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CNMH

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© Romel Rojas, OIM.

Publicado

14 Abr 2015

Los mamos se reúnen para preservar sus memorias

El pasado 9 de abril, mientras en Colombia se marchaba para conmemorar el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto y en Bogotá se presentaba el predio donde se construirá el Museo Nacional de la Memoria, en la Sierra Nevada de Santa Marta representantes de seis comunidades indígenas se reunían para hablar de la memoria histórica de sus pueblos, del territorio cómo víctima del conflicto y sobre cómo lograr transmitir sus recuerdos y conocimientos a las nuevas generaciones.


9 de abril

Faltaban algunos minutos para las diez de la mañana cuando llegamos a Gotzheyii, resguardo del pueblo wiwa asentado en la cuenca del río Guachaca en Magdalena, donde se realizaría el primer encuentro indígena para reflexionar sobre el territorio como víctima del conflicto armado. Después de tres horas de viaje desde Santa Marta y tras haber transitado por senderos empinados y agrestes, representantes de las comunidades awá, chimila, embera, wayuu, nasa y el grupo de enfoque étnico del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) esperábamos reunidos cerca de Zalemakú Sertuga, una escuela para los jóvenes wiwa que viven en estas montañas. Entre miradas inquietas y asombradas de los más jóvenes, al ver tantos nuevos visitantes en su resguardo, apareció Yeismith Armenta Amay, coordinador del proceso de memoria histórica de esta comunidad indígena, quien amablemente nos dio la bienvenida.

“Primero nos vamos a reunir para entregar el pensamiento a la madre tierra” indicó. Caminamos unos metros hasta un pequeño cerro donde estaban reunidos los mamos, autoridades de las comunidades que habitan en este relieve montañoso del norte del país. Pasaron tres o tal vez cuatro minutos cuando Yeismith habló nuevamente con el grupo de visitantes “¿Qué pensarían si el sol se apagara, si se volviera rojo o negro?”, nos preguntó en este ritual de la entrega del pensamiento. Pasaron otro par de minutos, hubo reflexión, silencio y finalmente las autoridades aprobaron nuestro acceso a Gotzheyii, donde nos trataron como miembros de su comunidad.

En medio de un día nuboso y gris, como si los dioses del agua, el aire y la tierra estuvieran tímidos de mostrarse ante los visitantes, empezó la jornada de trabajo. “A pesar de los diferentes lenguajes, formas de vestir y culturas hoy nos reunimos con un mismo fin: pensar la memoria histórica desde la madre tierra y compartir el trabajo de cada pueblo indígena” expresó Edgar Alberto Velasco, representante de la comunidad nasa misak del Cauca. A su presentación lo siguieron los awá del Putumayo y Nariño, las wayuu de la Guajira, los embera del Chocó y los chimilas de San Ángel, Magdalena.


Para los sobrevivientes, el transitar por las ruinas del antiguo centro de salud, el Colegio Departamental César Conto, la casa de las hermanas Agustinas y la iglesia San Pablo Apóstol, hoy en día certificada como santuario, les sigue generando emociones como nostalgia y tristeza, pero a la vez, se ha vuelto en un cuadro que los invita a seguir resistiendo, recordando y clamando por derechos y garantías de no repetición. Escuche a continuación



    Ahora era el turno de Ramón Gil, máxima autoridad de los wiwa en la Guajira y Magdalena y un sobreviviente del rayo que cayó en la parte alta de la Sierra Nevada en octubre de 2014, hecho en el que 11 indígenas perdieron la vida. “Me disculparán, pero no sé hablar muy bien” empezó su discurso el mamo Ramón, sin embargo, sus palabras llenas de sentido e ideas claves controvertían su afirmación. “Los pueblos indígenas venimos hablando de memoria histórica desde hace mucho tiempo, pero no solo miramos lo material, nos enfocamos más en lo espiritual y lo cultural. ¿Se puede reparar un lugar sagrado?”, preguntó. También aseguró que “el dinero y los recursos materiales no son suficientes por eso necesitamos una reparación espiritual. Debemos pensar el territorio como un cuerpo, hablar de los padres espirituales y compartir esta sabiduría para recuperar y sanar nuestros territorios sagrados”.

    La tarde transcurría en Gotzheyii y a pesar de la nubosidad que continuaba arropando la Sierra Nevada el calor y la humedad cada vez se sentían más fuertes. Luego de un breve receso para almorzar, cada comunidad continuaba narrando los procesos de memoria y resistencia en su territorio. Las representantes wayuu contaban cómo han resistido en sus territorios a pesar de la aridez del terreno, la falta de agua y poca ayuda de los gobiernos nacionales. “Después de 11 años de la masacre que se cometió en Portete por parte de grupos paramilitares finalmente hemos regresado al territorio. Es un terreno desértico y no tenemos los ríos que bañan a estas tierras, pero es nuestro territorio y por eso hemos luchado más de diez años para volver a él” contó Carmen Fince Uriana, representante de esta comunidad asentada en Uribia, Guajira.

