trabajo, fue evidente la imposibilidad de tener un acompañamiento presencial en el territorio, a lo que se suma que la comunicación vía telefónica es muy difícil. Para hacerle frente al contexto, el CNMH creó el cuadernillo Cartilla de la Casa de la Memoria del Aserrío que aborda los temas que los promotores de la iniciativa querían trabajar, pero de un modo alternativo.
Un mecanismo de trabajo, como lo explica Mónica Márquez del Grupo de Apoyo a Iniciativas del CNMH, para levantar información y realizar el proceso con la iniciativa. “Esta metodología se abordó y se decidió trabajar con ella en el contexto del paro armado en Catatumbo que impedía a las personas reunirse y al Centro Nacional de Memoria Histórica ingresar al territorio para hacer los talleres y acompañamiento”.
El cuadernillo se centra en los recuerdos de la gente, dando una fuerte relación a las metáforas. Por ejemplo, “la idea de una tormenta para mostrar momentos difíciles que han vivido como comunidad y que no son exclusivamente causados por la guerra, o la idea del ‘trasteo’, como una situación que nos es común a los seres humanos, para que la gente pudiera hablar más tranquilamente el tema del desplazamiento forzado. También se habla sobre cómo la comunidad trabajó para crear cambios positivos en el territorio”, complementa Márquez.
Un resultado importante del uso del cuadernillo es que permitió conocer otras problemáticas que transcendían el conflicto armado, pero que se relacionan con él como afectaciones ambientales y ausencia estatal. “Eso lo conocimos gracias a esta metodología y son temas que tal vez no saldrían en los talleres presenciales”, precisa Márquez.
Sin duda alguna la comunidad es la protagonista. Los jóvenes del territorio hacían las veces de mediadores para usar el cuadernillo con personas mayores que podían tener dificultades para llenar los contenidos. Gracias a esto hubo un intercambio intergeneracional que motivó a los más jóvenes a conectarse con su historia y su contexto al encontrarse con los relatos de quienes han vivido más en el corregimiento.
Mary Suárez gestora de la Casa de la Memoria de El Aserrío, explica que “los cuadernillos fueron muy prácticos. La gente manifestó que les ayudó a recordar nuevamente lo que vivieron en El Aserrío. Los cuadernillos han sido un muy buen material para nosotros para levantar esta historia que queríamos que fuera hecha junto a la comunidad”.
La cartilla es una intermediación para explorar la historia y los recuerdos de un espacio vivo, que buscaba reactivar las memorias intergeneracionales a través de algo tan sencillo como el lápiz y el papel. Al mismo tiempo fue un instrumento que permitió que la comunidad continuara construyendo su memoria sin sucumbir ante las amenazas de los actores armados. Con los relatos que la gente consignó en el cuadernillo, se está construyendo la narrativa de la exposición de la Casa de Memoria.
“Tener una herramienta simple, con preguntas a partir del territorio y de metáforas sobre el conflicto, hizo evidente que había una conexión entre las diferentes generaciones para saber qué había pasado antes, qué se está haciendo ahora y sobre todo, cómo los jóvenes pueden aportar en estos nuevos espacios que se están dando en el corregimiento”, dice Angélica Rodríguez.
La puesta en marcha de la Casa de la Memoria invita a los jóvenes a ser los anfitriones del espacio para realizar los recorridos a los visitantes. Esto los ha entusiasmado motivándolos a llamarse a sí mismos “Guardianes de la memoria”. El objetivo es claro: contarle las experiencias y la memoria a los visitantes de la región, de otros lugares y a cualquiera que visite la Casa, para hacerle frente al miedo, al olvido y al abandono estatal. Gracias a la determinación de los habitantes de El Aserrío, que no ceden ante las imposiciones de los violentos, y al desarrollo de estrategias metodológicas como el cuadernillo taller ilustrado, las memorias de Teorama y el Catatumbo no van a quedar silenciadas.
Publicado en Noticias CNMH