Los jóvenes que susurran la memoria
Con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica, jóvenes del colegio Gonzalo Arango salieron a la calle a susurrar las memorias que guardan algunos lugares de Bogotá.
En la mañana del 27 de mayo se dispersaron por el centro de Bogotá cerca de 80 adolescentes del colegio Gonzalo Arango de la localidad de Suba. A través de tubos de cartón pintados de colores le hablaron al oído a la gente que caminaba por la calle.
Un susurro: “Que la orden sea inmediata, que den la orden de que no disparen más, es lo único: ¡que el Ejército no dispare más! Es lo único que pedimos... y que la orden llegue adentro... porque nos han dicho que han dado orden de cese al fuego pero adentro siguen disparando. No disparen más, por favor, ayúdenos a eso”.
La narración es de Alfonso Reyes Echandía, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, muerto durante la retoma del Palacio en 1985. De pronto a muchos no les suena familiar. Quizás los estudiantes, de más o menos quince años, desconocían detalles de hecho violento; Los susurros trataban de llenar esos vacíos y poner en contexto a los que caminaban por la Plaza de Bolívar.
La actividad se hizo gracias a la alianza del Centro Nacional de Memoria Histórica y el colegio Gonzalo Arango, de Suba. Los profesores John Estrada y Rolando Franco se inventaron un espacio llamado “Laboratorio de Derechos Humanos y Ciudadanías”, donde experimentan con metodologías y pedagogías que acerquen a los jóvenes a temas que a veces rechazan o pasan por alto.
Una de las actividades de este laboratorio es una carrera de observación. La idea de ese recorrido es que los estudiantes interactúen con lugares que van desde una plaza de mercado hasta una exposición de arte en el Museo de Bogotá. Pasan por el corredor de graffitis de la calle 26, por la Biblioteca Luis Ángel Arango y por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación entre otros. Es un ejercicio de cartografía social, política y de construcción de memoria.
El profesor Rolando explica que el sentido de la carrera es “construir elementos que nos permitan hacer un aprendizaje nuevo, dinámico, donde el territorio sea importante, donde la memoria sea vital, y donde los jóvenes mismos descubran a través de esos recorridos”.
Este 2017, uno de los objetivos principales del Museo Nacional de la Memoria, del CNMH, es que su programación aporte a la descentralización de la construcción de la memoria. Uno de los pasos en ese camino es acompañar procesos en localidades periféricas de Bogotá: Usme, Kennedy, Suba, Usaquén y Ciudad Bolívar. A partir de ahí, el Museo apoyó la carrera de observación del Gonzalo Arango e introdujo una metodología llamada “Susurradores de la memoria”, cuyo origen se remonta a la dictadura de Augusto Pinochet en Chile: se susurraba para transmitir conversaciones prohibidas y mensajes ocultos. Para poder decir, así fuera en voz baja, lo que algunos querían gritar y no podían.
Aquí, como en Chile, hay temas de los que se ha hablado poco o sobre los que solo se han escuchado las versiones oficiales. Hay temas que se están desdibujando para los más jóvenes y están perdiendo vigencia para los más viejos. “Nosotros les damos un conocimiento a los estudiantes para que sean ellos los que salgan a un espacio abierto, como la Séptima en plena Plaza de Bolívar, a contarle a la gente un poquito de la historia de este lugar —explica Jorge Bautista, del equipo del Museo Nacional de la Memoria—. Es irrumpir en la cotidianidad de la gente, en los caminos normales que transitan, y que de repente llegue alguien y de forma muy poderosa te susurre una historia que mueve una cantidad de sentimientos”
A punta de susurros, los estudiantes cubrieron puntos como el Palacio de Justicia, donde revivieron detalles de ese noviembre negro de 1985, o la carrera 7 con calle 18, donde recordaron los asesinatos del estudiante Nicolás Neira y el líder social Carlos Pedraza. El aprendizaje fue por partida doble: por un lado, los jóvenes tuvieron que estudiar sobre las historias que iban a susurrar, y, por otro lado, los peatones que los escucharon entendieron parte del contexto de la ciudad y de los lugares que transitaban.
Un hombre que escuchó la narración susurrada de la muerte de Carlos Pedraza dijo luego que “el trabajo de los chicos es muy bueno porque están recordando a un compañero que murió por causas injustas, y ojalá que sigan para que la gente que pasa por ahí se dé cuenta de la historia, porque si no es por ustedes yo paso desapercibido”.
Los mismos estudiantes reaccionaron satisfechos tras cumplir su misión. “Conocí más del tema y les pude contar a las personas que no lo conocían. Nos escucharon con mucha atención”, dijo Fabián Sánchez. “Me pareció muy interesante susurrar al oído la historia de nuestro país. Al principio estuvieron extrañados pero luego empezaron a soltar y les gustó”, dijo Camila Murcia.
“Es muy importante la vinculación de un colegio público con una entidad pública a nivel nacional, como el CNMH, para hacer un ejercicio de reconocimiento de una cantidad de historias, y sobre todo para mirar esas historias no sólo retrospectivamente sino en perspectiva de futuro. Por eso es importante la memoria en un ejercicio como este”, concluyó el profesor Estrada.
Del Laboratorio de Derechos Humanos y Ciudadanías también surgió la propuesta Poetas del Posconflicto. La lideraron los profesores Vicente Contreras y Manuel Pachón. Con el apoyo del equipo del Museo Nacional de la Memoria, durante la Feria del Libro de Bogotá los jóvenes del colegio Gonzalo Arango presentaron sus poemas y los leyeron ante todo un auditorio. Durante el proceso se invitó a los estudiantes para que a través de poemas reflexionarán sobre el posacuerdo, y cómo se piensa y se ve desde el colegio el conflicto armado colombiano.
Por ejemplo, Gisell Andrade, una de las estudiantes que participó en el encuentro, vivió junto a su familia las consecuencias del conflicto armado. Así lo escribió:
UN NUEVO AIRE
El rencor que existe detrás de lo sucedido,
Nos ciega al ver la realidad,
Todo pasa por algo,
Y después llega la tranquilidad,
Armonía y la paz.
Olvidar no es firmar un papel,
Sino dejar el ayer,
Para formar un mundo de bien.
Hay que volar alto para olvidar,
Dejar todo atrás para aprender a amar.
Si el viento es alegre
Trae buenas noticias,
Entonces necesitamos
Nuevos aires
De igualdad en nuestras vidas.
Publicado en Noticias CNMH