    La palabra continuó en voz de los representantes chimila, embera y awá. Estos últimos contaron cómo el conflicto ha afectado sus territorios en el sur del país. “Durante siglos la tierra nos lo ha dado todo. Nos ha dado alimento, medicina, comida y hogar sin pedir nada a cambio. Pero hoy el territorio está enfermo, ha sido explotado, entregado a las multinacionales y por querer defenderlo nos han tildado de pertenecer a uno u otro grupo armado trayendo muerte a nuestras comunidades” intervino Edgardo Pai, representante awá del resguardo Tortugaña Telembí. Los bombardeos, fumigaciones, atentados a oleoductos y la siembra de minas antipersonal, así como la explotación del oro, los megaproyectos y la proliferación de la minería ilegal son algunos de las principales afectaciones a los territorios de cada uno de los pueblos que estaban reunidos.

    Cayó la tarde en Gotzheyii y hubo nuevo receso para comer: pescado, plátano y yuca. Un café y continuó la jornada de trabajo. Esta vez Yeismith tomó la palabra y compartió algunas ideas para que la memoria de los pueblos indígenas vaya más allá de un informe. “La memoria debe ser alimento de nuestras comunidades, debe hacer parte de nuestro plan de vida. Desde las escuelas indígenas los jóvenes deben aprender su historia, así aunque termine el acompañamiento del CNMH el proceso de memoria continuará y seguirá vivo” puntualizó. Cerca de las 10:00 p.m. finalizó el primer día de trabajo y las hamacas brindadas por los wiwa nos esperaban para descansar unas horas y continuar escuchando las demandas de estas comunidades, a las que se les ha violentado su territorio y su cultura desde hace 500 años

    10 de abril

    A las 6:00 a.m. inició la segunda jornada de trabajo. Con un baño en la cuenca del río Guachaca –que en esta época de sequía es solo un pequeño caudal que no sobrepasaba la altura de las rodillas– desayuno y una nueva entrega del pensamiento a la madre tierra iniciamos las actividades del viernes. Las nubes seguían sobre nosotros y continuaban escondiendo la majestuosidad de la Sierra Nevada, incluso la lluvia se hizo presente por un momento. Sin embargo, la expectativa por la visita de Gonzalo Sánchez, director general del CNMH, se notaba en las autoridades presentes, sin duda esperaban esta oportunidad para darle a conocer sus ideas para que el proceso de memoria histórica indígena sea una realidad.

    Cerca de las 9:30 a.m. arribó a Gotzheyii el director del CNMH y junto a él un grupo de periodistas que se interesaron en documentar este encuentro.

    Como sucedió a nuestra llegada, los reunieron para hacer la entrega de pensamiento y minutos después pudieron entrar al resguardo. Nuevamente todos nos reunimos para hablar de memoria. Brevemente wiwas, awás, wayuus, chimilas, nasas y emberas se presentaron y narraron sus aportes al proceso de memoria histórica. Después de escuchar un resumen de todas las ideas destacadas del día anterior y a cada uno de los representantes, el director del CNMH tomo la vocería: “queremos escuchar  sus reclamos y necesidades, no son muchos o mejor muy pocos los encuentros entre pueblos indígenas de diferentes regiones y este es un primer paso para seguir realizándolos. Por eso en el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto hemos querido acompañarlos, ustedes han sido excluidos e invisibilizados y queremos ser sus voz” resaltó. Además, dejó en claro que este encuentro no será un hecho aislado, sino el primer paso para que las memorias de los pueblos indígenas sean conocidas y divulgada por todo el país.

    El apoyo a la transmisión de las memorias dentro y fuera de los pueblos indígenas, la generación de dos nuevos encuentros regionales con autoridades tradicionales, y la posibilidad de un encuentro nacional, y el apoyo para crear una cartografía de los sitios sagrados que han sido afectados por el conflicto, fueron algunos de los compromisos que quedaron después del encuentro.

    Finalmente, al mediodía del 10 abril terminó el primer encuentro indígena para pensar el territorio como víctima. Un primer paso para seguir construyendo la historia de los pueblos indígenas en Colombia, una memoria viva que debe de servir a las mismas comunidades y para que la sociedad, ajena a sus problemas, conozca lo que han tenido que padecer los pueblos indígenas y cómo han resistido.

    ¿Cómo visibilizar todas las memorias de las comunidades étnicas del país? ¿Cómo las comunidades indígenas pueden, ellas mismas, elaborar su memoria histórica? ¿Para qué servirá y cómo serán narradas estas memorias? ¿Cuál será la participación de las memoria indígena en el Museo Nacional de la Memoria? Estos fueron algunos interrogantes que quedaron al final de una jornada extensa, preguntas que se continuarán respondiendo en un nuevo encuentro en otra región del país y así continuar tejiendo las memorias plurales de todo del país.

     
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