La esquina donde Nicolás Neira fue impactado por una cápsula de gas lacrimógeno disparada por un agente del ESMAD; la iglesia destruida por cilindros bomba, con una multitud que se resguardaba adentro durante enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros, o el último lugar donde llegaron con vida las personas desaparecidas durante la retoma del Palacio de Justicia. Otros tantos… Hay lugares donde la memoria habita, donde es lección, sanación y también reclamo que se renueva alrededor del país. Historias, ausencias, dolores y territorios se contaron y se nombraron bajo la carpa principal de actividades en el cuarto día de la Semana por la Memoria organizada por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Exploratorio Nacional y Casa Museo Gaitán, familiares de Nicolás Neira o de Dilan Cruz, Palacio de Justicia, Centro de Memoria Afrodiáspórica Muntú Bantú, Museo Casa de la Memoria, Museo de la Memoria de Caquetá, Lugar de Memoria Interétnico del Medio Atrato, Escuela de Memoria del Suroriente de Bogotá, Pueblo Muisca o colectivo Épsilon… los nombres de una conversación abierta sobre la memoria sembrada, germinada y en crecimiento en los territorios donde perviven recuerdos y clamores de reconocimiento de la verdad, justicia y no repetición.
“Bellavista, que es la cabecera de Bojayá, donde ocurrió la masacre de 2002, fue reubicada en 2007. Pero la comunidad dijo, este lugar donde están nuestros ombligos sembrados y donde quedó derramada la sangre de nuestros familiares no vamos a permitir que desaparezca y que la maleza lo consuma”, explica José de la Cruz Valencia, miembro del Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, que impulsa la conformación de un lugar de memoria que sea un parque en reivindicación de la memoria, con un sendero que una al Nuevo Bellavista con la antigua cabecera, destruida en medio del conflicto armado y desmantelada en el traslado obligado.
No más violencia policial
“El territorio es un libro que leemos con los pies”, apuntó sin metáforas, en medio de esta juntanza, de este diálogo sobre los lugares donde la memoria vive, Ángel Amaneceres, representante de la campaña contra la violencia policial y líder del proceso de un lugar de memoria dedicado a Nicolás Neira, que fue asesinado a los 15 años, en la carrera 7 con calle 8 de Bogotá, en medio de las manifestaciones del 1 de mayo de 2005. “Esta es una larga lucha en contra del olvido, contra la amnesia colectiva. Por donde muchos transeúntes pasan todos los días vemos que hay historia”.
No solo él habló de Nicolás. A través de un escrito de 2007, también se escucharon las palabras de Yuri Neira Torres, su padre, exiliado en Europa por amenazas de muerte. “Nico murió a punta de golpes propinados por otros jóvenes, mayores que él, vestidos con cascos, petos, escudos, pistolas, bolillos. Nico murió a manos de jóvenes formados, entrenados y armados por el Estado, jóvenes convertidos en implacables guardianes del poder”.
Las palabras en la voz de Ángel, que trajeron uno de los nombres que viven en las esquinas de la capital y se quebraron en el recuerdo, tuvieron respuesta también en la voz de David Medina, tío de Dilan Cruz, muerto por el disparo de una recalzada —una bolsa textil llena de perdigones metálicos— con una escopeta calibre 12 en manos de otro miembro del ESMAD, el 23 de noviembre de 2019, mientras protestaba sobre la calle 19 con carrera 4. El desmonte de esta unidad policial fue un reclamo al nuevo Gobierno que se repitió en la conversación.
¿Por qué no pintar todas las calles?
La protesta posible, sin la represión como respuesta, es también una exigencia a la que se sumó Pilar Navarrete, representante de las personas desaparecidas durante la operación de retoma del Palacio de Justicia [allí fue desaaprecido su esposo Héctor Jaime Beltrán, mesero en la cafetería del Palacio]. Cuando interviene, reconoce que en la ciudad de Bogotá hay diversos lugares de memoria por cada una de las personas que fueron asesinadas durante el estallido social de 2019 y de ello dan cuenta las acciones urbanas y los murales pintados en las calles. “¿Por qué no pintamos todas las calles y las amamos? Los museos no pueden ser fósiles; tenemos que contar lo que ha pasado en este país. Que nos dejen caminar por las calles con nuestras fotos. Y decir que, en ese mural, ahí está mi esposo”.
Para Pilar es muy significativo que el Museo de la Independencia – Casa del Florero invitara a su grupo a presentar la obra de teatro ‘El Palacio en Llamas’. “Para nosotros fue muy importante presentarnos en el lugar donde fueron llevados nuestros familiares, donde fueron torturados y donde fueron reasignados a los lugares donde fueron asesinados”. Sin embargo, también tiene presente que nunca, a lo largo de 37 años, les han permitido a los familiares de los desaparecidos conmemorar el 5 y 6 de noviembre en la Plaza de Bolívar, donde ha habido espacio para pistas de hielo, árboles de navidad gigantes o intervenciones de otras organizaciones.
¿Son víctimas o héores?
También quedaron debates abiertos en la juntanza sobre los lugares de memoria. “Juntanza, esa palabra es la organización más importante que construyó la gente negra en la Colonia para luchar contra el amo”, explica Sergio Mosquera, coordinador del Centro de Memoria Afrodiáspórica Muntú Bantú, en Quibdó. Este lugar documenta la historia desde la captura, comercialización y esclavización de hombres y mujeres del África en América hasta las secuelas presentes del racismo y la reivindicación de sus aportes en la transformación del país. “Los cuerpos de los africanos los trajeron desnudos y encadenados, más no las mentes”.
“Todos estos jóvenes que estuvieron en las marchas y a muchos los mataron, ¿son víctimas? ¿Ustedes se sienten víctimas? —interpela Gloria Gaitán, hija de Jorge Eliécer Gaitán, a muchas de las personas presentes— ¡Son héroes! El heroísmo produce dignidad”. Esa propuesta de cambiar la denominación de víctimas por la de héroes es también parte de la conversación con Sergio, quien se siente conmovido por las palabras de Gloria y se designa como “el último liberal gaitanista que queda en el Chocó”. Ambos coinciden en que el concepto de héroes en los museos oficiales y en la mayoría de las estatuas reconoce a las clases dominantes. “Los más humildes son los verdaderos héroes”, defiende Gloria, quien lidera desde hace más de 60 años el proyecto del Exploratorio Nacional, como un capitolio del país nacional, al margen del “capitolio de los politiqueros”. “¿Qué era lo que quería Gaitán? Nadie contesta bien. Lo que quería era acabar con la democracia representativa para instaura la democracia participativa que la ciudadanía fuera la que definiera el rumbo del gobierno y los representantes estuvieran al servicio del pueblo”.
La juntanza es un infinito espacio para la escucha atenta. En esta Semana por la Memoria, el debate sobre los lugares donde la memoria reside y vive a través de las comunidades, no termina. Debe continuar y contar también aquellas historias que no se han narrado y que para algunos todavía son invisibles. De hecho, en una larga jornada vespertina de trabajo en grupos, en la que se reunieron Lugares de Memoria e Iniciativas de Memoria de todo el país surgió un largo listado ee propuestas que mandatan al CNMH hacia el futuro. “Hoy nos hemos sentido escuchados, se nota que este es otro gobierno diferente… ahora se debe traducir en la realidad”, resume una de las participantes.
“¡Enciendan la música y apaguen la guerra!”
La Avenida Jorge Eliécer Gaitán palpita de otra manera con estas juntanzas, con este espacio libre en el que no hay que pasar controles de seguridad, no hay zonas VIP, ni hay unas voces con más peso que otras. El frío parece sentirse menos al calor de las juntanzas y las noches vienen cargadas de sorpresas. La de este jueves fue sonora, alegre, poderosa. El cierre de la cuarta jornada de la Semana por la Memoria quedó en manos de Músicxs de Segunda Línea, una iniciativa musical que nació en 2019 y ha consolidado una apuesta por ritmos del Pacífico para acompañar ese clamor ciudadano que exige dignidad social. Su lema -“¡Enciendan la música y apaguen la guerra!”- resonó en la calle, en un espacio para sentir, cantar y bailar la memoria. Hay música en homenaje a la guardia indígena, hay denuncia, hay dignidad, hay rabia organizada que estalla a ritmo de chirimía y que genera una energía colectiva difícil de definir. Segunda Línea apagó la guerra durante una hora y lo único que se escuchó es su música y un latido común difícil de acallar.